El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las más terribles circunstancias de tensión psíquica y física
Viktor Frankl
Estaba viendo las declaraciones de una mujer que estuvo en un campo de concentración y lo comparaba con esta cuarentena obligatoria, a raíz de la pandemia por el Covid-19. Ella decía, y con toda razón, que aquello sí era terrible y que no entendía las quejas de la gente por un aislamiento temporal, máxime que era por el bien de todos. Obviamente no hay punto de comparación y es cierto que no podemos quejarnos, pero también es cierto que este encierro ha desatado una serie de situaciones para las que nadie estaba preparado. Una de ellas, quizás la que más estrés provoca, es la de los padres haciendo de maestros de sus hijos.
Dice un refrán popular: “No son maestros todos los que son padres” y es que por regla general los padres no son buenos maestros de sus propios hijos y tampoco los hijos, en la mayoría de los casos, son buenos alumnos de sus padres. Hay excepciones, como en todas las reglas, pero lo cierto es que los niños respetan el saber de sus maestros y dudan del de sus padres. Seguramente muchos tendrán la experiencia de haber discutido sobre un error, pero como lo dijo su maestro, los hijos lo creen ciegamente.
Efectivamente, la cuarentena forzosa ha obligado a los padres a convertirse en maestros de sus hijos, provocando una buena dosis de tensión y situaciones que muchas veces no saben cómo resolver. Ahora los padres tienen una magnífica oportunidad de evaluarse como formadores y de corregir, de ser necesario, aquello que no estaba del todo bien; ahora es cuando podrán valorar el trabajo de un maestro y la necesidad que tienen de ser apoyados y respetados.
Ante este hecho ineludible tendrán que armarse de paciencia y proporcionar las condiciones necesarias para que los hijos cumplan con sus trabajos escolares. Es importante que les proporcionen un lugar exclusivo para ellos, con todos los útiles a su alcance, para evitar que se levanten a cada rato y pierdan la concentración. Es también básico que tengan un horario que respeten todos los días, donde se alternen sabiamente las actividades intelectuales con las físicas y tratando de que el niño trabaje en las horas más productivas. Es primordial además que ese horario considere las horas de sueño que cada niño necesita, una alimentación saludable y el ejercicio. Éste último es fundamental, aunque se tenga poco espacio, en este aspecto la creatividad de los papás tendrá una gran importancia.
Que exista un orden y una rutina diaria en las actividades les dará a los niños una gran confianza y seguridad, se minimizará los momentos de nerviosismo y tirantez y será mucho más fácil para los padres lidiar con esa nueva misión.
Cuando se dice que los padres son los primeros formadores de los niños, no se habla de que deben enseñarlos a leer, escribir o hacer operaciones, sino de darles la educación que necesitan para ser personas buenas, resilientes y con valores.
Es por eso que, cuando un maestro le pide a los padres que lo apoyen, les está diciendo que le enseñen a su hijo a tener límites, a ser responsable, a tener disciplina de trabajo, orden, educación y sobre todo respeto por ellos mismos y por los demás. También les está pidiendo que se preocupen por el desempeño de sus hijos y por cómo se relacionan con sus compañeros. Ése es el tipo de apoyo que necesitan los maestros y la escuela.
Por eso es muy oportuno este otro refrán que dice: “Para la virtud, educación y para la ciencia, instrucción”, lo primero es cosa de los padres y se aprende en la familia y lo segundo le corresponde a la escuela; aunque en los últimos tiempos las enseñanzas que antes se daban en la casa se han ido delegando a la escuela y al maestro. Este encierro preventivo puede ser un buen momento para que los padres rescaten lo que les toca y descarguen a los maestros de responsabilidades que no les corresponden.
Las circunstancias son propicias y los padres deben aprovecharlas. Ahora hay oportunidad para ayudar a los hijos en el manejo de sus emociones, en el desarrollo de su inteligencia emocional, orientándolos en los posibles escenarios que surgirán durante la cuarentena. También es tiempo de trabajar el servicio y enseñarlos a ayudar con las tareas domésticas, ayudar a sus hermanos pequeños, ser generosos y solidarios. Es un tiempo especial en el que vivir los valores hará que este sacrificio tenga sentido.
Definitivamente este confinamiento nos ha dado lecciones a todos, estamos valorando muchas cosas, muchas actividades, a muchos profesionales y en algunos casos se está descubriendo a la propia familia. Es un tiempo propicio para reiniciar ciertos aspectos de nuestra vida y empezar a mirarla con otros ojos.
“Ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto a uno mismo, bien sea realizar un valor, alcanzar un sentido o encontrar a otro ser humano. Cuando más se olvida uno de sí mismo-al entregarse a una causa o a una persona amada-, más humano se vuelve y más perfecciona sus capacidades”. Viktor Frankl.