El primero de septiembre de cada año, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos tiene la obligación constitucional de presentar “un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país” (artículo 69 de la CPEUM).
Históricamente, las expectativas de que el Presidente informara de su gestión anual se malversaron, cada presidente aprovechó a su manera la ocasión para hacer sentir su poder, era el “Día del Presidente”, todo un ritual místico que poco a poco se ha desgastado. Ahora, el Presidente cumple con entregar por escrito el informe ante el Congreso.
Las formas de actuar de López Obrador han modificado la esencia y forma de este ritual constitucional, para bien o para mal, ahora cada mañanera se ha convertido en el “Día del Presidente” donde, como él dice, “está cumpliendo” con informar al pueblo, sin embargo, es bueno reflexionar sobre si cumple con el objetivo sustancial de informar las decisiones que toma su gobierno con el objeto de que cada persona tome sus decisiones individuales y colectivas, o bien distraer de los verdaderos problemas que sufrimos en sociedad.
Vale preguntarnos si al ciudadano de a pie ¿le importa informarse de lo que está pasando en temas como la corrupción, el empleo, la economía, la salud o el avance de los contagios de Covid? ¿para qué le sirve al pueblo contar con tantos datos, gráficas, videos o acciones de gobierno? o ¿sólo quiere ver y escuchar al Presidente que ataca a los gobiernos anteriores, a la prensa, los empresarios y a todo aquel que está en su contra? Tal vez no contestemos esas preguntas en estos momentos, pero sí reflexionaremos sobre la responsabilidad que tenemos los ciudadanos de ser agentes de cambio, de verificar si la información pública se apega a la realidad que vivimos en el día a día, porque tal parece que estamos condenados a seguir sufriendo los grandes problemas que tenemos como la corrupción, porque no actuamos como agentes efectivos de cambio social, económico y político. Me explico.
López Obrador hizo del 1º de septiembre una mañanera más porque era lógico que repitiera lo que ha venido diciendo día a día; se esperaba, al menos una nueva ocurrencia de gobierno, o que ya casi se venden todos los boletos de la rifa del avión presidencial, en fin, lo que no se esperaba es que actuara como un sofista consagrado.
Un buen amigo, Pablo Ayala nos dice en su artículo “La blablatura presidencial” que “Quien es un sofista habilidoso conoce las artes secretas del encantador de serpientes”, el que ofrece razones o argumentos falsos con apariencia de verdad, engaña para influenciar o manipular almas, emociones y voluntades de quienes todavía creen en él.
Si bien el informe cumplió con la obligación constitucional citada, no tuvo la contundencia y la expectativa que siempre genera, porque hábilmente López Obrador activó un distractor muy fuerte, el nivel de popularidad con el que llegó a la rendición del informe, a tal grado que se habló más de esa popularidad que de los temas fundamentales del País.
Las encuestas, análisis y opiniones de los expertos en el tema, cuestionaron al pueblo bueno sobre el Presidente López Obrador, los resultados llaman la atención, veamos. El periódico Reforma, Buen Día y Mitofsky muestran que, en relación con la forma de cómo está haciendo su trabajo como Presidente, la aprobación va a la baja desde el inicio de su mandato al 1º de septiembre pasado, pero, aun así, el 56% de la población lo aprueba. Respecto a la forma como está tratando asuntos tan importantes como la educación, salud, combate a la corrupción, a la pobreza, la seguridad, economía y al combate al crimen organizado, la opinión del “pueblo bueno” es reprobatoria, es decir, califica la gestión de gobierno del Presidente como mala, y en algunos casos como muy mala. Ahora bien, quienes aprueban al Presidente son las personas que actúan en la informalidad, los profesores, campesinos, los freelance, las amas de casa, estudiantes, servidores públicos, comerciantes y empleados; y quienes lo desaprueban son los jubilados, profesionistas, empresarios y desempleados, las razones de porqué opinan así, parecen obvias, lo que llama la atención es la aparente falta de congruencia porque el 56% aprueban a un Presidente, aun cuando consideran que su gobierno es deficiente.
Es probable que ese porcentaje de la población prefiere a un presidente que ven todos los días en la mañanera, atacando a los ricos insensibles, a los empresarios, a los corruptos de los gobiernos anteriores, que se conforma con denunciarlos públicamente, aunque no los meta a la cárcel, en fin, se conforman con ver y sentir que el Presidente dice lo que el pueblo quiere decirle a los patrones o a los corruptos, aunque haya malos servicios de salud, más de 17 mil muertes por la inseguridad y la violencia, los ya casi 90 millones de pobres y una gran cantidad de corruptos libres o en sus casas en cuarentena indefinida, no precisamente por contagio de Covid, si no, gozando de la cárcel domiciliaria.
¿Por qué nos debe interesar esto? Porque el derecho que tenemos los ciudadanos de acceder a la información pública es una conquista que todos hemos logrado, es un derecho fundamental que nos puede ayudar a remover las prácticas de opacidad y/o engaño de los gobiernos. Cito a Ernesto Garzón Valdés, quien considera que tener acceso a la información verídica protege el bien básico que tenemos como ciudadanos de conocer oportunamente lo que hacen sus gobernantes con el fin de que pueda actuar y responsabilizarse como agente moral en un Estado democrático. Contar y ejercer este derecho es la herramienta del ciudadano para atacar y evitar la corrupción, pero no hacemos nada para ejercerlo y tomar acciones para transformar esa realidad.
Los resultados de las encuestas nos dejan ver que la información de las mañaneras, es insuficiente para tomar decisiones cotidianas que nos interesen, porque no refleja la realidad de los problemas; que al menos, el 56% del pueblo bueno, prefiere sentirse bien con López Obrador; que no le interesa la corrupción, la salud, la economía, el combate al crimen organizado y a la pobreza, porque a pesar de que siente que se están haciendo mal las cosas, se conforma con decir que tienen a buen presidente, el liderazgo de López Obrador no permite ver la realidad que estamos viviendo.
La magia del sofista encantador del pueblo bueno está surtiendo efectos porque vemos más excusas que resultados palpables y tangibles de las acciones de gobierno; Aunque no estemos de acuerdo, dichos como “una mentira repetida cien veces se hace verdad”, “el pueblo tienen el gobierno que se merece” “la pandemia le cayó como anillo al dedo” y “estamos condenados a ser un pueblo corrupto” parecen apegarse más a la realidad porque, una vez más, no estamos formados como ciudadanos responsables y conscientes de las consecuencias que va a generar esta agencia inmoral en la que estamos; o usted ¿qué opina?