En medio de esta pandemia, el pasado 25 de mayo el afroestadounidense George Floyd, acusado de fraude fue presuntamente asesinado por asfixia durante su detención por un agente del Departamento de Policía de Minneapolis en Estados Unidos. Los videos y testimonios confirman que el agente permaneció hincado con la rodilla en el cuello de Floyd hasta llevarlo a la muerte.
Esto derivó en protestas, manifestaciones y disturbios en al menos doce ciudades importantes de ese país en las que los inconformes exigieron justicia por un caso de racismo y brutalidad policiaca. La situación es delicada en ese país en el que ya hubo órdenes de toque de queda y el Presidente Donald Trump tuvo que ser resguardado en un búnker el pasado uno de junio.
El tema de racismo y discriminación no es nuevo en Estados Unidos, pero tampoco en México donde por décadas de alguna manera han tratado de hacer invisible por momentos por las autoridades de los pasados gobiernos y en otro mucho por la misma sociedad que se avergüenza de ello, pero lo practica en lo cotidiano, a partir de este comentario deseo compartir mi reflexión.
En gran medida heredado desde el periodo colonial, el racismo vinculado con el clasismo ha contribuido a la desigualdad en México. El color de piel está fuertemente relacionado con los estratos socioeconómicos y con las posibilidades de que las personas puedan mejorar su nivel de vida. Las personas con rasgos indígenas y los morenos o con rasgos afromexicanos tienen menos posibilidades de prosperar en México y eso es a causa del racismo, una conducta de la que todos debemos sentirnos avergonzados y debemos desterrar.
Las tres anteriores transformaciones no lograron erradicar de la sociedad el racismo y clasismo heredado de la Colonia en la que el moreno, el indígena, el pobre son despreciados y marginados en medio de un modelo económico que normaliza a la desigualdad.
En su libro 2018 La salida. Decadencia y renacimiento de México, Andrés Manuel López Obrador quien siempre se ha pronunciado reiteradamente en contra del racismo y la discriminación expone como una de las terribles herencias del neoliberalismo que de acuerdo al Banco Mundial unos 60 millones de mexicanos son pobres, de los cuales, 22.3 millones son extremadamente pobres. En ese mismo sentido el 38 por ciento de la población de habla indígena vive en la pobreza extrema y en el que la tasa de pobreza extrema para la población hablante indígena es casi cuatro veces más alta que la población en general.
De manera más contundente, en el estudio “Por mi raza hablará la desigualdad. Efectos de las características étnico- raciales en la desigualdad de oportunidades en México” elaborado en 2019 por Oxfam México exponen que existe una relación entre color de piel, pobreza y oportunidades para el desarrollo.
Utilizando cifras del Inegi, este interesante estudio asegura que indígenas, personas con piel oscura y afrodescendientes son regularmente más pobres que los blancos y mestizos, tienen menos posibilidades de consolidar su formación académica, de obtener mejores empleos y por supuesto de mejorar su nivel de vida.
Añado que en esta misma cultura de la discriminación, las mujeres son las más afectadas a las que se les añade el “techo de cristal” del modelo machista que impide su desarrollo en el campo laboral. Muchas otras personas como las de capacidades diferentes, la edad avanzada y orientación sexual son también desafortunadamente víctimas de la discriminación y la exclusión social.
En esa cultura clasista y racista, desafortunadamente se da regularmente que el moreno descalifica al más moreno, el pobre ningunea al otro más pobre contribuyendo más a la desigualdad.
Con el triunfo del Cambio Verdadero, el Gobierno de la Cuarta Transformación presentó un Plan Nacional de Desarrollo que rechaza el racismo y la discriminación desarrollando acciones concretas a favor de su erradicación.
“El crecimiento económico excluyente, concentrador de la riqueza en unas cuantas manos, opresor de sectores poblacionales y minorías, depredador del entorno, no es progreso sino retroceso. Somos y seremos respetuosos de los pueblos originarios, sus usos y costumbres y su derecho a la autodeterminación y a la preservación de sus territorios”, señala el documento “propugnamos la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, la dignidad de los adultos mayores y el derecho de los jóvenes a tener un lugar en el mundo; rechazamos toda forma de discriminación por características físicas, posición social, escolaridad, religión, idioma, cultura, lugar de origen, preferencia política e ideológica, identidad de género, orientación y preferencia sexual”.
La postura del Gobierno del Cambio Verdadero va acompañada de estrategias y acciones concretas a través de programas sociales y de desarrollo económico incluyentes, buscando un crecimiento de abajo hacia arriba, dando voz a todas y a todos pugnando por una democracia participativa. No es casual que el Gobierno Federal impulse proyectos de desarrollo en el Sur del país ya que sabemos del desigual desarrollo e infraestructura respecto al resto de México, esta prioridad es en congruencia con nuestro principio de que por el bien de todos, primero los pobres.
Con la epidemia del coronavirus surgieron desafortunadas expresiones discriminatorias en contra de los trabajadores de la salud a lo que el Gobierno Federal respondió con una campaña de concientización para reconocer la labor de éstos heroicos profesionales.
Sin embargo, más allá de las campañas gubernamentales y de programas y estrategias del Estado Mexicano, el principal factor transformador para eliminar el racismo y la discriminación está en cada uno de nosotros.
Ideólogos como Aimé Cesaire y luego Frantz Fanon, políticos como Malcolm X y Nelson Mandela han dejado un legado de reflexiones y conocimientos sobre la importancia de quitarnos la conducta socialmente heredada de querer ser como nuestro explotador, de ser como el que nos somete y así someter y discriminar al que tenemos a nuestro lado. Esa aspiración de imitar al colonizador y despreciar a nuestro paisano siendo un país multicultural de indígenas, afromexicanos y mestizos es un error que desune, margina e impide el crecimiento.
El primer paso está en nuestro hogar, colonia, escuela y centro de trabajo donde el lenguaje con palabras racistas usadas con desprecio como “prieto”, “indio” o aquellas que discriminan como “naco” o aquellas que nos llevan a una cultura machista deben desaparecer de nuestro vocabulario. Ese es también un reto enorme de cada uno para nuestra Nueva Normalidad.