Un repaso al Bitches Brew de Miles Davis/ El banquete de los pordioseros  - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Antes de entrar en materia no quisiera pasar por alto el hecho de que la semana pasada falleció el cantante mexicano especializado en heavy metal Arturo Huizar, lo sentí de manera especial porque tuve la oportunidad de compartir con él la reliquia de la amistad. En más de una ocasión, en sus visitas a Aguascalientes llegó a hospedarse en mi casa y tuve también el honor de ser recibido en su casa allá en Xochimilco en la Ciudad de México. A reserva de preparar un banquete dedicado a él, no solo como cantante de Luzbel, la más digna representación del metal mexicano, o de su proyecto solista al que tituló Huizar, sino de Arturo Huizar como persona, quiero dejar aquí estas breves líneas a su memoria para ya entonces abordar el tema que hemos preparado por hoy.

Desde hace ya algunos años se celebra el 30 de abril el día internacional del jazz y para conmemorarlo con mucha convicción en esta columna, he querido compartir contigo algunas apreciaciones de uno de los discos más emblemáticos de este lenguaje, aunque por supuesto, decir que Bitches Brew de Miles Davis es un disco de jazz es correr un riesgo muy grande, cualquiera que me contradiga sin duda tendrá argumentos de sobra para cuestionar mi afirmación anterior, pero sin ánimos de polemizar sobre la etiqueta de esta monumental obra de arte, y con el único fin de ubicarla en el universo de los diferentes lenguajes musicales, parto de este punto. Incuestionablemente podemos afirmar que Miles Davis es un músico al que sin muchos trámites podemos catalogar como jazzista, aunque él, como algunos otros, quizás no muchos, está más allá del bien y del mal. 

Ahora bien, el hecho de que sin mucha polémica podamos ubicar a Miles Davis como un músico de jazz no obliga de manera alguna a que todos sus trabajos estén cobijados y amparados por este término. La palabra jazz es mágica y extraordinariamente ecléctica. Desde este punto de vista, en efecto, hay mucho de jazz en Bitches Brew, pero no solo eso, la riqueza descomunal de esta obra musical de Davis sobrepasa por mucho la clasificación o el intento de la misma que ingenuamente nos propongamos hacer. Así como el jazz es evidente, lo que resulta comprensible si revisamos el grupos de músicos convocados por Davis para la elaboración de esta ambiciosa obra musical: Wayne Shorter en el saxofón soprano, Bennie Maupin en el clarinete bajo, Lenny White en la batería, Chick Corea en el piano eléctrico, Jim Riley en la percusión, Jack de Johnette también en la batería, Harvey Brooks en el bajo fender Charles Alias se suma también a la batería, Dave Holland en el bajo, John McLaughlin en la guitarra eléctrica, el pianista Joe Zawinul se suma como músico invitado en el piano eléctrico junto con Larry Young en el mismo instrumento, todos ellos bajo la dirección musical del trompetista y creador de tan ambicioso proyecto Miles Davis. La producción es de Teo Macero que en este caso, quizás como en muy pocas grabaciones, la participación del productor es directamente responsable del resultado final de lo que yo podría considerar un trabajo inmaculado. 

La grabación de Bitches Brew inició el 19 de agosto de 1969, es decir, un día después de darse por terminado el legendario Festival de Woodstock, me imagino a un ejército de trabajadores limpiando la granja de Bethel después de tres días de música, paz y amor, cuando Miles Davis entró a los estudios de grabación a muy pocos kilómetros de aquel escenario testigo del más grande festival en la historia de la música en el siglo XX. Los músicos que Miles Davis había convocado para la grabación de este disco constituían un verdadero dream team del jazz y la selección de estos músicos no hace pensar casi por consecuencia lógica que Davis era un gran admirador de Return to Forever de Chick Corea, pues convocó a tres integrantes de esta fórmula, el baterista Lenny White, el guitarrista John Mclaughlin y por supuesto al pianista Chick Corea. 

¿Qué resultados podrían surgir de la convocatoria de semejantes luminarias de la música para tocar todos juntos en un mismo proyecto? Lo podemos escuchar en el resultado final de esta obra maestra llamada Bitches Brew.

En este disco, además de jazz, que va implícito en la alineación, encontramos una muy generosa dosis de música de cámara contemporánea, de hecho, si me permites el comentario, este disco es tanto una grabación de jazz  con todo lo que esto representa incluido su sólido trabajo en la improvisación, una improvisación perfectamente presupuestada, como una virtuosa obra de música de cámara contemporánea. Música de cámara por la cantidad de músicos que la integran, un ensamble musical que no llega a adquirir las dimensiones de una orquesta y la contemporaneidad de la libertad de su lenguaje, muchas veces coqueteando con los frecuentemente incomprensibles encantos de la atonalidad. El trabajo musical de compositores atrevidos y desinhibidos como John Cage se oculta, sin mucha discreción, hay que decirlo, en los sinuosos recorridos que nos propone Miles Davis en Bitches Brew.

Bitches Brew se publicó el 30 marzo de 1970, cincuenta años después sigue siendo, inobjetablemente, un disco vanguardista de esos como el Köln Concert de Keith Jarret que es imposible tocarse una segunda vez. Con este comentario breve sobre una de los discos más impresionantes y revolucionarios en la historia de la música, quiero festejar el día internacional del jazz.


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