Abre agosto de 2020 para México con un panorama sombrío para casi todos los mexicanos. Los medios de comunicación dan cuenta de un escenario nacional por demás sombrío, al menos en tres aspectos, a saber: la pandemia provocada por el virus SARS-CoV 2, popularmente conocido como coronavirus o Covid-19; una economía debilitada en todo el país, que se venía deteriorando día a día desde principios del 2019 y concatenada a los efectos de la emergencia sanitaria; y, el desmedido incremento de la inseguridad pública, particularmente en las regiones del bajío, el sur, sureste, el noreste y noroeste del país, se salvan escasos puntos en la geografía nacional. Estos tres puntos, pandemia, economía y seguridad, determinan una realidad por donde despertamos cada día los mexicanos, y aunque estiramos el cuello para tratar de atisbar una salida, no se puede adivinar ninguna luz a donde miremos.
La crisis sanitaria. Escribiendo este texto en domingo temprano, los datos nos indican que México ya contabilizó, oficialmente, 434,193 contagio de Covid-19, y para mayor gravedad del anuncio, se consignan, sólo en las últimas 24 horas, 9,556 contagios adicionales; al mismo tiempo, las autoridades sanitarias federales informan sobre 47,472 defunciones por la epidemia. Sólo son números, estadísticas, datos. Sin embargo, estamos ante el drama de casi 50 mil familias que han perdido a uno o varios de sus seres queridos, una mamá, un papá, un hermano, un esposo, un hijo, un abuelo. Por otra parte, existen casi medio millón de mexicanos viviendo con la angustia del contagio, y la incertidumbre de que, llegado el caso, algún hospital tendrá la capacidad de darles la atención necesaria, cuando sea oportuno, no cuando haya disponibilidad de alguna cama. Este asunto de la contingencia sanitaria, ha rebasado de manera clara a las autoridades federales en materia de salud. Andan erráticas, justificando, más dedicadas a las relaciones públicas que a atender los requerimientos de la salud pública, hoy tan golpeada y subordinada al drama cotidiano.
Además de la pandemia, tenemos los problemas de salud de las morbilidades nacionales sin coronavirus, como la diabetes, la obesidad, la hipertensión, el cáncer; adicionalmente, se está sacrificando la atención de diversos sectores de la población, con esas vulnerabilidades, cuando ya antes era cuestionable la calidad de su atención (falta de medicamentos, tratamientos deficientes, escasez de especialistas, etcétera).
Por si fuera poco, este asunto de salud, en últimas fechas ha derivado en un problema de carácter político. Al menos nueve gobernadores han hecho pública su demanda dirigida al titular del Ejecutivo exigiendo el relevo del responsable de dirigir la estrategia federal de atención a la emergencia sanitaria, Dr. Hugo López-Gatell, por sus evidentes fracasos y alarmantes resultados en su encomienda, lo que le picó la cresta a los personeros de la 4T en defensa del Subsecretario de Salud, entre ellos el senador Ricardo Monreal y la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheimbaum, quienes conocen a la perfección al huésped de Palacio Nacional y que, seguramente, endurecerá la defensa por su funcionario sanitario.
La segunda vertiente, del triángulo de la 4T, la maltrecha economía nacional, no puede ser más preocupante. El Inegi, aferrado portavoz de la realidad económica mexicana, el jueves pasado esboza un panorama nada alentador sobre el futuro inmediato de las cifras en México. Dice el Inegi, para el 2º trimestre de 2020 el PIB cayó un 18.9%, al final del 2020, la caída de este indicador rondará entre un 9 y un 10%. También, señala el Instituto de los datos, las inversiones pública y privada, se contraerán un 9.7% y un 4.3%, tras cinco años de crecimiento. Mala señal para las expectativas económicas del país.
El 46.1% de la población ocupada (15.2 millones de personas) vieron reducidos sus ingresos laborales; en un 30.4% de los hogares, al menos un miembro del mismo, perdió su empleo, y en 65.1% de las viviendas, disminuyeron los ingresos. El 54.7% de los hogares ya cayeron, según Coneval, en el rango de la pobreza laboral, vamos, no les alcanza para surtir la canasta alimentaria básica. En esta misma tesitura, entre marzo y junio, se perdieron 1 millón 114 mil empleos según el IMSS, y lo más probable, es que se sigan perdiendo empleos en lo que resta del año.
Finalmente, en el rubro de la inseguridad, tenemos una racha en donde la tendencia se sigue manteniendo al alza, con una pendiente reducida, pero constante, casi 57 mil muertes violentas, y sin una estrategia clara, que regale un respiro a la población. La confrontación entre las autoridades de seguridad, federales, estatales y municipales, y los cárteles, sigue con una alta intensidad, aunque a veces se torna una lucha sorda, pero focalizada; la lucha entre los propios cárteles por el control de territorios y el trasiego de las drogas, se mantiene en un nivel alto. Los feminicidios en el país siguen concentrándose en al menos 10 entidades, destacándose el Estado de México, Guerrero, Guanajuato, Baja California, Chihuahua, Jalisco y Veracruz. ¿Y de estrategias para contener, reducir y eliminar los flagelos? Nada, al menos públicamente.
Ante este escenario que determina ese fatídico Triángulo del Diablo para México en este 2020, el presidente López, ve otra realidad, “tiene otros datos”. Él está convencido de que el país pronto saldrá de esta complicada y crítica situación, tiene la “esperanza”, dice que, a partir de agosto, los mexicanos iremos saliendo de la crisis. En julio, sólo se perdieron poco más de 3,500 empleos, señal inequívoca, de que pronto estaremos recuperando el camino del crecimiento y desarrollo.
Tal vez el presidente López, esté asumiendo un rol de generador de optimismo y esperanza, que, basado en su carisma y popularidad, arrastre el ánimo de los mexicanos, de los sectores económicos y nuestras fuerzas del orden y seguridad, a un estadio positivo, y que nos sacudamos ese negativismo o pesimismo, propio de sus adversarios políticos, para salir del abismo en el que, según muchos mexicanos, aún vamos cayendo.