Ante la pandemia el reto más grande, además de decidir confinarse y cuidar a los seres queridos, también ha sido el pasar la educación del aula física a la virtual dejando de lado las redes sociales.
Desprevenidos, la segunda semana del confinamiento muchas instituciones continuaron con su periodo de clase “normal” en línea. Cierto es que se saturaron las plataformas de aulas virtuales gratuitas y todos debimos someternos a capacitaciones urgentes para estar por encima de la situación, lo que causó diversos estragos en la educación, nuestro desempeño profesional, nuestra vida personal y por ende en el impacto de lo que enseñamos.
Muchas instituciones no tenían conocimiento de que con sus propias herramientas eran capaces de salir del paso y aún así echaron mano de algunas plataformas que, al final, lograron entorpecer el desarrollo del curso por lo limitado de su desempeño y capacidad.
Algunos docentes aprovecharon la oportunidad de no ver a los estudiantes a diario y encontraron empleos suplementarios a lo que ya tenían o hasta se lanzaron al emprendimiento con desayunos típicos para llevar, por lo que los alumnos jamás los encontraban.
Los estudiantes no se quedaron atrás, también hicieron lo propio, salían a trabajar y no atendían sus asignaciones, aunque muchos se sintieron perdidos al no saber cómo organizarse sin ir a la escuela, con todas las tentaciones y obligaciones al estar en casa.
Como docentes, pensamos que los estudiantes, al estar simbiotizados en las redes sociales eran como “nativos digitales” pues parecía que en algún momento de su vida les había crecido un gadget en la mano que los hacía “autónomos” pero, únicamente en sentido figurado.
En 2011 fue acuñado el término “nativo digital” por Marc Prensky y refiere a aquellos que, por su familiaridad con el progreso tecnológico comprenden como se desarrolla y se desenvuelven como pez en el agua, además de saber sortear todas las implicaciones con la red, pues crecieron a la par.
Sabíamos que nuestros estudiantes sufrían, gran parte de ellos, de una obsolescencia dinámica, es decir, saben leer y escribir, pero sus deficiencias académicas no les permiten desarrollar su potencial, por ejemplo, sabe leer y no tiene comprensión lectora, tiene dificultades para leer cifras, palabras largas además que no sabe sumar, restar o multiplicar, solo por mencionar algunos aspectos que presenciamos todos los días en el aula.
Cuando nos volvimos a la educación en línea pensamos que, como de alguna manera crecieron los estudiantes al tiempo que el mayor progreso tecnológico se alcanzó entonces ellos, quienes tuvieron el privilegio de “comprender y asimilar de manera natural” la tecnología, serían más duchos que nosotros, pero no, así no fue.
Los estudiantes por primera vez, tuvieron que ser autónomos y dejar a un lado la educación paternalista, esto ha producido que algunos de ellos se sientan poderosos, sabiondos e intocables por lo que están renuentes a realizar sus asignaciones. De manera presencial podemos librar esas batallas y controlar las ínfulas de grandeza, pero separados y divididos es muy complicado. Nos encontramos ante los intereses personales de los estudiantes para la materia, la ley del menor esfuerzo y el yo pago, yo mando.
Creeríamos que, no únicamente tendríamos que atender una cuestión actitudinal, sin embargo, también a una tecnológica.
Pese a todo la información que podemos encontrar en internet los jóvenes educandos no saben lo que son los mapas mentales, las infografías, los diaporamas, esquemas y todos esos recursos que podemos emplear a fin de que la educación en línea sea más sencilla y lúdica.
Lo que sucede en el aula física es que distraídos en las redes sociales solo copian y pegan lo que se les pide y, a mi pesar, muchos profesores lo permiten sin que tengan alguna sanción por el plagio por lo que ahora enseñamos ética digital y cubrimos, al mismo tiempo, sus vacíos educativo digitales pues, desde hace años empleamos los mapas mentales, las infografías etc., en la clase pero no, no lo sabían o no se habían percatado de ello.
El uso de las nubes de almacenamiento también ha sido un problema, así como de los cuadernos de notas y blog de clase virtuales, no saben crear carpetas, etiquetas y compartir enlaces, tristemente nos damos cuenta que el crecer en la era del progreso tecnológico no los hace nativos digitales y mucho menos creativos para sortear con esta nueva etapa de la educación.
Las redes sociales no educan e informan según la fuente y el uso de la información, deforman el lenguaje y produce caos en ocasiones, debido al contenido sin dejar a un lado que no hay censura y en la actualidad se hacen hasta estudios de lo que produce en la seguridad y autonomía de las personas debido a la codependencia que se establece entre el usuario y el fenómeno de las redes sociales.
Las tareas en línea no reciben un “me gusta” y entonces los estudiantes se revelan ante no tener una satisfacción inmediata, se mueven sí lo hacen, pero solo para obtener un beneficio no para ser multitareas y hacer lo que tienen que hacer como es, las redes sociales sin un verdadero conocimiento de su función originan estudiantes frustrados ante no poder entregar en otro ambiente virtual algo mal hecho, con el menor esfuerzo y además plagiado.
Si bien la educación se enfilaba a dejar las aulas en unos años, este periodo obligado de prueba, error, acierto sin periodo de ensayo nos permitirá evaluar cuáles serán lo nuevos deslindes de ésta cuando regresemos a las aulas físicas y constatemos lo que aprendieron en casa, mientras estábamos confinados.
No ha sido sencillo pasar de las redes sociales a la educación en línea y todos tenemos que invertir para que esto funcione mejor, las instituciones proveyendo recursos y los docentes perfeccionando los ambientes virtuales para que, en algún momento sea tan eficientes como el físico y nos sintamos “como en casa” mientras hacemos una teleclase gracias al streaming desde el jardín.
Laus Deo
@paulanajber