“Soy toda oídos papito: ¿podrías explicarme por qué en vez de cambiar estructuras a todos les da por remendar armazones?”; fue la pregunta de Mafalda al escuchar durante los últimos días que el robo por hambre no está permitido, o que debe prohibirse la venta de productos chatarra a menores de edad para beneficiar a su salud y educación alimenticia.
Papá se quedó mudo. Entonces mamá Raquel entró al quite y respondió: nuestra sociedad tiene siglos de vivir oprimida, al grado de que su evolución ha provocado que se vuelva metabólico. Según Alexander Fraser Tytler, la edad promedio de las más grandes civilizaciones de la tierra ha sido de doscientos años. Estas naciones han seguido esta secuencia: de la esclavitud a la fe espiritual, de la fe espiritual al valor, de esta valentía a la libertad, de la libertad a la abundancia, de la abundancia al egoísmo, del egoísmo a la complacencia, de la complacencia a la apatía, de la apatía a la dependencia, y de la dependencia a la esclavitud.
Mafalda frunció el ceño, pero Raquel siguió hablando: la sociedad cree que al prohibir todo, sus carencias, penas y problemas se solucionan; eso se ha repetido ciclo con ciclo, a pesar de que no existan los resultados que espera. No ha entendido que el restringir sin previamente educar, el prohibir sin previamente garantizar el castigar, sin previamente dar opciones, no lleva más que a una esclavitud permanente.
Por ejemplo, si robar es injustificado, incluyendo robar por hambre, sin que previamente se hayan pensado, planeado, generado y operado políticas públicas para favorecer condiciones de una vida con bienestar a todas las personas, implica que está prohibido tener hambre. Si la sociedad en general, en el ámbito público o privado, no ha garantizado la satisfacción de las necesidades humanas para que se tenga una vida digna y un ejercicio de la personalidad armónico y sociable; es decir, si no ha “socializado” a algunas personas de su sociedad, y entonces su solución es castigar todo lo que hagan, siempre, y cada vez con mayor intensidad, sin ir al fondo del problema, está prohibiendo tener hambre, pues no se puede reintegrar a alguien a quién nunca se ha integrado y siempre se le ha olvidado.
Mafalda preguntó: ¿pero que pasa con los que dañan a los demás? Raquel contestó: cuidado, no estoy diciendo que esté bien que se dañe a los demás. Nadie tiene derecho a afectar a otro sin justificación. Lo que estoy diciendo es que la sociedad se distrae en castigar, al estar acostumbrada a ello y verlo como normal, en lugar de atender el origen del problema. Solo tapa los pozos después de que se ahogan l@s niñ@s, en lugar de educar a l@s niñ@s para en un futuro no tener que castigar a las y los adultos. Prohibir no resuelve el origen del problema, sino que la prohibición es el último paso en todo el trayecto de la socialización; es difícil empezar a volar, si aún no sabemos cómo gatear.
Entonces ¿si no ayudamos a que la sociedad comprenda su humanidad y empatía, ni damos las oportunidades para que se desarrolle individual y colectivamente en armonía, la ignorancia, el temor, la violencia, la intolerancia y la dependencia nunca se irán?, cuestionó Mafalda. Creo que vamos entendiendo pequeña, dijo Raquel, pues si solo dices algo, la mente lo olvidará, pues regularmente se ocupa del vivir al día; si lo enseñas, posiblemente podrá recordarlo, pero no sabrá que hacer con lo que recuerda, pero si lo involucras, lo haces vivirlo y entenderlo, lo aprenderá y lo aplicará. No hay que regañar simplemente, sino orientar previamente. No sólo es mostrarles la puerta, sino mostrarles las mejores herramientas y la manera de usarlas para cruzarla. Si sólo le das un no, la negación y el olvido en que viven seguiría creciendo, al igual que la inseguridad. La sociedad es reflejo del interior de cada uno de nosotros; no hay que buscar afuera lo que está dentro de nosotros.
Mafalda suspiró y dijo: creo que lo entiendo; no sirve de nada prohibir la venta de productos chatarra, si no tienes programas de educación y alimentación adecuados que lleguen a toda la sociedad; no sirve castigar al que roba por hambre, si no creas escuelas, empleos o programas de convivencia al que puedan acceder todos los integrantes de la sociedad. No puedes llegar a un segundo piso brincando del primer escalón al número diez. La prohibición, sólo generará más prohibiciones si no se atiende el núcleo de la problemática.
Has descubierto el hilo negro pequeña, comentó Raquel. Y mientras tanto, papá por fin pudo pasar el trago de agua que había dado. Al día siguiente, se anunció la creación de más acciones para prohibir conductas humanas; y todo siguió igual.