El día 3 de agosto de 1941 en pleno movimiento Nazi, el obispo católico Clemens August Graf Von Galen dio un sermón memorable en su iglesia de la ciudad de Münster en el norte de Alemania. Criticó ferozmente a los Nacionalsocialistas (Nazis) porque había decidido practicar la eutanasia contra los enfermos mentales incluyendo a los pacientes alemanes, en uno más de sus intentos de conservar la pureza de su raza. Por ello comenzó a llamársele “El León de Münster”. El obispo ya tenía historia, porque desde el inicio del conflicto atacó severamente las medidas antijudías, la detención injustificada de inocentes, el decomiso de bienes y la creación de campos de concentración. Incluso desde el púlpito tuvo la audacia de denunciar los crímenes de la Gestapo. Resistió valerosamente los intentos de clausurar los oficios religiosos de su culto e incluso defendió el derecho que tenían los protestantes de seguir asistiendo a sus templos. Su argumento era que se debía combatir la injusticia, contra quien fuera, sin importar color, raza o credo. Lo sorprendente es que nunca haya sido reprimido por los altos jefes del III Reich. El secretario de Hitler, Martin Borman le pidió permiso al Führer para asesinarlo, sin embargo el mismo jefe y su ministro Goebbles consideraron que su muerte ocasionaría conflictos con sus mismos ciudadanos y soldados que lo respetaban considerablemente. Pudiera pensarse que Von Galen se oponía al nazismo porque era un marginado. Nada de eso, era descendiente de una familia de alcurnia, tradicionalmente rica y culta. Incluso gozaba del título de Conde. Era erudito en historia, filosofía y literatura. En sus primeros años como sacerdote se hizo amigo del italiano Eugenio Pacelli, quien a la postre sería el Papa Pio XII, precisamente durante la Segunda Guerra Mundial. Al terminar el conflicto el Papa, le llamó al Vaticano y le hizo cardenal. Toda su vida se dedicó a buscar un trato humanitario para los enfermos mentales. Lo dramático del asunto es que 150 años antes el médico francés Philippe Pinel había escrito el Tratado Médico-Filosófico de la Alienación Mental donde se describían con claridad las medidas para humanizar el trato a los pacientes esquizofrénicos. Con lo cual resulta evidente que el manejo al enfermo mental tiene una larga y tortuosa senda de maltrato, abandono y deshumanización. En México el oprobioso manicomio La Castañeda duró 58 años siendo un lugar de negro historial en la psiquiatría nacional. Fue clausurado en 1968 por órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz, porque en ese año se celebrarían las Olimpiadas y no era conveniente que los visitantes extranjeros supieran de su existencia. Afortunadamente en nuestro país esta situación ha comenzado a cambiar.
