Suicidio: muerte y olvido/ Análisis de lo cotidiano  - LJA Aguascalientes
24/11/2024

El próximo jueves 10 es el Día Internacional del Suicidio y todo parece indicar que será una fecha olvidada. La pandemia por Covid-19 es una catástrofe mundial con tal número de fallecidos y contagiados que acapara los titulares de la prensa escrita, la prensa electrónica y las redes sociales. Ha resultado de tanta importancia que las noticias sobre el cáncer, las enfermedades por transmisión sexual, los procesos degenerativos y la salud mental han pasado a la sombra. Aquí en nuestra tierra, la atención sanitaria ha dado un vuelco nunca antes visto. El Hospital Hidalgo nuestro mejor y mayor centro de atención está convertido en un sitio Covid con la obligada desatención de los otros padecimientos que ello conlleva. En el Hospital III Milenio, las áreas de consulta externa se han ocupado con camas también para dar cabida a los enfermos por coronavirus. Son medidas emergentes para solucionar el gravísimo trastorno de la virosis y es bueno que ello ocurra. Sin embargo, otras afecciones de la salud pública no se han detenido, sino que, por el contrario, han aumentado. El suicidio siempre ha sido una vergonzosa marca en nuestro estado. Hemos estado en los primeros lugares en el ámbito nacional y la cifra de muertes autoprovocadas no se detiene, sino que año tras año aumenta. En esta ocasión no somos la excepción, el número de personas que han tomado la fatal decisión rebasa los 120 cuando todavía faltan cuatro meses para concluir el año. ¿Ha contribuido en algo la pandemia? Es inevitable pensar que sí. La mente humana es frágil y susceptible. La estabilidad del ambiente le ayuda a sentirse bien, segura y confiada. Ante cualquier variación del entorno que la persona no pueda controlar entra en depresión, ansiedad y fobia. Y las condiciones que hemos vivido desde marzo a la fecha no han sido nada tranquilizantes. El miedo al contagio, los hechos reales de infectados y muertos, el confinamiento en casa, la quiebra de pequeños y grandes negocios, el desempleo y el desamparo emocional en el que han quedado cerca de 500 familias al perder a sus integrantes, no es para menos. Hay un estado de temor y por momentos de pánico en el pensamiento de los ciudadanos. Se ha provocado una alteración en la vida cotidiana, salir de compras al supermercado con cubrebocas, guantes, careta y ser recibido en la puerta con gel antibacterial y tapete clorado, no es algo a lo que se acostumbre fácilmente. La suspensión de festejos familiares, convivencias de amigos, congresos de profesionistas, vacaciones y la realización de deportes crea ansiedad y frustración. Y se agrega algo más, la culpa y el arrepentimiento cuando las personas que sí han asistido a tales eventos resultan contagiados. Cuando una persona muere después de haberse contagiado por ir a una boda, la desazón y el reclamo familiar son muy desestabilizantes. Todo ello contribuido a que el suicidio siga ocurriendo imparable. Pero no se menciona, hay temas más importantes. Nuevamente el suicidio vuelve a ser un tema rechazado por la opinión pública, por las buenas costumbres, por la prensa especializada y hasta por las acciones federales de salud. Otra vez el suicidio va al oscuro rincón del olvido.


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