En su libro, El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty explica las raíces de la creciente desigualdad económica y sociales de nuestras sociedades. A través de un detallado análisis histórico, el cual inicia en el siglo XIX mostrando las profundas diferencias económicas que existían entre la alta aristocracia y el resto del pueblo, Thomas Piketty sostiene que la variable central para explicar dicha desigualdad a través del tiempo es el margen que ha existido entre la riqueza de quienes poseen el capital y quienes no cuentan con él. De manera particular, Thomas Piketty identifica que la brecha que existe entre ambos grupos de individuos ha comenzado a ampliarse nuevamente, después de una época en la que alcanzó su menor diferencia (entre las décadas de 1940 y 1970). Esto último, es un proceso global, ya que está ocurriendo tanto en países desarrollados (por ejemplo, Francia, Estados Unidos e Inglaterra) como países en desarrollo (entre ellos México). El mismo autor estima que, de continuar la tendencia actual, los niveles de desigualdad económica y social alcanzarán dimensiones similares a las del siglo XIX al finalizar la primera mitad del siglo XXI. En el caso de México, hablamos de desigualdades que podrían alcanzar niveles similares a la época prerrevolucionaria. Así, Tomas Piketty define la primera mitad del siglo XXI como un periodo que se caracterizará por un progresivo proceso de polarización económica y social.
Al proceso de polarización identificado por Piketty se suma lo que también está ocurriendo en el ámbito del empleo. David Autor, profesor del MIT (Massachusetts Institute Technology), ha identificado la creciente bifurcación del empleo en dos subgrupos cada vez más desiguales. Por un lado, un gran subgrupo de empleos que requieren individuos con bajos niveles de educación, calificación y habilidades para llevar a cabo sus actividades y que reciben bajos salarios (por ejemplo, personal de limpieza, seguridad, vendedores). Por otro, un subgrupo de empleos cada vez más reducido que requieren individuos que cuenten con altos niveles de calificación, creatividad y habilidades, lo cuales reciben altos salarios. La polarización entre los anteriores dos subgrupos ocurre a la par de la reducción del empleo en las manufacturas, cuyos trabajadores reciben salarios cada vez más reducidos. David Autor sostiene que la polarización del empleo está siendo agudizada por el importante desarrollo tecnológico que actualmente vivimos en el ámbito digital y la robótica, el cual podría sustituir muchas funciones que actualmente son llevadas a cabo por el ser humano, incrementando las tasas de desempleo –o engrosando las filas de la informalidad en el caso mexicano.
Es importante señalar que el proceso de polarización descrito previamente tomará diferentes intensidades en el ámbito urbano o rural, al igual que entre ciudades de distinto tamaño y orientación productiva. De acuerdo con Richard Florida, en su último libro, The New Urban Crisis, las grandes ciudades, especialmente aquellas cuya actividad económica está basada principalmente en industrias altamente creativas e innovadoras, son lugares donde el proceso de polarización está siendo más aguda o adquiriendo dimensiones más dramáticas. Londres, Paris y la región del Silicon Valley (Estados Unidos) son ejemplos de ciudades donde la polarización económica y social es cada vez más evidente. Las anteriores referencias son ejemplos que apuntan a que nuestras sociedades avanzan en un camino que las está conduciendo a agudizar sus ya profundas desiguales. De continuar la tendencia actual viviremos en sociedades cada vez más polarizadas económica y socialmente en el siglo XXI.
Aunque el anterior panorama puede resultar desalentador también puede ser entendido como un vistazo al futuro que puede servir para crear las herramientas y mecanismos sociales para atender el problema. Thomas Piketty sostienen que una forma de aminorar las actuales y futuras desigualdades socioeconómicas es la aplicación de una política recaudatoria progresiva (es decir, los que tienen más o son dueños del capital deberán pagar más impuestos), el impuesto a las herencias y la recuperación de plusvalías. Adicionalmente, tales políticas deben ser acompañadas de una redistribución progresiva de la riqueza recaudada a través del espacio urbano, lo cual no necesariamente ocurre actualmente. Es decir, las áreas más desfavorecidas de la ciudad, donde generalmente se concentra la población con menores posibilidades, deben recibir la mayor cantidad de recursos con el propósito de proveerlas de las condiciones y oportunidades (infraestructura, equipamiento y servicios de todo tipo) que les permita a sus habitantes aminorar las profundas desigualdades que están a la puerta del presente siglo. Realizar lo anterior requiere un nuevo pacto social, una forma distinta de entender la ciudad y ejercer acciones gubernamentales que tendrán un importante costo político pero que necesariamente deben colocarse en la agenda pública si deseamos tener sociedades más justas y equitativas.