Algunos de los lectores de esta columna, recordará con cierto agrado aquella comedia cinematográfica protagonizada por los actores norteamericanos Leslie Nielsen y Robert Hays en 1980, haciendo una parodia de lo que sería conducir un enorme aeroplano lleno de pasajeros en medio de una tormenta, sin contar con la necesaria pericia, experiencia y capacidad de un piloto profesional y responsable al mando de la aeronave y llevarla a buen puerto.
Desde hace poco más de un mes, la pandemia Covid-19 hizo acto de presencia en la realidad nacional, después de mostrar su poderío y amenaza en otras regiones del mundo, desde finales del 2019 y el arranque de este 2020, azotando con toda su fuerza a algunos países de Asia, Medio Oriente, Europa y, por supuesto, Norteamérica.
En el caso de México, el presidente López instituyó una ceremonia comunicacional diaria desde el inicio de su gestión el lunes 3 de diciembre de 2018, desde donde manejó con mucha determinación los temas de la agenda nacional: la conferencia mañanera. Poderosa herramienta, con toda la fuerza y los recursos del Estado para sembrar día a día en el ánimo del país lo que sería relevante para ese día o la semana. Así de fuerte. Pero, regresando a la epidemia que llegó anunciándose estruendosamente a partir de finales de febrero, el presidente López, olímpicamente, la ignoró, él traía cosas más importantes en su agenda. La venta de los cachitos de su no rifa de su no avión. Eso era realmente importante. El coronavirus era una quimera que sus oponentes conservadores y neoliberales, estaban empezando a manejar para perjudicar a su gobierno y la Cuarta Transformación.
Esos tiempos, estaban llenos de manipuladas movilizaciones de los colectivos feministas, dizque, por los innumerables feminicidios, y claro, promovidos por la perversa iniciativa de la oposición “moralmente derrotada”, nada más transparente que la clara de un huevo. Lo de la rampante inseguridad pública, con casi 40 mil muertes violentas, y la confirmación por el INEGI del estancamiento y retroceso de la economía nacional en un decrecimiento del 0.1% era parte del “compló.”
Mientras en China, Corea, Irán, Italia, España, Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos, la pandemia crecía exponencialmente, azotando a la población y saturando y desquiciando los sistemas de salud de esas naciones, muchas de ellas de economías poderosas. Acá, nuestras autoridades, desde el presidente López hacia abajo, vendiendo los cachitos de su rifa y promoviendo sus giras multitudinarias por diversas regiones de las más rezagadas y vulnerables del país. Si bien, el gobierno de la 4T concedió la designación del doctor Hugo López Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, como el funcionario responsable de dar seguimiento y atención a “escándalo” ese del coronavirus.
Empezó sí, el gobierno de México a elaborar una serie de datos relativos a lo que la Organización Mundial de la Salud iba exigiendo a todos los países miembros de la Naciones Unidas, y empezaron los “numeritos” a danzar. El principio de la atención de la pandemia, declarada así por la OMS el 10 de marzo de 2020, obligó al gobierno federal de la 4T a darle más seriedad al asunto. Sin embargo, en esos momentos, el propio López Gatell señalaba que no era un padecimiento que amenazara a la población mexicana, que, con algunas medidas preventivas, se podían paliar los efectos de la epidemia. Se le señaló el riesgo de la salud del presidente y él lo descartó de plano, ni siquiera como un potencial riesgo de contagio. López está más allá del bien y el mal.
En el fin de semana del 21 y 22 de marzo, el Gobierno Federal, en su irresponsabilidad, impulsó la celebración de una “consulta” sobre la construcción de la planta cervecera de Constellations Brands en Mexicali, que implicaba una inversión de 1.4 mmd y la creación de cientos de empleos en la región, sacando a la gente a la calle y aglomerándola para su “consulta”. Todavía más, el pasado domingo 22, en una gira por Oaxaca, el presidente López, negaba los riesgos del contagio, e invitaba a los mexicanos a salir a comer a las fondas, a los restaurantes, y que él nos diría cuándo dejar de hacerlo. Él ordenaba mantener la Fase 1 de la contingencia sanitaria, no la autoridad de salud, él.
Trascendió la imprudencia presidencial las fronteras nacionales y el martes 24 de marzo, la OMS decretó desde su sede en Berna, Suiza, la implantación de la Fase 2 en México, sí, a pesar de la negligencia del gobierno mexicano. Y empezó el vía crucis del Subsecretario López Gatell, “dirigir” sin autoridad la contingencia sanitaria nacional, tratar de contenerla, moderarla y atenderla, está más allá de su capacidad y autoridad. El presidente López todo lo resuelve pasándole la papa a las fuerzas armadas, le asigna el control de 16 hospitales y le manda presupuesto, y luego, desaparece. Empiezan los primeros decesos por el coronavirus. Todo bien, dice el presidente, lo tenemos “fríamente calculado” desde hace tres meses. El 27 de marzo, firma apenas un decreto para adquirir equipo médico, insumos e implementos para que el sector salud pueda hacer frente a la emergencia, el viernes pasado.
En la conferencia nocturna del sábado 28, López Gatell, visiblemente preocupado, por no decir alarmado, da las consabidas cifras del avance de la epidemia en México y con vehemencia dice a los mexicanos, “quédense en sus casas”, y eso va para todos, para el “sector social y privado, y por supuesto, para el público”. “Eviten las innecesarias aglomeraciones y traslados”, “es la última oportunidad” de detener la curva del contagio, antes de que se detone y nos rebase el sistema hospitalario disponible. ¿Y dónde estaba el presidente? Sí, en gira por Bahía de Banderas en Nayarit y luego en Sonora.
México, carece de piloto, para él todo es chanza, las medidas sanitarias son una molestia, para él no aplican. México no tiene gobierno en esta contingencia, va solo.