Comunicar al público cómo funcionan investigación y legislación climáticas plantea distintos desafíos. Una manera de lograrlo es a través de la ‘ciencia ciudadana’. Esta suele clasificarse en varios niveles de participación.
La ciencia social ciudadana de mayor compromiso concibe a los ciudadanos como copartícipes en el aprendizaje dentro del proceso de investigación, permitiéndoles explorar formas de transformar la investigación institucionalizada y los sistemas de regulación. Integra conocimiento autóctono que alienta investigación transdisciplinar y reúne distintas formas de conocimiento. Así, va más allá del compromiso público convencional y los ciudadanos inician acciones y respuestas regulatorias a partir de sus formas de conocimiento y valores sociales. Al mismo tiempo, les informa sobre decisiones regulatorias en las que normalmente no estarían involucrados o siquiera interesados.
No obstante, existen diversos obstáculos para la ciencia social ciudadana en este contexto:
(i) Inercia inducida por razones institucionales, sociales y psicológicas: El cambio climático puede parecer abrumador y algo sobre lo que la acción individual no tiene efectos. Las normas de consumo, la desconfianza en que los gobiernos u otras personas emprendan acciones deterioran la motivación. Además, las regulaciones parecen amenazar supuestos sobre la calidad de vida, la equidad, el progreso y la libertad individual, lo cual polariza el asunto en extremos del espectro político. Posibles soluciones: Enmarcar el problema en torno a valores de la audiencia y preocupaciones locales más tangibles puede inducir compromiso ciudadano y cambios en el comportamiento (e.g., informar a la gente sobre su consumo energético; presentar el problema como algo local; plantearlo en términos de impactos y adaptaciones, en lugar de mitigación; buscar puntos de inquietud común a través del espectro político; considerar sus estrechos lazos con el papel del género y la equidad cultural).
(ii) Conflictos de interés: Aunque hay conflictos de interés en el proceso actual de regulaciones científicas, implementar la ciencia social ciudadana podría agravarlos. Los grupos de individuos con estos conflictos (e.g., negacionistas y quienes se benefician de la industria de combustibles fósiles) podrían buscar lograr sus objetivos políticos empleando ciencia social ciudadana para socavar o representar erróneamente la ciencia del cambio climático. Posibles soluciones: Asumir que las decisiones sobre regulación no deben tomarse sobre la base de que todos los puntos de vista (e.g., anarquistas o que rechazan hechos científicos observados) sean igualmente representados, sino sobre la base del conocimiento científico que atiende al problema. Tomar una muestra de la población e investigar respetuosamente sus antecedentes permite detectar otros posibles conflictos de interés y buscar propósitos comunes.
(iii) La ciencia social ciudadana no es un marco único de conocimiento: Para que funcione debe usar conocimiento vinculado a la vida diaria de los ciudadanos. Los límites de la experticia legal sobre asuntos climáticos son muy restringidos, de modo que no pueden extenderse demasiado frente a un contexto de “gobierno de los expertos”. Posibles soluciones: La ciencia social ciudadana puede hacer manifiestas suposiciones del gobierno sobre que la gente no importa o no está suficientemente informada, para ajustarlas a la realidad. También permite a los ciudadanos reconocer aquellas partes de su conocimiento que pueden informar decisiones de regulación, dando legitimidad democrática a su participación en la elaboración de legislaciones.
(iv) Relaciones inicuas de poder: Hay restricciones a dar un papel más central a los ciudadanos debidas relaciones de poder desiguales entre gobernantes y ciudadanos, científicos y ciudadanos, y científicos y políticos. Posibles soluciones: La asignación de más recursos y apoyo institucional son esenciales para involucrar a los ciudadanos en procesos “desde abajo” que complementen e inspiren cambios en instituciones políticas y de investigación. La coproducción por ciudadanos, industria, legisladores y científicos de investigación climática permitiría generar políticas de mayor alcance y más efectivas, con beneficios para todos.
(v) Diferencias a través, y dentro, de países: Implementar ciencia social ciudadana en diferentes países enfrentará distintos desafíos. Presumiblemente es más factible en sistemas políticos democráticos que promueven la participación ciudadana; es más dudoso que esto sea posible también en países donde los gobernantes no representan ni responden a la ciudadanía. Además, hay desafíos que dependen de la organización jurisdiccional y la autonomía política dentro de los países. Posibles soluciones: Brindar mayor influencia participativa a los ciudadanos en los procesos locales de gobernanza y elaboración de legislaciones permitiría robustecer los vínculos entre ciudadanos y legisladores (e.g., informar e involucrar a “mini-públicos”; incentivos/premios ciudadanos). A escala local la ciencia social ciudadana proporciona un compromiso más activo de los ciudadanos en la fase de desarrollo de legislaciones.
Mario Gensollen y Marc Jiménez-Rolland