Hace relativamente muy poco tiempo, en la postmarcha 8M (marzo) y postparo 9M de las mujeres, se comenzó a probar el logro manifiesto de dichos eventos, el de marcar un antes y un después; de ser un turning point de la condición de mujer sometida a toda suerte de violencias de género y de su entorno social, sin que algo pase o muy poco, y que fuera significativo para el gran conjunto de la población que son –el 52% del total o más-, según la comunidad de pertenencia. (Nota mía: LJA. EL cambio que viene. Viernes 13 de 03, 2020).
Gracias a mesas de evaluación y debate organizadas post-evento, a iniciativa de múltiples medios de comunicación, pudimos percatarnos de que la eficaz convocatoria a dichas manifestaciones lograron una movilización social de envidiables proporciones. Un dato, para mí de gran relevancia, fue el hecho de que el gran conjunto social de las mujeres hubieran sentido vivamente, quizá por primera vez a nivel de país, un espíritu de cuerpo, de comunión, de solidaridad –que ellas llaman sororidad (de soror-oris/hermandad)-.
Hoy, casi a punto de concluir con el llamado a afrontar la pandemia mediante la observación de la Sana Distancia, o distanciamiento social, que fue en realidad un confinamiento de la familia en casa, estamos siendo alertados del incremento de la violencia contra las mujeres, precisamente en el seno del hogar. La semana pasada, (El Staff de este diario LJA.MX publico: Violencia Contra Mujeres, Una Realidad Más Allá De Estereotipos. 18/05/2020), edita en su editorial cómo una periodista preguntó al presidente sobre las políticas públicas y los recursos destinados a prevenir la violencia contra las mujeres. La reportera incluyó en sus preguntas datos oficiales del Secretariado Ejecutivo. En respuesta, el mandatario federal declaró que “No precisamente por el retiro a las casas ha habido más violencia. Eso puede ser que suceda en otros países, pero la familia mexicana es distinta. Nosotros estamos acostumbrados los mexicanos a convivir, a estar juntos”.
Y aludió que en otras partes del mundo, como Estados Unidos, “que no existe esta tradición, esta cultura”, puede ser que durante el aislamiento se provoquen agravios, confrontación y violencia, pero no es el caso de nuestro país. “Cuidado con los estereotipos, con teorías de aplicación general. Yo me rebelo ante eso”. Advertencia que refrenda su pensamiento al respecto, y que expresó el pasado 6 de mayo, al negar que la familia fuera uno de los ámbitos donde ocurre la violencia contra las mujeres, ya que en México “la familia es fraterna”.
Postura oficial que es claramente impugnada por los colectivos feministas. Pues, la misma fuente en cita indica que: “decenas de organizaciones civiles que acompañan a víctimas, entre ellas Equis Justicia para las Mujeres, la Red Nacional de Refugios y el Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio, emitieran comunicados y cartas dirigidas a él para enfatizar que la violencia contra las mujeres no sólo es una realidad en México reconocida en la propia Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), sino que nuestro país no cuenta con políticas de Estado capaces de garantizar atención para las víctimas. “Negar violencia contra las mujeres, la agudizará”, condenaron las feministas.
Controversia que es exacerbada, desde mi punto de vista, debido a la campaña mediática que ha lanzado el gobierno federal, nada menos que encabezado por la Secretaría de Gobernación, en boca de su Titular a una con el Consejo Nacional de Población, al difundir su promocional: “Para que la violencia no te gane, respira y… Cuenta hasta 10”.
Así lo consigna, por ejemplo, Gabriel Soriano (LJA.MX, “Insensible e indolente es la campaña de Cuenta hasta 10”. P. 15. Jueves 28 de mayo de 2020), cuando cita a Gwendolyne Negrete Sánchez, presidente y fundadora de la asociación civil Mujeres Jefas de Familia, quien califica de “burla al clamor de las mujeres que estamos pidiendo que se pare la violencia”.
El craso error de este enfoque y tipo de abordaje al problema de la violencia –para el caso doméstica o de parejas- es pretender atajar el acto violento en el último tramo y tránsito de su ejecución. Inducir la famosa cuenta regresiva de 10, antes de asestar el golpe, o inferir el daño físico intencional a una víctima por un agresor es como querer frenar un vehículo marchando a gran velocidad, antes de la inminente colisión; o detener la flecha al soltar la cuerda tensa, o una bala al tiempo de presionar el gatillo. Ya conocemos los resultados. El punto crítico es, precisamente, no dejar llegar ese momento. La física lo explica bien, el momentum es el instante del impulso de un cuerpo/masa desplazándose a determinada velocidad.
