La mayoría de los ciudadanos de cualquier ciudad habitamos en un barrio o colonia, mismos que son parte integral de la organización espacial y social de la ciudad. El barrio que habitamos dictará como nos relacionamos con nuestros vecinos y ciudad, incluso llagando a impactar en como construimos la realidad. Históricamente, conforme se daba el crecimiento demográfico de la urbe se establecían nuevos barrios alrededor de los cuales se construían viviendas, comercios, equipamientos e industrias. Este proceso de expansión urbana ha sido constante en Aguascalientes y no se ha detenido, aunque bien la forma y objetivos de los barrios han ido transformándose según las aspiraciones sociales y regulaciones de cada época. El tiempo ha puesto en evidencia los efectos causados por distintos modelos urbanos en sus habitantes, siendo algunos más exitosos en la generación de bienestar y capital social que otros.
Si nos remontamos a buscar en los barrios más antiguos de la ciudad encontraremos algunos de los principios de urbanismo de ese entonces, muchos de los cuales incluso han mantenido vigencia a pesar del paso de los años. Para empezar, una iglesia, de tal importancia que le llaga a dar el nombre al mismo barrio (De Guadalupe, Del Encino, De San Marcos, etc…). Junto a la iglesia, encontramos un jardín con fuente, funcionando como un espacio público muy activo y siendo el centro de la vida pública y social de cada barrio. Por otra parte, podemos observar en los alrededores del jardín se agrupan algunos comercios y servicios de primera necesidad, como restaurantes, abarrotes, panaderías, peluquerías, papelerías, etc… Finalmente, como norma general, la mayoría de estos barrios históricos se han establecido a no más de 10 minutos caminando el uno del otro. Esto significa que gran parte de la población no tiene que caminar más de 5 minutos hasta el centro de su barrio, donde se logra acceder a una oferta urbana básica, algo muy importante para el desarrollo de la población.
Como consecuencia de esta configuración espacial, los centros barriales siempre han sido espacios activos y vitales, de constante interacción entre vecinos, misma que genera confianza en la comunidad y con esto sentando las bases para la creación del capital social. Asimismo, la existencia o no de estos centros barriales en torno a un espacio público pueden ser razón suficiente para lograr una comunicación entre vecinos, ya sea para exigir a un gobierno, gestionar su colonia o incluso la celebración de eventos sociales.
Sin embargo, hoy en día la mayoría de los barrios de la ciudad no son así, aunque haya excepciones de colonias “bien logradas” no podemos decir eso de muchas otras. Una gran cantidad de procesos sociales, transformaciones en la movilidad y nuevos principios de planeación urbana han dejado de lado esta estructura barrial que tan bien ha funcionado ¿Cuántos tienen acceso a una iglesia, un área verde, un restaurante, un bar y una tienda de abarrotes a menos de 5 minutos de caminata? ¿Acaso no sería esto un indicador de la calidad de vida?
Quizá el peor modelo urbano que ha visto la ciudad en estos aspectos son los fraccionamientos cerrados, que intentan adaptar en México el fenómeno de los suburbios norteamericanos. La dependencia al auto generada reduce las interacciones entre vecinos, restando mucho valor a estas y siendo un obstáculo para la construcción del tejido social. Además, grupos de población (niños, adolescentes, adultos mayores) que no pueden manejar, se ven despojados de su libertad y excluidos de la vida pública. Al estar en las afueras de la ciudad y desconectados de la trama urbana muchas veces el servicio de transporte público es inexistente. Otros graves problemas son los constructos sociales de clase y género que se generan en los “hijos de cotos”, aunque ya habrá espacio en otra columna para exponer esto. Finalmente incrementa la polarización socioeconómica que ha visto México en los últimos años con el modelo neoliberal. Desde mi punto de vista, son un gran cáncer que crece en las ciudades mexicanas, incapaces de generar bienestar o calidad de vida en los habitantes de la ciudad, incluso llegando a incrementar la inseguridad que tanto buscan evitar.
La ciudad sigue creciendo, y con esto nuevas viviendas se siguen construyendo, la mayoría en cotos. Quizá aún no parezca alarmante, pero existe una urgencia en cambiar el modelo de desarrollo. La población de Aguascalientes aumentará en alrededor de 250,000 personas los próximos 15 años ¿Vivirán todos ellos en cotos o en barrios? ¿O quizá algo intermedio? El resultado se verá en el capital social que genere la ciudad, el bienestar, la calidad de vida, la economía e incluso la salud pública. Quizá sea momento de preguntarnos: ¿Por qué ya no construimos colonias como los primeros barrios de Aguascalientes?
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Los cotos son un éxito porque brindan mayor seguridad y orden y limpieza en el hábitat. Los barrios se han transformado en sitios sucios y zonas de riesgo, lamentablemente. Pero tienes razón en cuanto a una cuestión, en los barrios había mayor convivencia social, más comunidad. Los votos se vuelven sitios muy rígidos donde convivir, por ejemplo en fiestas, se vuelve una molestia para muchos, y otra, los niños y jovenes que deambulan por los cotos llegan a ser reprimidos por los vecinos pues piensan que son molestos. Grave situación.