Lo acontecido en los últimos días a dos candidatos presidenciales, en sus visitas a universidades, ha desencadenado la publicación de varios artículos periodísticos y múltiples comentarios en las redes sociales. Mientras que algunos señalan las protestas como lamentables y como un riesgo para la democracia mexicana, otros argumentan que la democracia no es un asunto terso donde las diferencias se resuelvan con base en la razón y sin pasiones. En principio, coincido con el último tipo de aseveraciones. Sin embargo, es necesario acotar que la convivencia democrática requiere de, al menos, dos elementos sin los cuales difícilmente puede ser llevada a cabo: el respeto y la tolerancia con el que se disiente. Es cierto, las campañas políticas despiertan pasiones, emociones, discusiones álgidas, protestas, pancartas, aplausos, silbatinas, abucheos, entre muchas otras expresiones. Estas manifestaciones son parte de la lucha por el poder. Todas entran en la democracia y pueden manifestarse, siempre y cuando no nulifiquen el derecho de los otros a respaldar, defender, criticar, oponerse, o, simplemente, a escuchar las propuestas de algún contendiente. En un régimen democrático, tanto el que ovaciona, como el que se opone tienen derecho a coexistir. Pero, para que pueda ocurrir esta cohabitación, ni el aplauso debe ahogar a la crítica, ni la protesta debe sobrepasar el límite de la tolerancia hacia el que expone, ni al que está interesado en atender las ideas del expositor.
La visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana ejemplifica cómo una parte de la sociedad entiende que la aclamación y la desaprobación a un político pueden existir y desarrollarse, sin denuesto, en un mismo acto. No obstante, este evento también demuestra que hay sectores de la población que sobrepasan los límites de la protesta y vulneran el respeto y la tolerancia que debe existir en todo ejercicio democrático. El candidato del PRI se encontró con apoyos y protestas de todo tipo durante la llegada y el diálogo con los universitarios. Hasta que acabó su intervención en el auditorio, no hubo ningún hecho que transgrediera seriamente el intercambio democrático. El problema fue el desbordamiento de pasiones a la salida del aspirante a la presidencia. El hostigamiento y expresiones como “¡Fuera, fuera!” perpetradas a EPN por algunos alumnos de la UIA no abonan a la convivencia democrática. Por el contrario, actos y consignas de este tipo inhiben el diálogo democrático. Si, cómo se ha comentado, las respuestas y comentarios del candidato no satisficieron a ese grupo de estudiantes, esto no valida sus acciones. El grado de solidez, o evasión, de las respuestas de los candidatos deben ser objeto de análisis y crítica, no de intolerancia. Si el grupo de estudiantes se justifica, argumentando que no se deslindaron todas las responsabilidades por ciertas acciones durante el mandato del ex gobernador, poco lograron al acosarlo. Un agravio no se solventa cometiendo otro, aunque sea de menor magnitud. El grupo de estudiantes “anti PRI” olvida que pudieron manifestarse de viva voz gracias a que las autoridades de la UIA organizaron un encuentro libre con los candidatos. Pocos conocerían su rechazo al mexiquense, si el ejercicio no hubiese ocurrido. Al demostrar actitudes intolerantes, este grupo de estudiantes está cerrando la puerta a que se repitan más intercambios democráticos con aquellos que aspiran o detentan el poder. Están declinando la oportunidad de escuchar y examinar las propuestas, e inquirir directamente a los actores políticos. Asimismo, este sector está proporcionando una justificación a los políticos para rehuir al cuestionamiento y la crítica dura de los universitarios. Peor aún, están vulnerando el derecho de aquellos miembros de la universidad que sí quieren continuar con el flujo de ideas con la clase política.
Por otra parte, más allá de lo sucedido con el candidato del PRI, expresiones como “La Ibero no te quiere” resultan preocupantes. Así como ciertos políticos presumen ser la voz del pueblo, algunos estudiantes han decidido emularlos y claman hablar por toda una comunidad universitaria. En este tipo de eventos, ¿cuál es la voz que representa a la universidad? ¿El grupo que vitorea o el que abuchea? Las universidades son comunidades plurales conformadas por académicos, personal administrativo, estudiantes y ex alumnos. Cada grupo tiene múltiples posturas, ideologías y diversas visiones del mundo. Pueden convivir, discutir ideas y dialogar porque las universidades son espacios abiertos y tolerantes a la diversidad. En ejercicios democráticos, como la presencia de candidatos presidenciales en los recintos universitarios, ningún grupo puede ostentar hablar por toda la comunidad. Aunque una mayoría no tenga simpatía por un candidato, seguramente habrá un sector que sí tendrá una preferencia por él y habrá otro apartidista que desea conocer las propuestas e ideas para, así, determinar su voto. El respeto y la tolerancia son elementos esenciales para que cada grupo, mayoritario o minoritario, pueda decidir libremente cómo actuar ante el encuentro con un político. Si un sector habla por los demás, o se impone al resto, la convivencia democrática se deteriora.
Comparto la idea de que en la vida pública no toda acción puede estar basada en la razón. Sin embargo, hay espacios donde debe predominar la deliberación razonada. Así como en un estadio se espera encontrar una mayoría de individuos cantando y apoyando incondicionalmente a su equipo (y pocas personas llevando la estadística del encuentro o analizando la estrategia de las escuadras), en las universidades se esperan más argumentos fundamentados y menos emociones desbordadas. Asimismo, en la universidad debe prevalecer el respeto y la tolerancia con aquellos con los que no se concuerda, sin que estos límites sofoquen la intensidad del intercambio de ideas. El reto es encontrar el equilibrio donde todos los individuos se puedan manifestar sin atropellar los derechos de los otros, pues la intolerancia no sólo daña a los que la ejercen o a su comunidad, sino a toda la sociedad.
Rodrigo Velázquez López Velarde
Profesor del CIDE Región Centro
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