EMEEQUIS/Joselo Rueda
En redes ha habido un escarnio general a la nueva serie conducida por el piloto rebelde de Star Wars, Diego Luna. Principalmente, se le acusa de aprovechar su condición de privilegio para traernos a la mesa temas “calientitos”. El mismo Luna reconoce en el primer episodio que habla “desde mi privilegio, porque siempre es importante recordarlo, hay cosas que ya no quiero cambiar”, refiriéndose al confinamiento durante la Covid-19. Y así transcurre Pan y Circo. Degustando una cata de infusiones alcohólicas sibaritas mientras de telón de fondo existen feminicidios, aborto, destrucción del ecosistema y otros temas, repito, “calientitos”.
Es decir, estamos hablando de temas álgidos, a manera de plática/debate, cuando de pronto se interrumpe la conversación para anotar cómo se van a comer el tamalito o la sopa de chicatana. Sin duda no es un contenido periodístico, educativo o académico. Pan y Circo entra en la barra de entretenimiento. Este no es un insulto, es un diagnóstico.
Pero empecemos por el subtítulo. Idea original de Diego Luna. ¿Original? ¿Organizar una sobremesa con temas “de actualidad” con amigos notorios en diversas áreas? (sin olvidar abrir un asiento a alguien del mundo del espectáculo). Pues sí. Esta serie lleva un crédito para la “idea original” del señor Dionisio Alexander (Diego Dionisio Luna Alexander, pero en el primer episodio se ve que su identidad para Zoom es Dionisio Alexander).
Acompañados todos los episodios de esta primera temporada de improvisaciones de batería como música de fondo, no podemos dejar de lado la influencia de Antonio Sánchez y su trabajo en Birdman. Además de una que otra canción o poema que, como espontáneo del toreo, algún invitado se anima y se lanza al ruedo.
Quizá sea fácil pedir o criticar al señor Luna por la falta de una contraparte que de una u otra manera haga de abogado del diablo para contrapuntear la plática. Sin embargo, es válido el asumir esta charla como amistosa, sin un espectáculo de masacrar o pelear al estilo de Laura Bozzo y terminar el episodio de feminicidios con un sonoro “¡que pase el desgraciado!”. Es válido proponer el esquema como un escaparate de ideas sobre los diversos temas que se abordan cada capítulo. Suficiente ha tenido la televisión mexicana con ejemplos de debates al estilo Laura y Nino Canún. O bien de los sermones regañones de Héctor Suárez y El Gordo Infraganti.
La más cercana a representar esta contraparte fue la ahora extitular de la Conavim, María Candelaria Ochoa, en el episodio de los feminicidios y las violaciones a los derechos de las mujeres. A Ochoa, al ser gobierno, sí le tocó una tanda de reclamos, desde una madre que perdió a su hija, hasta un conato de pelea con Marion Reimers, conductora de deportes. Por poco se suscita la misma controversia con Julián Cruzalta, sacerdote dominico, en el episodio del tema del aborto. Pero en cuanto intervino el curita, sorprendió su distancia y posición crítica hacia Roma y el señor Bergoglio.
Quizás en el mar de choros, datos (algunos sin fuente), intervenciones variadas, el momento más emotivo de toda la serie se logra cuando los comensales dejan de hablar. Cuando por fin se hace silencio durante un minuto para recordar la dura verdad de las pérdidas humanas de los feminicidios y de las que ya no regresaron. Sublime y desgarrador momento. Considero ese minuto como el mejor de la serie (sí, sí me conmovió y apachurró el pecho).
La única pregunta que nos deja el capítulo de la legalización y prohibición de las drogas no es la posibilidad de escudriñar secretos de Estado a Osorio Chong o a Calderón (Juan Manuel Santos Calderón, expresidente de Colombia). Tampoco lo es resolver el misterio de quién los dejó plantados, pues es el único episodio donde queda una silla vacía. En este capítulo, nadie cuestionó al chef Enrique Olvera, y lo que nos gustaría saber es si el chef Olvera les permitió ingresar limones. Pues desde el prohibicionismo, este personaje se acaba de convertir en instameme al publicar su irascible actitud ante los comensales de su restaurante Pujol que piden limones. Estoy seguro de que Gael los metió de contrabando y se los pasó debajo de la mesa a los demás.
También podemos comentar que en el convite se hallaban 2 de los 12 ilustres mexicanos portadores de un amparo para la transportación y consumo de mariguana con fines lúdicos. De ellos, al menos 6 son de la organización México Unido Contra la Delincuencia. Y agregar que es más fácil ampararse para tu consumo lúdico si cuentas con el tiempo y los recursos para seguir los procesos correctos. Porque el trasfondo de la actitud y tono de Pan y Circo es la idea general de justicia, conciencia, igualdad… Pero en México no todos tenemos la igualdad para conseguir un amparo como el que 12 personas seguro tienen enmarcado en la cocina, para hacer Pan y Circo. Se acabó.
*Pan y Circo. Serie conducida por Diego Luna en coproducción con su charolastra eterno.