Infierno/ Bajo presión  - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Sin paracaídas, sólo porque sí, con el permiso evasivo de los gobiernos, en unos días entraremos de lleno a la “nueva normalidad”, ese nombre que no es otra cosa que un deseo de aferrarse al pasado, al instante previo en que nos sentíamos seguros.

Nos abismamos a la “nueva normalidad” sin cuestionarla, por la carga de seguridad que nos brinda referirnos a ese tiempo en que no era tan evidente nuestra frágil condición de mortales, incapaces de reconocer que la posibilidad de morir está ahí todos los días, cada segundo del día, es invisible y no imaginamos el tamaño del verdugo; para ampliar ese sitio de certeza incluimos a la idea de normalidad el retorno a sensaciones, emociones, que antes no valorábamos como parte de nuestra circunstancia habitual, hemos aprendido a valorar la ineludible calidez del contacto con los amigos, el bienestar de recorrer los espacios públicos hasta hacerlos nuestros, la relación afable con los compañeros de trabajo, la posibilidad de empatía con quienes no conocemos, la tranquilidad mental que genera una conversación, el alivio del necesario abrazo de quienes amamos, lo extrañamos, hemos vuelto los ojos a cómo nos beneficia, lo que no implica que con anterioridad tuviéramos esas conductas, es sólo que al verlas perdidas consideramos que están ahí esperando porque las requerimos, que vendrán mágicamente sin necesidad de ningún trabajo de nuestra parte.

Todo el deseo de esas cosas que nos esperan a la vuelta provoca ceguera, se cree que el retorno será a condiciones ideales e invisibilizamos las condiciones negativas en que vivimos desde siempre, las anteojeras que implica considerar normal la discriminación, las violencias e ignorancias, aquello que hace de los sitios que vivimos un infierno para un inmenso sector de la población. 

Antes que anhelar la “nueva normalidad” se requiere pensar la salida del confinamiento voluntario como la oportunidad de reflexionar sobre el tipo de mundo al que queremos salir, pero sobre todo, el que vamos a ofrecer a quienes son tratados con odio por que se les considera diferentes, el miedo que provocamos a las mujeres al grado que ni siquiera en sus casas se sienten seguras, el maltrato al que sometemos a los niños.

A unos días del regreso a la nueva normalidad, en redes, las mujeres protestan con el hashtag #NosotrasTenemosOtrosDatos, diversos colectivos feministas tuitearon las cifras oficiales, mostraron que en este año la violencia contra las mujeres no se ha detenido, 308 feminicidios en México de enero a abril de este año, 987 homicidios dolosos contra mujeres (cometidos intencionalmente y con agravantes), la protesta virtual exige la reclasificación, investigación y sanción de todos los casos de muertes de mujeres, demanda a una autoridad que minimiza estos actos de odio, que hace oídos sordos ante el llamado de auxilio.

¿Esa “nueva normalidad” implica volver a los crímenes de odio?, ¿a la vulnerabilidad que implica para ellas el entorno familiar y la situación de riesgo por la violencia que ejercen en su contra parejas o familiares? No parece el sitio seguro que tanto se desea, no es ese el que merecen.

Coda. En Las ciudades invisibles de Italo Calvino, el emperador Kublai Kan le pide a Marco Polo no que le describa las ciudades que va encontrando, sino que busque la ciudad que él ha imaginado y soñado para así evitar el infierno. “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio”, es la respuesta de Marco Polo; ante la “nueva normalidad”, ¿cómo decidiremos estar juntos de nuevo?

 

@aldan



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Edilberto Aldán

Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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