En estos días en nuestro país la importancia del combate a la corrupción y la necesaria investigación, juicio y castigo a los neoliberales deshonestos que han gobernado a México ha ganado interés mediático e importancia ante casos como la extradición de Emilio Lozoya, ex director de Pemex y presunto responsable en el caso de los sobornos de Odebrecht y de otros sucios asuntos, sin embargo para la Cuarta Transformación combatir a ese grave cáncer nacional es un tema y compromiso fundacional de nuestro movimiento.
Los que hemos apoyado y seguido a nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador desde antes de su primera postulación como candidato presidencial en para los comicios de 2006, recordamos cómo siempre ha tenido como un eje central de su propuesta política combatir a la corrupción que es sin duda uno de los peores males de nuestro país, además de ser parte del origen de nuestro desastre nacional.
La corrupción, aunque existente prácticamente desde el periodo posrevolucionario como una herencia oscura de la clase política porfirista, nos provocó que la igualdad y la justicia social no llegaran a las grandes mayorías como lo habían anhelado quienes lucharon por un cambio democrático en 1910, y aunque gracias a esa primera etapa después de la victoria se crearon importantes instituciones a favor del bienestar del pueblo que todavía existen, lo cierto es que se pudo haber hecho más de no existir el robo descarado unido a los excesos de poder.
Sin embargo, fue con el arribo del neoliberalismo al poder con Carlos Salinas de Gortari y sus cómplices cuando realmente comenzamos a vivir la tragedia de una cleptocracia dedicada al saqueo, el tráfico de influencias y al remate de los bienes nacionales en beneficio de unos cuantos malos empresarios que se coludieron con esos neoporfiristas que poco a poco lograron un amasiato con varios partidos políticos con los que compartieron el botín nacional.
Más allá del robo a la nación, la concentración de riqueza y el crecimiento en la desigualdad, el daño de la corrupción es simplemente una tragedia. De acuerdo a un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que coincide en cifras con una investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2018, la corrupción le cuesta a México anualmente el 10 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) lo que se traduce anualmente en una pérdida de al menos 21.9 millones de pesos.
En la noche del 1 de julio de ese año cuando se logró nuestro triunfo electoral, López Obrador describió con claridad que la corrupción no es un fenómeno cultural, sino el resultado de un régimen político que ocasiona con esas malas acciones desigualdad social e incluso la violencia e inseguridad pública que ahora padecemos.
En ese mensaje fue claro que no haría persecución política, sino un “borrón y cuenta nueva”, pero aclaró que se daría seguimiento a las investigaciones abiertas y se castigaría a las acciones de corrupción de nuestra actual administración. Sobre aviso no hay engaño y por eso casos como Estafa Maestra, los desaparecidos de Ayotzinapa y Odebrecht entre otros ahora están dando resultados con las indagatorias realizadas en nuestra gestión.
Al mismo tiempo las escaleras se barren de arriba hacia abajo en esta administración, se trabaja con transparencia y pulcritud, y en caso de existir algún caso de sospecha se investiga y se sanciona.
Esto no es sencillo, el pasado régimen dejó la cómoda dinámica del corrupto y del corruptor, del que roba y del que salpica lo robado para hacer a todos cómplices. Quitar esa manera de hacer las cosas nos llevará tiempo y esfuerzos.
En estos días, a través de los medios de comunicación nos enteramos de que al parecer Emilio Lozoya ha declarado, que además ofreció grabaciones con 18 horas de duración en los que se muestra la presunta entrega de millonarios sobornos a legisladores federales de las bancadas que apoyaron a la Reforma Energética, se habla de una casa en las que se hacían fiestas con derroche de lujos y bellas mujeres para concretar negocios turbios entre políticos del pasado régimen y empresarios, se ha filtrado que ha dado nombres de la cúpula del poder neoliberal.
Más allá de la veracidad de esas versiones, todos imaginamos que esos corruptos conservadores deben estar muy nerviosos, las consecuencias de sus acciones los están alcanzando.
A los mexicanos nos resta estar unidos, atentos, dedicados a construir a este país dejado en la ruina a causa de la corrupción, pero sobre todo, nos queda el compromiso de cada día tener una conducta honesta y honrada en la que no pueda caber el engaño, el soborno, el abuso de poder y el robo.
Lo expreso porque la conducta del corrupto está íntimamente ligada a la del egoísta que solo busca la riqueza, el bienestar material y el poder a costa de las mayorías, esa manera de vivir sin ética ni empatía por los demás la aplaudieron los neoliberales y provocó un enorme daño al país.
Esta nueva conducta, está basada en la honradez, la solidaridad y la generosidad son sin duda las acciones que de manera cotidiana contribuyen a impulsar a nuestro Cambio Verdadero.