Tribu/ Bajo presión  - LJA Aguascalientes
25/11/2024

Emilio Azcárraga Milmo, el Tigre, celebraba el éxito de la telenovela Los ricos también lloran, y en un discurso improvisado explicó cuál creía que era su tarea como dueño de Televisa: “México es un país de una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil”. Esto fue dicho por el autonombrado soldado del PRI un 10 de febrero de 1993, las redes sociales apenas comenzaban a imaginarse, la posibilidad de que la televisión fuera un apoyo para la educación se había descartado desde hacía mucho tiempo. Ayer, el Gobierno Federal anunció un convenio con los representantes de Televisa, TV Azteca, Imagen y Multimedios, para que, junto con los canales del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, contribuyan a la impartición de contenidos educativos para 30 millones de estudiantes de 16 grados escolares de educación básica y media superior en un esquema oficial y válido. La televisión tiene que dejar de producir para entretener jodidos.

La pregunta sobre el papel que debe jugar la educación en la televisión siempre ha estado presente, en 1948, el presidente Miguel Alemán le encargó a Salvador Novo y Guillermo Camarena un informe para normar las políticas de gobierno frente a la televisión. El análisis es amplio y concienzudo, en algún momento, el poeta Novo señala que sí puede haber lugar para la educación y la cultura en la televisión, pero que se debe de ganar, a partir de elaborar “un plan digno de consideración futura para el aprovechamiento del radio y la televisión como instrumentos auxiliares de la enseñanza académica”.

Novo proponía un esquema monopólico para la televisión, en donde el Estado tuviera a su cargo el cuidado de los contenidos televisivos, no arrancó así la televisión mexicana, no siguió de esa manera tampoco. Hasta hace poco, la propuesta educativa y cultural de la televisión respondía a un esquema meramente comercial, ante la pandemia, el gobierno se ha visto en la necesidad de inspirarse para aprovechar esos canales. El escepticismo ante esa medida es válido, ya un sector del magisterio acusa al gobierno de proponer ese “modelo híbrido educativo” para rescatar a las televisoras en decadencia. Cuando el presidente hizo el anuncio, no faltó el palero imbécil que se fue por la fácil de calificar a la televisión como la “caja idiota”, a 20 días de que inicie este esfuerzo, surgirán muchas más voces que se opongan al uso de la televisión para educar a nuestros hijos, por supuesto, no faltarán los padres de familia que rechacen este modelo.

Ante la falta de definiciones de lo que la nueva normalidad tiene que ser, emplear estos canales para educar a nuestros hijos debe ser una oportunidad a aprovechar, antes que rechazarla, estamos obligados a participar en la conformación de un verdadero Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano.

Coda. Otra vez José Antonio Marina, en su libro El aprendizaje de la sabiduría señala que “Los padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden protegerlos de otras influencias muy poderosas. Los docentes solos no pueden educar a sus alumnos, por la misma razón. La sociedad tampoco puede educar a sus ciudadanos, sin la ayuda de los padres y del sistema educativo. La intervención de padres y maestros es imprescindible, pero todos debemos conocer sus limitaciones y reconocer que, en la tupida red de influencias en que vivimos, todos ejercemos una influencia educativa, buena o mala, por acción o por omisión. Vivimos haciendo surf en la cresta de una ola que procede de mares muy distintos. No podemos andar con paños calientes. Si queremos educar bien a nuestra infancia, es decir, educarla para la felicidad y la dignidad, es imprescindible una movilización educativa de la sociedad civil, que retome el espíritu del viejo proverbio africano: ‘Para educar a un niño hace falta la tribu entera’.” Quizá la nueva normalidad nos obligue a transformar la definición de tribu, no sólo una agrupación social con un antecesor común, sino una comunidad activa, que comparte un origen, una lengua, un propósito, ciudadanía participando.

 

@aldan


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