Los semáforos Covid han ocasionado acaloradas discusiones en persona y en redes. La alusión de que estar en semáforo rojo no es grave o significativo, como se dio a conocer por parte de la Secretaría de Comunicación Social del estado, nos dejó confirmar lo que ya sabemos, salvarnos o salvar a los otros no es importante.
El doble discurso de los ciudadanos quizá, pueda ser peor a lo que se exhibe en un comentario planeado “para sacar adelante la economía”. La salud, y quizá ahora la vida, depende de la higiene, el uso de cubrebocas, la conciencia y el sistema inmunológico.
La lógica indicaría que, si la población está molesta por el falso amarillo de nuestro semáforo, la población debería de quedarse en casa, pero no es así.
Mientras leemos discursos cursis en redes sobre usar cubrebocas encontramos una presencia ambivalente ante personas que no lo portan como se debe, es decir, cubriendo boca y nariz mientras aún así se quejan de la “alarmante disposición falsa del semáforo” pero no hacen un verdadero esfuerzo por combatir, realmente, el Covid.
Los discursos poco asertivos van desde el “no recibo a nadie y la puerta de mi casa está cerrada” al voy a fiestas, salgo sin una verdadera razón y me la paso en la calle.
Paramédicos, enfermeras, médicos y personal de salud comentan lo difícil que es estar atendiendo el problema y el cómo se mantienen los contagios mientras sufren al ver a la gente en la calle sin “quedarse en casa” para bajar los terribles índices de contagios y muertes.
Verá usted, por cuestiones de trabajo salí el sábado a un evento, cuando llegué me tomaron la temperatura pero ya adentro, era un desastre total, las sillas no tenían sana distancia, en las filas las personas estaban una de tras de otra y lo peor, las personas que ofrecían sus servicios o portaban cubrebocas que no están recomendadas (como esas mascarillas trasparentes que solo cubren el mentón pero dejan al descubierto las partículas que salen de nariz y boca por la parte superior) o bien claro está, cubría solo su boca y no nariz.
Antes de que terminara el evento dejaron de tomar la temperatura y todo era como en la vieja normalidad, salvo con algunos ciudadanos conscientes portando bien las mascarillas.
No podemos entonces querer que el gobierno pase nuevamente a semáforo rojo, de ser necesario, si nosotros como parte de él no estamos dispuestos a hacer lo que nos corresponde.
El uso de cubrebocas es obligatorio sin embargo no he visto a personas o comerciantes haber sido sancionadas por no acatar la orden estatal ¿de quién es la culpa entonces?
Con el gran acceso a la información que tenemos hoy en día si nosotros no hacemos lo que nos corresponde entonces, pasaremos más tiempo en casa fingiendo tener una “nueva normalidad” que nunca llegó porque el estilo de vida jamás cambió.
Lo que nunca pensamos como ciudadanos es el verdadero costo del Covid. Familias que pierden a más de un miembro y las cuentas millonarias por la hospitalización aún en hospitales estatales.
Y es que estar hospitalizado no es cualquier cosa y corren muchos gastos. Recuerdo la publicación de una amiga enfermera, comentó la semana pasada que un chico de su edad (32 o 34 años) ya tenía varias semanas hospitalizado y que estuvo en terapia intensiva, intubado mientras para ese día, en el que él le tomó la mano y le dijo “vamos a salir adelante” ya tenía una semana fuera de terapia. Espero que ese joven esté mucho mejor hoy, pero imagino la preocupación de su familia tanto por verlo sobrevivir como por intentar, de alguna manera, obtener el dinero para cuando lo den de alta del Hospital Hidalgo.
Tanto peor debe ser para las familias que pierden a sus familiares, tienen que pagar los servicios funerales además de la cuenta de la hospitalización.
No, seguimos sin estar preparados para el Covid pero ya no podemos culpar a Gatell o al secretario de Comunicación Social, si ya se perdió el sentido y la otredad: me cuido de perdido por ti, pues por mí no lo hago.
Y es que esto de ser portador sin síntomas y algún día enterarse es un cargo de consciencia “tremendo” mientras alguna de las personas con quienes estuvimos en contacto se contagió y tuvo síntomas graves o perdió la vida. Lamentablemente, si de conciencia hablamos también tenemos a las personas que son positivo, lo saben y hasta piden un aventón sin decir una palabra para enterarse después que contagió a los buenos samaritanos que le dieron aventón.
El Covid no es como la historia del traje del rey donde nadie veía nada mientras aseguraban que el traje era divino, es peor, no se ve, es real, existe y no se puede saber cuál será el daño que causará en nosotros o nuestros seres queridos.
La otredad es la capacidad que me permite verme en el otro y ver por él pero ya no podemos estar solo combatiéndolo en redes mientras en la vida real, no hacemos nada contra el Covid.
Es tiempo de dejarnos de cuentos, para todos es incómodo el cubrebocas, a todos se nos resecan las manos por el gel o se ponen pegajosas, todos invertimos más en productos de limpieza pero todos, todos, por primera vez, somos responsables de todos.
Yo también quiero que se restablezca la economía, quiero reunirme con mi familia, abrazarlos pero me encantaría ver, en este momento, no distraernos con discursos sino llevar a la práctica acciones firmes en pro de nuestra salud y superveniencia.
Ponerte la mascarilla bien, como dios manda, te lleva un segundo, contagiarte no sabes en qué pueda terminar.
Laus Deo
@paulanajber