En la actualidad el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias es, simultáneamente, monumento, museo social y reserva espiritual. Es también un espacio para el ejercicio democrático de los derechos culturales de los habitantes de Aguascalientes. La población lo percibe como propio ya que se encuentra vinculado profundamente con su comunidad pues construye y porta sentido de patrimonio inmaterial. Es un lugar para la experiencia estética y reservorio cultural.
En ese espacio multidimensional se da cita la diversidad, la equidad, la inclusión social. Ahí coexisten distintos grupos socioeconómicos para acceder en diferentes grados de apropiación a los bienes y servicios culturales, que se abren a esas múltiples audiencias que allí se ven representadas en ese legado histórico-cultural.
Otra dimensión de ese bien patrimonial, es que no es presentado únicamente como verdadero, ya que coexisten dos miradas: por un lado “…una selección que privilegia bienes culturales tangibles e intangibles producidos por una clase hegemónica”, y por otro,”… se reconoce que el patrimonio de una nación también está compuesto por los productos de la cultura popular”, como lo señala el investigador social Néstor G. Canclini. Así es que, se suman los saberes y tecnologías desarrollados de manera imaginativa y creativa por sus trabajadores a lo largo de los años.
Por otro lado, también representa un vehículo que permite experimentar diálogos comunitarios mediante sus visitas. Estas se ligan estrechamente con el ser de las familias y de la ciudadanía en general, en cuyo sitio se percibe un intercambio de identidades, lo que, sin duda, otorga cohesión y da cuenta de épocas e historias centenarias. Todo esto genera un sentimiento de apego dejando su marca en la añosa memoria colectiva, más que rielera, de varias generaciones de aguascalentenses que llega hasta nuestros días.
Esa experiencia es posible vivirla de forma inmersiva y emocional en un espacio afectivamente patrimonial. Su reconstrucción se ha hecho por medio de narrativas personales que consiguen representar a la comunidad y que se transforman en el presente. Es un asidero inmaterial que posee un componente mágico que recuerda entre otras las atmósferas creadas por Juan José Arreola en el cuento El guardagujas, que lo mismo recibe al local que al forastero, a quien nadie quiso conducir su valija para llegar a la estación del ferrocarril, palabras que parafrasean al escritor militante del movimiento literario del realismo mágico.
Es pues, este sitio arqueológico, un lugar de cruce de rutas, de encuentros, abrazos, despedidas, de fotografías familiares de honda significación filial para el recuerdo, de quince años, bodas; y en la dimensión histórica, ha sido testigo de acontecimientos y episodios políticos, revolucionarios, de luchas sindicales y sociales, que han cimbrado y dado forma generosamente a este país.
Tres Centurias es la Catedral de nuestra infraestructura cultural industrial. Edificada y forjada en hierro acorde al estilo arquitectónico del siglo XIX, en la época en que eclosionó del áspero y agreste paisaje del paralelo 21, es hoy la hoja de ruta que da las claves para la conservación y la gestión patrimonial en el Estado. Desempeña un rol esencial en la construcción de nuestra noción de ciudadanía, esta se apoya en su museo de sitio, en su histórica presencia patrimonial, en su sostenibilidad y hasta del empleo en ciertos sectores. Es, en la extensión del término, todo un ecosistema cultural.
Estos sectores alcanzan al turístico como parque temático, el de negocios como foro expositivo e igualmente como anfitrión de importantes empresas de presencia nacional en el ramo de la industria de las bebidas alcohólicas. Es también territorio para la promoción y difusión cultural entre los que destaca un importante museo de arte contemporáneo de dimensión nacional e internacional. Del mismo modo es un espacio para la creación y la educación artística profesional a través de la única opción en el ámbito nacional que cuenta con una Universidad de las Artes, que suma una vasta gama disciplinar, una sala de conciertos y donde se alberga la Biblioteca Central de la entidad a cargo del Instituto Cultural de Aguascalientes; usos y factores entre otros que en conjunto le confieren renovados usos y fisonomías que reconocen la importancia de la conservación y del rescate de la identidad de este sitio patrimonial.
