- Para las personas cuidadoras, es necesario que se observen a sí mismas, porque pueden transferir sus miedos a sus hijas e hijos
- En el caso de niñas y niños que viven violencia, es muy preocupante que ya no exista la escuela como un lugar seguro, donde hay terceras personas que pueden denunciar actos violentos
No es posible generalizar sobre los efectos que tiene el estar encerrado en un lugar sobre la niñez, sin embargo, existen patrones que se pueden observar, y recursos que pueden ayudar a sobrellevar el confinamiento, afirmaron varias psicólogas-psicoterapeutas en entrevista con Cimacnoticias. Las medidas que se emitieron para enfrentar la pandemia, como el cierre de las escuelas y maternales, de parques o actividades deportivas, así como el confinamiento en casa, son absolutamente adultocéntricas.
Sin embargo, las expertas aseguraron que esta situación, que conlleva mucha angustia para las personas adultas, puede significar lo contrario para niñas y niños. “Para ellos, el tener que quedarse en casa no necesariamente es algo malo. Al revés, es el lugar donde se sienten más seguros”, explicó la psicoanalista y psicóloga escolar, Mariana Acosta Bourne.
“Lo más importante en la infancia sigue siendo la relación con los cuidadores, y que ésta sea una relación consistente, previsible, y que los haga sentir seguros. De hecho hay muchos niños y niñas que sí, está esa nostalgia de volver a jugar, pero mientras en la casa estén cosas a jugar, y la mamá, o mamá y mamá, papá y papá, las y los niños están perfecto“, agregó la psicóloga y autora del libro “No hay niño malo“, Teresa García Hubard.
Sin embargo, la experta explicó que hay muchas variables, como la edad de niñas, niños y adolescentes, su temperamento, o la dinámica en casa: “No es lo mismo el confinamiento en una casa donde la relación de los papás funciona moderadamente bien, donde hay suficiente comida, a una casa donde hay violencia, donde el niño se siente amenazado, aunque la violencia no se dirija a él sino entre padres. El tamaño del espacio también hace mucha diferencia”, advirtió.
En el caso de niñas y niños que viven violencia, sería muy preocupante que ya no exista la escuela como un lugar seguro, donde hay terceras personas que pueden denunciar actos violentos. “Sin duda, la escuela ha sido un apoyo para este tipo de situaciones. Hay que pensar que es de carácter temporal. En este caso, los padres tendrían que pedir ayuda, si están en esa posibilidad”, opinó Acosta Bourne. García Hubard apeló a vecinas y vecinos a estar atentas: “Si tenemos una vecina con niños chiquitos y sabes que puede estarla pasando particularmente difícil, la intención de resolver el problema eso sí puede ser demasiado para cualquiera. Pero hay gestos amables y solidarios que pueden sostener a alguien que creía que ahí ya no había nada”, dijo.
La pandemia amplifica problemas que existían desde antes
Como en muchos ámbitos, también en las familias, la pandemia funciona como un amplificador de problemas que existían desde antes. Aún así, el aislamiento y el encierro generan situaciones difíciles para madres y padres. “Dentro de algunos síntomas que se han presentado, está la irritabilidad, la falta de motivación, nos sentimos un poquito sensibles y lloramos con más facilidad, nos sentimos más tristes, más enojadas”, explicó Acosta Bourne.
“También están los cambios conductuales, que afectan nuestra manera de comer, de dormir, la capacidad para prestar atención… Tenemos menos energía de la que quisiéramos tener, o a veces al revés, tenemos un poquito más energía y no sabemos cómo canalizarla. Todos son ejemplos de reacciones congruentes completamente normales y adaptadas a la situación. Que no son un diagnóstico clínico que pudiera ser considerado que requiere de atención psicológica, es importante diferenciar”, continuó.
Aquí, lo importante sería cómo las personas cuidadoras manejan la ansiedad, porque esto también tiene efectos en niñas y niños. “No se trata de que las mamás y los papás estén en un estado Zen”, resumió García Hubard, pero “cuando el manejo es muy malo, con frecuencia empiezan a usar los niños como punching bag o un lugar de desahogo, lo que hace la situación mas peligrosa. Otra posibilidad es que si están muy nerviosos, o de mal humor, pero no le quieren explicar nada a las niñas, niños y adolescentes”.
Sería importante que las y los niños escuchen una verdad, “dosificada a su edad, eso sí, pero sobre todo el mensaje del adulto es: Sí mi amor, estoy preocupada, tengo muchos problemas que resolver, pero yo estoy a cargo. Estos son problemas de adultos. Y voy a buscar la manera de resolverlos”.
Para las personas cuidadoras, es necesario que se observen a sí mismas, porque pueden transferir sus miedos a sus hijas e hijos, opinó la psicoanalista Helena Maldonado Goti. “Si la mamá está angustiada de que no lo toquen, seguramente le va generar angustia al niño pero no porque sea propia, sino porque es desde la mamá, ¿no? Además si los papás están tranquilos, van a poder detectar cuando las niñas y niños tengan un problema. Lo van a poder tratar de una manera adecuada, no exagerada, y tampoco minimizándola. Es todo un arte, pero me parece que es un punto a trabajar.“
Acosta Bourne dio algunos ejemplos de cambios en el actuar de sus hijas e hijos, que pueden significar que algo les abruma:“Dejan de hacer cosas que antes hacían, como de comer, dejan de dormir como antes dormían. O hacen algo nuevo: antes no lloraba con tanta facilidad, antes podía ir al baño solito y ahora tiene accidentes…. Yo antes no me comía las uñas, ahora me las estoy comiendo. Las niñas y niños a través de la conducta piden ayuda, entonces eso serían algunas ideas de qué observar”.
Sobrellevar el confinamiento
Otra estrategia, sería “bajar la intensidad”, aconsejó García Hubard. “El enemigo de cualquier niño o niña es una agenda saturada. Esta espaciosidad de, ‘ahora puedo jugar y tener tiempo libre, tiempo de ocio’, es de las grandes cosas que muchos niños, niñas y adolescentes modernos no tienen. El ocio favorece la creatividad, porque es un espacio donde puedes hacer lo que tú quieras”.
Sería importante que las madres y los padres también rescaten los efectos positivos que ha tenido la pandemia en su vida: “He oído que alguna niñita decía a su mama, ‘me gusta lo del Coronavirus porque jugamos’. Entonces las familias en las que se ha logrado fortalecer los vínculos familiares, que tienen un ritmo mucho menos presionado de cosas que hacer, como una vida más sencilla, les resulta absolutamente benéfico”.
Acosta Bourne recalcó que sería necesario ver no sólo lo negativo, sino también lo positivo. Por ejemplo, cuando tenemos más comunicación (virtual) con personas que no hemos hablado por mucho tiempo. “Jugar juegos de mesa, hacer la tarea juntos, involucrar a niñas, niños y adolescentes en las tareas de la casa, darles más responsabilidades. O que hermanas y hermanos entre ellos se ayuden con tareas escolares, tener un ambiente más previsible, es muy positivo”, opinó.
Además, las familias ahora tendrían el tiempo de reflexionar sobre cosas que han aprendido, sobre rutinas que no les gustaban antes y que ahora consideran más fácil. “Pensar en lo que estamos agradecidas, enfocarnos en esto es algo que a la larga deja algo positivo. Y todas estas cosas también son buenas para aminorar el efecto de la cuarentena”, es el consejo de la psicoanalista.
Sonia Gerth|Cimacnoticias