con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Que este fragmento y todo el soneto de Francisco de Quevedo me ayude para enmarcar el mundo de la tinta y papel del que a partir de esta semana quiero compartir con ustedes los lectores, que no son más que el objeto y medio para que suceda el diálogo y la escritura, y con ello la memoria.
En 2007 el historiador Roger Chartier (Lyon, 1945) dictó en el Collège de France la lección inaugural de una Cátedra sobre el papel de lo escrito en el mundo moderno que tituló Escuchar a los muertos con los ojos, refiriendo al mismo soneto de Quevedo del que yo tomo el nombre para esta columna y que no puedo dejar de referenciar.
La revisión y estudio de lo escrito (libros, textos y escritura) a través del tiempo largo de la modernidad −entiéndase la modernidad histórica a partir del renacimiento−, muestra cómo hemos modificado y readaptado nuestras prácticas culturales hasta llegar a nuestro presente digital. Como si de un presagio se tratara, Chartier identificó en ese mismo 2007, cómo se estaban desarmando las prácticas de la modernidad a través de la escritura y cómo se han modificado las representaciones de lo escrito en la actualidad.
Con la irrupción del mundo digital no sólo el mundo de lo escrito se ha modificando, también nuestras prácticas de lectura y con ello todas las dimensiones de la comunicación. Es por ello que existe una necesidad de comprender históricamente cómo hemos constituido estas dinámicas, desde la imprenta moderna de tipos móviles de Guttemberg (1449-1450) hasta el día de hoy, en que la era digital se impone ante los hechos el mundo.
Baste ver cómo la pandemia del Covid-19 nos ha obligado a buscar soluciones que nos permitan mantener comunicación más allá de la relación autor-lector y emisor-receptor, modificando la manera en que nos educamos, manifestamos y apreciamos la cultura, solucionamos la burocracia, los intercambios comerciales y el consumo entre otros. Hoy en día hemos tenido que adaptarnos al mundo digital y recurrir a herramientas que no estábamos obligados a usar porque subsistíamos cómodamente entre el mundo análogo y digital.
Este hecho histórico suma de manera innegable al cambio de época que venía gestándose hace más de un siglo e irrumpe en varios ámbitos de nuestro mundo conocido, específicamente en lo que refiere a nuestra relación con los medios que conocemos y a través de los cuales intercambiamos, nos comunicamos y generamos conocimiento. El objetivo de esta nueva columna es justo eso, transitar entre las diferentes variantes a través del tiempo y los diferentes espacios.
Por un lado, a través de la historia del libro, que busca explicar las relaciones existentes entre distintos agentes sociales y culturales, contextos y coyunturas históricas que dan como resultado el objeto cultural libro. Así, ahondaremos en los editores, autores, impresores, agentes del libro, bibliotecas, gestores culturales, artistas gráficos, etc., que participan de las dinámica en torno al libro. Teórica y metodológicamente, lo que el historiador Robert Darton (Estados Unidos, 1939) llama “Circuito de la Comunicación”.
Por otro, el ámbito de lo Patrimonial que hoy en día responde a una necesidad social y de Estado, que busca mantener viva y presente la memoria histórica y cultural de nuestros pueblos. Específicamente me enfocaré en el Patrimonio documental y sus variantes: lo bibliográfico, archivístico y audiovisual en todos sus soportes, sea analógico y/o digital, desde las tablillas de arcilla del mundo Mesopotámico hasta la nube de Internet. No sin dejar de reflexionar en su valor e importancia y los retos a los que nos enfrentamos para su preservación.
Y finalmente, los espacios de la memoria como repositorios del recuerdo presente de los pueblos, las comunidades y los grupos culturales que buscan y luchan por mantener vivas sus identidades y luchas.
Es mi propósito no tener limites temporales ni territoriales, pero sí dar énfasis en Aguascalientes y así conocer e intentar explicar nuestras prácticas culturales en torno al libro, la prensa periódica, la lectura, la literatura, el arte, la academia, la memoria, los museos, bibliotecas y archivos.
Tal vez, entre este discurrir histórico y cultural encontremos respuestas, formulemos preguntas y reflexionemos juntes el porqué, por ejemplo, celebramos con entusiasmo la palabra y cultura local, y también, el porqué hemos olvidado a mujeres y hombres que han cimentado y sostenido nuestras distintas identidades.
¡Los espero a la próxima!
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