El 13 de febrero de 1970 se publicó un disco al que reconocemos, sin la menor duda, como el verdadero origen del heavy metal, se trata del álbum debut y homónimo de la agrupación inglesa llamada Black Sabbath, este primer disco del que estamos recordando los primeros cincuenta años de su publicación, definió los trazos y diseñó el perfil del más puro y ortodoxo heavy metal.
Yo creo que dentro de los diferentes subgéneros del rock, es el metal el que más cambios y variantes tiene, incluso me atrevo a decir que en más de una ocasión, en función de esos constantes cambios, ha llegado a ser arteramente adulterado modificando su esencia y tergiversando sus más inalterables principios, ya ves, cuesta trabajo definir los límites de los diferentes estilos del metal, ¿en dónde inicia el thrash metal y en dónde termina, o en función de qué se marcan los límites?, yo me pierdo mucho en medio de ese mar de clasificaciones y subgéneros como el witch metal, el black metal, speed metal, y el ya mencionado thrash, esto por mencionar, digamos, lo más convencional pero el mundo de las clasificaciones, muchas veces arbitrarias y dóciles a la mercadotecnia es mucho más amplio.
Pues bien, siendo puristas y celosos del término y si queremos echar un vistazo a la más ortodoxa y fina expresión del metal, Black Sabbath es una referencia indispensable, ninguna otra agrupación de metal tiene los méritos para ser considerada, con todo merecimiento, cuna del metal en cualquiera de sus formas.
Su primer disco que es homónimo tiene todos los argumentos para ser la cuna de este género. Como ya lo comenté, el disco se publicó hace 50 años, el 13 de febrero de 1970 en Inglaterra. La formación original de Black Sabbath estaba conformada por Tony Iommi en la guitarra y de alguna manera dueño del concepto, Ozzy Osbourne en las voces, Geezer Butler en el bajo y Bill Ward en la batería, con esta formación grabaron algunos de los mejores discos, no solo de Black Sabbath sino de todo el metal; por ejemplo, los primeros cuatro discos de esta agrupación de Birmingham, Inglaterra, es una de las mejores cosas que le han sucedido al rock, el primero que es homónimo, el segundo es uno de los más influyentes discos en la historia del rock llamado Paranoid del mismo año, este del 18 septiembre de 1970, curiosamente el día de la muerte de Jimi Hendrix. El tercero es una verdadera obra maestra, para mí el mejor de Black Sabbath, lo digo sin ánimos de demeritar cualquiera de estos cuatro y se llama Master of reality, conoció la luz pública el 21 de julio de 1971 y el cuarto es justamente el Volumen IV. Siguió maravilloso llamado Sabbath Bloody Sabbath publicado el 1 de diciembre de 1973 pero está un escalón más debajo de los primeros cuatro. Ahí, en esas primeras cuatro producciones de Black Sabbath es en donde encontramos la más pura, fina y deliciosa expresión del metal, de hecho, la canción de Children of the grave del disco Master of Reality me parece el ejemplo más puntual para explicar con sonido lo que es realmente el verdadero heavy metal, el auténtico rock pesado.
El primer disco es un verdadero monumento al naciente lenguaje más pesado, áspero, de superficie rugosa y nada complaciente con los intereses de la mercadotecnia, evidentemente encontramos una sólida base de blues, no tan evidente como lo es en Led Zeppelin pero finalmente construyen su propuesta musical sin renunciar a los convincentes fundamentos del blues. El disco se grabó solo en dos días y contando con un presupuesto muy bajo, apenas 600 libras esterlinas, claro, aquí no hay trucos de estudio ni efectos especiales, es solo rock, casi grabado de primera toma, derrocha honestidad y los cuatro integrantes saben a dónde quieren ir, tienen ideas claras. La primera canción, homónima también, es una declaración de principios y ese ambiente oscuro, lúgubre, tormentoso, con el misterioso doblar de las campanas de la canción que abre el disco se mantiene vigente a lo largo de las siete pistas que integran esta producción inaugural de Black Sabbath.
Inmediatamente el grupo fue satanizado, su aspecto físico y las letras oscuras y siniestras de los temas musicales, sobre todo de la primera canción, hicieron pensar en el infierno y sus atormentados moradores, pero el bajista Geezer Butler, autor de la letra dice lo siguiente: “más que una oda al satanismo el tema es una advertencia ante el peligro de este tipo de prácticas”. La portada también provocó comentarios con tendencia a satanizar la música de Black Sabbath, los integrantes del grupo dicen que la misteriosa mujer que vemos en la portada apareció de repente en la fotografía tomada al molino que está al fondo. La mujer está vestida de negro y sostiene un gato también negro, sin embargo, un periodista británico de nombre Peter Safras dice que se trata de una modelo contratada para ese fin llamada Louise quien falleció víctima de un accidente automovilístico ese mismo año de 1970, no obstante la portada fue determinante para el éxito del disco, por ejemplo James Hetfield de Metallica dice que la cubierta del disco le provocó pesadillas durante algún tiempo. En fin, se trata de uno de los mejores discos de rock de todos los tiempos.