El 4 de febrero de 1985 murió Antonio Acevedo Escobedo, escritor, editor y funcionario federal aguascalentense nacido en 1909. El entonces subdirector general del INBA, Víctor Sandoval, seguramente recordó lo que Acevedo había dicho tiempo antes en una de las tantas visitas a su ciudad natal: el deseo de donar su biblioteca y ponerla a disposición pública. A partir de entonces y tras “un periodo prudente” se iniciaron las negociaciones con los familiares cercanos para que su deseo pudiera cumplirse.
Acevedo perteneció a una generación de aguascalentenses que migraron a la ciudad de México, entre los que se encuentran Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma, Rafael y Agustín Loera y Chávez, y que a lo largo de su carrera profesional mantuvieron un vínculo cercano con la vida cultural del estado.
Desde muy joven estuvo en contacto con el mundo de la imprenta y la edición del libro, como redactor de textos periodísticos y como cajista en varias imprentas de la ciudad de Aguascalientes, trabajó también como cronista de cine y jefe de información en periódicos como Renacimiento y El Triunfo.
Los primeros años en Aguascalientes y su cercanía con las prensas fueron decisivos. Tuvo a lo largo de su vida una manifiesta afinidad y cercanía con “la comarca”, como él llamaba a Aguascalientes, característica que tuvieron muchos personajes de la región cultural que conforman varias ciudades y poblados de los estados de Aguascalientes, Zacatecas y Jalisco, como Lagos de Moreno, Pinos, Zacatecas, Jerez, Guadalajara y Aguascalientes, entre otras, como los hidrocálidos Francisco Díaz de León, Rafael y Agustín Loera y Chávez, Jesús Reyes Ruiz y Gabriel Fernández Ledesma, a los que sumamos a los nacidos en Zacatecas pero afincados en sus primeros años en Aguascalientes, Manuel M. Ponce y Enrique Fernández Ledesma. Todos, quienes migraron a la Ciudad de México y desde donde influyeron de manera significativa, en la constitución de las primeras instituciones culturales de Aguascalientes, hasta idealizarla como la “Atenas de México”, en palabras del escritor Jesús Reyes Ruiz.
Acevedo Escobedo migró a la ciudad de México en 1925, su primer trabajo fue como cajista al lado de José Vasconcelos para La Antorcha, posteriormente en el Universal, Excélsior, El Nacional y las revistas Revista de Revistas, Letras de México, Noctámbulos, entre otras. Publicó su primer libro Sirena en el aula en 1935 y a partir de ahí su carrera como escritor despuntó, fue colaborador de revistas en México y en el extranjero, reseñaba libros, reconocía personajes, escribía sobre historia y literatura, su calidad como escritor y su activa participación como promotor de la literatura y el mundo de los libros, lo llevó a ser jefe de Departamento de Literatura en el INBA.
Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y en 1980 la recién creada Universidad Autónoma de Aguascalientes le nombró Maestro Honorario por los cincuenta años de su carrera como escritor. El Gobierno del Estado le nombró “Hijo predilecto de Aguascalientes” y nombró a una de las calles de la ciudad con su nombre. Fue durante esa visita que Acevedo Escobedo hizo público su deseo de donar al estado de Aguascalientes su biblioteca personal, justo en el lugar que hoy alberga su acervo, en la Casa de la Cultura Víctor Sandoval. Ahí pronunció un sentido mensaje: “Parece que, a tanto alejarse de Aguascalientes, más se le mete a uno la patria doméstica en el alma bien llovida de nostalgias”.
La biblioteca personal de Acevedo estuvo originalmente conformada por aproximadamente treinta mil libros, de los cuales llegaron a Aguascalientes un aproximado de once mil volúmenes entre libros y revistas, además, se sumó al acervo, el archivo personal de “Don Antonio”.
Tras tres años de acercamiento y acuerdos con su cuñada y sobrino, se inauguró en 1988 el “Pabellón Acevedo Escobedo” en lo que fuera una vieja cochera al costado de la Casa de la Cultura por el Callejón de Codo en el centro de la ciudad. Se mandó hacer de manera especial un mobiliario en madera a manera de una biblioteca privada, con estantería de pared a pared y dos pisos.
Fue llamado Pabellón ya que se integró al Edificio de la Casa de la Cultura, más se accede de manera independiente y aparenta lejanía. Es, además, evidente el deseo de hacer de este espacio un lugar cálido, que invite a la investigación y disfrute de la lectura.
El Pabellón Acevedo Escobedo fue inaugurado el 4 de febrero de 1988 en una ceremonia muy discreta y privada en la estuvieron presentes sus familiares más cercanos, el gobernador del Estado en ese entonces, el Ing. Barberena Vega y el director del ICA, Arq. Mario García Navarro.
Temáticamente, la biblioteca de Acevedo está conformada en su mayoría por literatura e historia, pero también suma una amplia colección de bibliología, catálogos de libros de distintos años, historia de la imprenta y la gráfica, una importante colección de las publicaciones del Seminario de Cultura Mexicana y la Academia Mexicana de la Lengua, así como varios volúmenes de sus propias obras y aquellas de sus amigos.
La bibliofilia de Acevedo Escobedo es notoria en su colección, cuenta con algunos ejemplares de ediciones mexicanas del siglo XIX, se extraña que no haya más, pero si consideramos lo dicho por la maestra Carolina Castro, muchos de estos libros pudieron haberse quedado en el entorno familiar. Pese a esto, considero que la mayor riqueza está en las ediciones del siglo XX que salieron de las distintas prensas, pequeñas o grandes, en las que estuvo involucrado este grupo de hidrocálidos y zacatecanos amantes de la letra impresa, las prensas y el libro. Es así, que a este valor le sumamos que la mayoría están dedicados, igual que una gran parte de los libros de historia y literatura producidos en México entre los años treinta y setenta.
Otra de las grandes riquezas de esta colección es el archivo, que está agrupado en veintiocho cajas, en las cuales podemos encontrar correspondencia personal y profesional de Acevedo a lo largo de su vida, algunos papeles privados, ensayos, notas, ponencias, investigaciones, notas de ocurrencia, programas de estudio, planes académicos, por ejemplo, de la Escuela de Artes del Libro, las que discutía seguramente con Francisco Díaz de León. Uno de los valores menos reconocidos y trabajados es el del editor, en su archivo podemos encontrar borradores, correcciones, planes del diseño editorial, etc., mismo que podemos verificar como resultado final subiendo a revisar el libro ya impreso.
Es, en lo general, un acervo documental y bibliográfico íntimamente vinculado tanto en lo personal como profesional. En los libros también es común encontrar anotaciones de Acevedo, algunas académicas y otras personales. La personalidad romántica y alegre de Acevedo Escobedo es palpable en su colección, uno no puede evitar soltar carcajadas al revisar sus notas y ocurrencias o al leer el tono con que se carteaba con sus amigos.
Una biblioteca patrimonial imperdible para los amantes de los libros, los invito a que la conozcan, si ya lo han hecho, a que la visiten nuevamente y la disfruten.