El acto humano se distingue del mecanismo inercial de la naturaleza, gracias a su capacidad decisoria; es decir, debido a la intervención de su inteligencia y emotividad. Es verdad, podemos reaccionar instintivamente, pero no estamos pre-determinados a ello; podemos optar. La fuga ancestral a aquello de: “el diablo me hizo hacerlo”, no es válida, es evadir la responsabilidad de mi acto. Lo que hago o ejecuto me es intrínsecamente imputable, y de aquí deriva mi responsabilidad. De ahí la importancia de nuestra “inteligencia emocional”.
Es verdad que, en nuestra ingeniería y conformación humana, coexisten diversos estratos cerebrales que condicionan y posibilitan nuestro funcionamiento en el entorno físico, son condición de pervivencia y vitalidad. Recordemos. El cerebro – reptiliano (médula y tallo) o instintivo es el que está a la base de la preservación de la especie; – el cerebro límbico o emocional que actúa de manera reactiva para protección del ego o personalidad propia; y – el tercero o la corteza cerebral que es el más evolucionado y capaz de interpretar la realidad circundante y por ello generar la creatividad humana. (Nota mía: LJA. El #Ice Bucket de la Desconfianza. Sábado 30 de Agosto, 2014).
Abundemos un poco. Cerebro reptiliano es la estructura más primitiva que asegura el impulso por la supervivencia: comer, beber, temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo, protección. Nos sitúa en el puro presente, sin pasado y sin futuro, por lo que es incapaz de aprender o anticipar. En él se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo. Es pura impulsividad, y es el que responde instintivamente a lo que percibe como amenazante, por el ataque o la fuga. Nótese que es aquí precisamente donde se sitúa la mencionada “cuenta Regresiva de 10”, ya que o profundiza la confrontación o la evade, no resuelve la violencia, su causalidad está, previa, en la percepción de la emociones distorsionadas por la pasión.
El cerebro límbico.- Se compone por un conjunto de estructuras cuya función está relacionada con las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria. Define nuestra personalidad, nuestros recuerdos. Los componentes de este sistema son: amígdala, tálamo, hipotálamo, hipófisis, hipocampo, el área septal (compuesta por el fórnix, cuerpo calloso y fibras de asociación), la corteza orbitofrontal y la circunvolución del cíngulo. También es llamado cerebro medio. Es el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión. En el ser humano, estos son los centros de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre experimenta penas, angustias y alegrías intensas. Posiblemente usted ya haya experimentado alguna vez en carne propia, la sensación de sequedad en la boca, la lengua que se pega al paladar, la boca del estómago que siente la secreción de jugos biliares o gástricos, así reacciona ante alguna agresión o amenaza, por dicho o hecho, o por mero pensamiento.
El cerebro Neocortical.- El neocórtex o cerebro racional es el que permite tener conciencia y controla las emociones, a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas: memorización, concentración, autorreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado, es la parte consciente de la persona, tanto a nivel fisiológico como emocional. (Cfr.: https://cutt.ly/1yFXvjY). En él se dan procesos asociativos, imaginativos y creativos, se asocia con la posibilidad de ver globalidades y establecer relaciones espaciales. Finalmente el cerebro Neocórtex es, sin lugar a dudas, el que más nos diferencia de los animales, ya que sólo el ser humano posee estas cualidades. La inteligencia humana producto de este cerebro es muy asombrosa y es lo que ha hecho que el hombre sobreviva y sea capaz de ser el animal dominante en el planeta; le hace capaz de gestionar su vida con mayor aptitud y mayor eficiencia.
Este es precisamente el nivel al que debemos aspirar, en el que debemos fundar nuestras opciones y decisiones. Ante el quebrantamiento ostensible de una relación o vinculación personal, nuestro imperativo inteligente-afectivo es el de actuar en consonancia. Por ello, en psicología, existen las “conductas apropiadas”, no necesariamente la de huir o pegar –en última instancia-, sino la de resolver las causas esenciales de una ruptura apelando a la inteligencia y la emoción de un mutuo acuerdo. No soy propiedad de nadie, no soy extensión de nadie; y viceversa nadie me pertenece, o nadie es extensión de mi ego o personalidad. Reconocerlo es el inicio de un asentimiento inteligente y emocional.
Los seres humanos, por definición, vivimos en sociedad, y para ello requerimos de optar y decidir. Elegimos las alternativas y los modos concretos con que construimos nuestra vida. La dimensión social es la más propia del ser humano. Por ello, optar y decidir son las energías creadoras por antonomasia, son el motor y el dinamismo con que construimos desde el tejido social vivo – el más íntimo- hasta los más sublimes símbolos o íconos del espíritu que de esta manera se encarna en la Tierra. (Nota mía: LJA. ¿Por qué voto? Sábado 01/06, 2019).
De ahí que el dilema humano y social no consiste entre pensar y no pensar, sino en pensar correcta y objetivamente, para decidir recta y adecuadamente. Así es como las crisis del tipo que sean se convierten en posibilidades o bien para construir la vida, o bien para destruirla.