Conviene subrayar, que es ejemplo en el ámbito nacional de restauración medioambiental ya que se ha revertido una importante huella ecológica, acumulada a lo largo de más de cien años producto de su actividad fabril e insospechados resultados como consecuencia del inadecuado manejo de residuos, afectando la composición del suelo de decenas de hectáreas donde se encuentra asentado, y potencialmente de los mantos freáticos.
Son activos culturales los edificios del Complejo y su aún rescatable flora y fauna. También la ciudadanía con su historia cotidiana -que se anclan en ese oceánico espacio humanizado- a fuerza de memoria y del inaudible silbato grabado en algún lugar del recuerdo, representan la colección de ese museo expandido que se alza como un gran contenedor identitario que, al combinarse creativamente, consigue propósitos socialmente reconocidos en proyectos de innovación cultural y ambiental sustentables como el Corredor Metropolitano de Integración Social, que se propone “… el rescate urbano que fortalecerá la dinámica económica y turística junto con el tejido social.”, que incluye en su bitácora de trabajo al Complejo Tres Centurias.
En consecuencia, el Complejo Tres Centurias y por el enorme flujo de personas que se dan cita en ese lugar, ofrece el invaluable y excelente marco para la exposición permanente de arte contemporáneo no efímero a cielo abierto. Es lo que se dice un espacio de usufructo social que sería el primero en el Estado y la Región, para el que se podría convocar a la creación de una colección de esculturas de gran formato conformada por determinada cantidad de obras de varios autores locales, como la producción tridimensional más importante de carácter público en Aguascalientes, para crear un corredor escultórico que dialogue con el entorno, la historia y las personas; cabe en este punto, mencionar las esculturas urbanas de excelente factura en metal, obras realizadas por el Maestro Juan Castañeda, propuestas como arte urbano, diseminadas en varios puntos de la ciudad; y de la misma manera, se trae a estas líneas el eco de la inquietud del Maestro José Fonseca para realizar obra por medio de insumos ferroviarios.
La materia para la creación de estas obras provendría del inventario de los objetos, enseres o vestigios que fueron utilizados en las faenas laborales del ferrocarril que aún se encuentran almacenados esperando un segundo destino que les resignifique y que no han sido musealizados.
Estos materiales muestran el paso estacional del implacable tiempo, que enmohecidos y oxidados forman parte de un mosaico en el que la sociedad proyectó su ser y su historia. Se propone para ellos un nuevo aire que facilite diseñar nuevas poéticas o crónicas visuales cargadas de las particulares visiones de los artistas para expresar la esencia del ferrocarril mediante un lenguaje artístico contemporáneo, que los ponga en valor, a nivel humano, a ras de piso, que propone la pérdida del pedestal acercando el arte a la vida y la vida al arte, diluyendo fronteras entre arte culto y arte popular.
Estas obras llevarían las huellas que este universo ha dejado en nuestra cultura, ampliando su significado y lo conjugaría de manera efectiva con nuestro tiempo y nuestra geografía. Las piezas de arte serían manufacturadas a partir de lo degradado, de maderas y metales, en una propuesta que desacraliza a los objetos, los desfetichiza, los reinventa, mediante una intervención creativa que los trasciende, más no que los desaparece, tal como ocurrió hace años cuando se asistió a un acto de ilusionismo dentro del Complejo, que literalmente desapareció al estilo del pionero de la magia moderna, David Copperfield, vagones enteros en excelente estado de conservación del ferrocarril, enviándolos al matadero del kilo.
El Corredor Escultórico se apoya en la comprensión e integración con el lugar. Representa un homenaje que coparticipa simbólicamente de ese entorno emblemático, un espacio para la experiencia, la socialización y la educación, con sus salas de exhibición abiertas sin horarios ni barreras que invitan al contacto humano, a la vez que contribuyen al incremento de la calidad de vida urbana y el bienestar social.
Por lo anterior se infiere que es posible, la coexistencia entre cultura, tradición e historia con el arte contemporáneo. En ese sentido la propuesta del Corredor Escultórico, sería un patrimonio que se crea y construye en el presente y se proyecta hacia el futuro. Éste se ve acrecentado bajo la óptica de los artistas locales que se afanan en ese destino, en un laboratorio abierto a la experimentación y la expresión que forma parte de las acciones de innovación social de las ciudades creativas del siglo XXI.
Agosto de 2020