Tomás Eloy Martínez invitaba a recordar siempre que el periodismo es, “ante todo, un acto de servicio. El periodismo es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro”, sin importar la plataforma desde la que difunda sus historias, un periodista cuenta sus historias como un servicio. El periodismo de investigación, de datos, cultural, ambiental, científico, de soluciones… el apellido que se le quiera poner, por definición, el periodismo se trata de un trabajo para la sociedad, no para el poder, cuando se deja de servir al público y se emplea para atender al poder, se transforma en servilismo.
No habían pasado 24 horas de la difusión del informe de Article 19 en donde se señalaban los riesgos del discurso difamatorio del que hacen uso los funcionarios y seguidores de la Cuarta Transformación, cuando en la conferencia matutina un mamarracho reclamó que la Secretaría de Gobernación hiciera un exhortó a Ciro Gómez Leyva y Joaquín López-Dóriga para que se conduzcan “con respeto, con que no hagan mentiras falsas”. Servil al extremo, Carlos Pozos, quien se presenta a sí mismo como Lord Molécula, le pide al presidente que se apliquen los mecanismos de censura del régimen priista, para obligar a que todos los periodistas se dirijan respetuosamente hacia Andrés Manuel López Obrador, es decir, para eliminar toda crítica a sus acciones.
Lanzado a la fama por su atuendo y sus preguntas estúpidas (¿cuál es el punto de ignición de la molécula?), Carlos Pozos dejó de presentarse como reportero de la revista Petróleo y Energía, para abrir su canal en YouTube y monetizar su lambisconería diaria a través de Lord Molécula Oficial, para a través de las “benditas redes sociales” subir su reporte sobre la conferencia matutina.
La obediencia ciega, la sumisión, son diferencias entre el servicio y el servilismo, Carlos Pozos se victimiza y aprovecha la deferencia que tienen con él los productores de la conferencia matutina para descalificar a quienes cree que son los adversarios del presidente, con información falsa, acusa a Ciro Gómez Leyva de defender a Genaro García Luna, de recibir más de un millón de pesos del gobierno de Enrique Peña Nieto, y aprovecha esas mentiras para acusar a López Dóriga de exhibir a ese sospechoso grupo de reporteros de la primera fila de ser pagados por Jesús Ramírez, vocero presidencial, y realizar preguntas a modo a López Obrador.
El perfecto adulador que es Carlos Pozos se hace el ofendido por la exhibición de su lambisconería y pide que se les castigue. Mientras en el país periodistas comprometidos con la idea de servicio buscan soluciones para que el trabajo del reportero se realice en mejores condiciones, para que se deje de ejercer violencia contra los profesionales de la información, para evitar los discursos estigmatizantes que se transforman en agresiones contra los reporteros, un mentecato pide que vuelvan los mecanismos de censura con que antes, desde los gobiernos, se reprimía, amenazaba y violentaba a los periodistas.
El propósito de Carlos Pozos es clarísimo, su pasado como ejecutivo de ventas de un medio lo define, conseguir que le sean pagadas sus adulaciones, obtener un beneficio económico de la zalamería, si ese su objetivo, allá él, su ética profesional se lo permite; el problema es que, gracias a su servilismo, el poder puede aprovechar para echar a andar la “maquinaria de intimidación a periodistas”, como dice Ciro Gómez Leyva.
Coda. Un aforismo de Lichtenberg que siempre me viene a la mente cuando Carlos Pozos levanta la mano para preguntar cualquier tontería: “No son las mentiras francas sino las refinadas falsedades las que entorpecen la expresión de la verdad”, y uno más que considero lo define: “Hay ineptos entusiastas. Gente muy peligrosa”.
@aldan