- En México está normalizado el trabajo infantil como parte de todas las generaciones, lo que causa que muchos pierdan su derecho a la educación y estanquen su desarrollo
- El 49.6% de las niñas, niños y adolescentes en México están bajo condiciones de pobreza; el 40.3% en condición moderada y el 9.3% en extrema
- La desigualdad todavía se agudiza en las comunidades rurales e indígenas, donde hasta el 33% de los menores de 18 años están en pobreza extrema
Este 23 de junio el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) gestionó un conversatorio para discutir la grave problemática del trabajo infantil, y cómo esta se deriva en el empobrecimiento del futuro de niñas, niños y jóvenes que en vez de seguirse desarrollando plenamente, terminan trabajando con salarios bajos y en condiciones insalubres en fábricas, ladrilleras o hasta en las calles de manera informal.
A la mesa de diálogo virtual atendieron Silvia Novoa Fernández, directora de World Vision México; José Nabor Cruz Marcelo, secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval); y Mario Luis Fuentes, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) especialista en políticas y derechos sociales. La tertulia fue moderada por el periodista y escritor Ricardo Raphael, y giró en torno a qué representa la pobreza en esos sectores poblacionales, cómo afecta a la sociedad y cómo se puede erradicar para garantizar su respeto a los derechos que les competen.
“Yo no voy a la escuela… Dos años, ya, pero apenas iba iniciando primero de secundaria”, “eso es lo que no me gusta de la ladrillera porque con el humo que sale del horno, mmm, hace daño en los pulmones”, esos fueron algunos de los testimonios anónimos con los que se comenzó el debate sobre la situación de miles de niñas, niños y adolescentes mexicanos que están obligados a trabajar por la precaria situación económica que se vive en sus familias.
El trabajo infantil está normalizado
La primera en participar en el conversatorio fue la activista Silvia Novoa Fernández, quien reconoció que el trabajo infantil es una problemática “socialmente aceptada, normalizada en muchos casos; que vulnera los derechos a la educación, al descanso, al esparcimiento, a la supervivencia incluso, y al desarrollo, a la no discriminación, entre muchos otros temas”.
Abundó y dijo que algunos de los factores que potencian el trabajo infantil son las cuestiones culturales ya que en muchas familias se llega a considerar como actividad formativa, donde los roles de género son evidentes, afectando de manera diferenciada a niñas y niños, según sea el caso de explotación.
Otras de las razones que conducen al trabajo infantil es la falta de oportunidades laborales en comunidades vulnerables (indígenas, de bajos recursos, etcétera) y, añadió, a esto se le suma la pandemia mundial que además de poner en riesgo la vida de muchas y muchos, por el decrecimiento económico que se viene, se espera que los casos de trabajo en niñas y niños aumente considerablemente.
Señaló que algunas de las consecuencias de las malas condiciones que existen en el trabajo infantil “son graves y de largo plazo: la violencia, el crecimiento de la población adolescente joven que se incorpora a trabajos ilícitos y a la delincuencia, entre muchas otras consecuencias. Así como las sanciones económicas que puede tener el país y su consecuente pérdida de competitividad en productos donde no se ha eliminado el trabajo infantil, también es un riesgo grave”.
La realidad, pobreza extrema
José Nabor Cruz Marcelo, secretario ejecutivo del Coneval mostró los datos duros que engrandecen las graves circunstancias que cientos de miles de niñas, niños y adolescentes están viviendo en México. El organismo autónomo está encargado de observar y sugerir propuestas que puedan erradicar el detrimento de las seis dimensiones de pobreza que analiza: rezago educativo, acceso a servicios de la salud, acceso seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y el acceso a la información. Todas ellas presentes en la realidad los trabajadores menores de edad.
Nabor Cruz Marcelo explicó que el análisis de la pobreza infantil es importante porque tiene “mayor probabilidad de volverse permanente, tiene efectos irreversibles”, asimismo, puede producir una transmisión intergeneracional con tendencia a que se repita con mayor potencialidad en el futuro de todo el país. Todo lo anterior puede empeorarse si no se priorizan nuevas políticas públicas para estos sectores poblacionales. Políticas que devengan en la protección de sus derechos humanos.
Según información del Coneval sobre la pobreza multidimensional en México 2018, el 41.9% de la población se consideraba como pobre; 34.5% catalogado en pobreza moderada y el 7.4% en pobreza extrema. No obstante, la situación se agudiza al tomar solamente el grupo etario de menores de 18 años, en donde el 49.6% de las niñas, niños y adolescentes están reportando síntomas de pobreza; el 40.3% en condición moderada y el 9.3% en extrema.
El problema del trabajo infantil de mano con la escasez de recursos se agrava todavía más cuando se mide a la población de 12 a 17 años según su condición laboral. De acuerdo al Coneval, el 45.6% de los menores que no trabajan están en pobreza (38.6% moderada, 6.8% extrema), sin embargo, el 53.9% de los menores que sí trabajan se encuentran bajo pobreza (40.3% moderada, 13.6% extrema), es decir “hay, desafortunadamente (…) un mayor porcentaje de adolescentes de 12 a 17 años que sí tienen que trabajar y que están en condición de pobreza”, señaló Nabor Cruz Marcelo.
Desigualdades
En la pesquisa realizada por el Coneval sobresalen algunas desigualdades en las personas menores de 18 años que viven en comunidades rurales contra los que viven en la zona urbana. El 61.5% de los jóvenes que viven en comunidades rurales realizan sus actividades en pobreza (43.3% moderada, 18.2% extrema), lo cual es evidentemente mayor al 44.9% de los menores de 18 años que viven en la urbe y que también son pobres (39.1% moderada, 5.8% extrema).
En ese mismo grupo etario, las desigualdades se repiten de manera agobiante en las comunidades indígenas, comparándolas con las no indígenas: el 77% de los menores de 18 años de las poblaciones indígenas están en pobreza (44% en moderada, el 33% en extrema). También alarmante, pero en contraparte, el 46.2% de la población no indígena menor de edad está en pobreza (el 39.8% en moderada, y el 6.4% en extrema). “El dato es abrumador y muy muy preocupante”, sentenció el representante del Coneval.
Dentro de las seis carencias analizadas por el organismo autónomo, destacó el secretario ejecutivo del Coneval, la que mayor afectación tiene en las niñas, niños y adolescentes es la de el acceso a seguridad social, seguida por la carencia por acceso a servicios públicos de la vivienda. “Los adolescentes que tienen la necesidad de estar laborando pues lo hacen en condiciones precarias, mayoritariamente, sin ningún mecanismo de protección social”, concluyó.
Mario Luis Fuentes, experto en derechos sociales de la UNAM, puso sobre la mesa que el planteamiento sobre lo que se puede hacer no se puede reducir sólo a escolarizarlos para ver cómo se desempeñan en el futuro, sino que el debate gira entorno a construir un sistema de protección y asistencia social “porque estos niños van a ser adultos, muy rápido, sin capital humano, con graves condiciones de explotación. Lo único que nos queda es vigilar el cumplimiento de las normas y, sobre todo, que haya realmente un compromiso de derechos humanos de las grandes empresas”.
Fuentes: