En su conferencia matutina, Andrés Manuel López Obrador avisó que “hay una encuesta internacional en donde se mide a los jefes de Estados de los países y estoy en segundo sitio, en segundo lugar mundial y he caído por la pandemia dos puntos”, la irrelevancia de la aprobación ciudadana a la persona del presidente se demostrará, de nueva cuenta, con el análisis del anexo estadístico que deberá contener su segundo Informe de Gobierno; es en la percepción de la ciudadanía donde estas opiniones tienen peso y frenan o llevan a la participación pública.
Hasta los primeros años de este siglo, en América Latina, la gente tenía más confianza en sus Congresos que en el Poder Ejecutivo, con la llegada de López Obrador al poder, la evidencia empírica muestra que en México lo seguidores del presidente tienen mucha más confianza en López Obrador que en el Poder Legislativo o el Judicial. Reconocer la división de poderes como principio fundamental de la democracia y analizar la confianza ciudadana en sus instituciones, permite garantizar el funcionamiento adecuado entre los tres Poderes del Estado, alertar sobre un posible desequilibrio entre ellos, evitar el ejercicio autoritario de uno solo de esos poderes.
El zafarrancho que se armó en la Cámara de Diputados para decidir quién encabezaría su mesa directiva, pone en evidencia la codicia y ruindad de muchos seguidores de la Cuarta Transformación, de esos que llegaron a una representación popular bajo la sombra del proyecto e imagen de López Obrador. También revela la miseria ideológica de la oposición y su incapacidad para hacer política de una manera distinta a la que se hizo durante los regímenes anteriores.
El chapulineo de diputados de una bancada a otra, los préstamos de Morena al Partido del Trabajo y del Partido de la Revolución Democrática al Partido Revolucionario Institucional fue la moneda de cambio, no la negociación, no el seguimiento de las reglas sobre el funcionamiento de la Cámara. Hemos construido nuestro sistema con base en los partidos y quienes dicen representarnos no muestran ningún respeto por lo que aseguran representan, la intención del PT de convertirse en la tercera fuerza a través de sumar diputados de otro partido es igual de vergonzosa que la del PRD sumándose al PRI para repeler las ambiciones personales de un soldado de López Obrador, como se describió a sí mismo Gerardo Fernández Noroña.
No voy a calificar de imbécil a Fernández Noroña, aunque se lo merezca, porque indicar que sufre una perturbación mental podría esconder la perversidad de sus intenciones, cuando en conferencia de prensa argumentó que el PRI no debería encabezar la mesa directiva porque ante la ausencia de López Obrador podría asumir las funciones del presidente; empleó el miedo y la acusación irresponsable con una vieja lección de historia: “El PRI asesinó a su candidato a la presidencia de la República. El PRI asesinó a su secretario general. Son una pandilla de asesinos”; perverso, porque tras la aparente preocupación por la seguridad de López Obrador, le llevó la contraria para llevar agua a su molino: “Señor general, si tenemos ganada la plaza, ¿por qué quiere que se entregue a los conservadores? Presidente, se equivoca”.
Estas prácticas sinvergüenzas, los legisladores las califican como “alta política”.
Lo que considero más grave es que tras ese pomposo nombre lo único que se intenta es mantener a la sociedad lejos de la toma de decisiones, ocultando la forma en que debería funcionar su Congreso; los encendidos discursos que supuestamente defienden la legalidad o una causa sólo son una cortina que impide comprobar cabalmente la existencia de la representación proporcional, que la Junta de Coordinación Política es la verdadera mano que mece la cuna del Poder Legislativo y cuáles son las funciones de una mesa directiva, incluso para qué sirve un periodo de sesiones.
La insuficiente educación cívica y política que recibimos los mexicanos provoca que nos alejemos de las reglas del juego y únicamente se critique de oídas, por costumbre, así se anula el ánimo por la participación, la descalificación que la clase política hace constantemente de la capacidad de los ciudadanos para comprender su juego, y las redes complejas de opacidad, generan desconfianza, un desequilibrio que sólo impulsa hacia el autoritarismo.
Coda. Del Catálogo de ideas fijas cuevanenses en Estas ruinas que ves de Jorge Ibargüengoitia: “HIMNO NACIONAL: el mexicano es el mejor del mundo, después de La Marsellesa, con la ventaja sobre ésta, de ser más marcial. Se dice ‘mexicanos al grito de guerra’, como pretenden algunos afeminados”.
@aldan