Peligros del centralismo de los servicios de salud/ Así es esto - LJA Aguascalientes
24/11/2024

El federalismo nació como una forma de que, en aquellos territorios enormes como los Estados Unidos de América, Canadá o México, las regiones pudieran conservar sus características propias la esencia de su comunidad, en tanto que la federación se encargaría de las tareas más importantes relacionadas con la política financiera (moneda, tasas de interés, etcétera) exterior (relaciones internacionales, tratados, etcétera) y mercantil prohibiendo los impuestos interestatales que inhibieron el comercio interno; así cada ámbito tendría sus tareas exclusivas. 

Pero el federalismo mexicano nació sui generis, discutiendo Ramos Arizpe y Fray Servando Teresa de Mier en 1824 si éramos o no una federación de facto, la votación se decantó por la forma de estado federal y nos lanzó durante casi un siglo a una travesía de guerras que prácticamente impidieron un funcionamiento real del federalismo. Es hasta el Porfiriato que encontró su carta de naturalización: el presidente era el hombre fuerte y permitía gobiernos (cacicazgos) en los estados, siempre que se jugará con ciertas reglas no escritas; este mismo sistema lo adoptó la gran familia que gobernó a partir de la fundación del partido revolucionario.

Sin embargo, los dos impuestos fundamentales que se cobraban en el México moderno, IVA e ISR, quedaban en la federación (a través de la SHCP y después con su órgano descentralizado SAT) relegando a los estados y municipios a un segundo plano, pues las principales tareas eran federales: educación, salud, caminos, subsistencia popular, seguridad, etcétera. Hacía 1978 comienza la descentralización, la apertura política que brindó Reyes Heroles en su reforma de 1977 (que legalizó partidos prohibidos y entregó a todos los de oposición diputaciones plurinominales) abrió la puerta para fortalecer a los estados, se creó el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal que descentralizó recursos a través de las llamadas participaciones federales, si la federación cobraba los impuestos de mayor recaudación, lo justo es que participara -entregara- un porcentaje a las entidades y a sus municipios. 

Los gobiernos tecnócratas o neoliberales coincidieron en esta necesidad de descentralizar, y dieron dos pasos fundamentales con la entrega a las entidades federativas de la salud y la educación, transfiriendo en los años noventa del siglo pasado no solo los recursos humanos y materiales, sino económicos, se crearon los fondos de aportaciones federales, la idea era que estos servicios, eminentemente locales, fueran prestados por los ejecutivos estatales quienes conocían mejor, al menos en la teoría, su respectiva demarcación. 

Sin embargo, el fantasma del neocentralismo apareció al inicio de este siglo, una serie de leyes generales fueron limitando y amarrando la libertad jurídica de los estados y municipios, so pretexto de que existía demasiada corrupción, se fue delimitando las facultades en diversos ámbitos, con Peña Nieto, por ejemplo, el fondo de aportaciones para la educación, prácticamente fue regresado a la federación, pues esta es la que dispersa la nómina a profesores. 

Ahora, el embate es contra la salud, la creación del Insabi y la idea de volver a centralizar el servicio a la población abierta, debe ponernos en señal de alerta, el poder vuelve a quedar en una sola persona: el presidente de la república. Es claro que la calidad es lo principal, pero de eso no trata esta columna, sino de los peligros que implica que el presidencialismo disponga de todos los recursos, pues si regresamos salud y educación a la federación, es obvio que los estados tendrán menor fuerza política… y eso es grave, nuestro sistema experimentó este poder absoluto del ejecutivo federal en el priismo de los setentas, y no nos gustó. Es cuestión de hacer historia; no dudo de la honestidad del presidente en turno, el problema serán sus sucesores, lo que quiero decir es que un sistema se crea no para una persona moralmente apta, sino para que funcione de forma institucional. 

Se calcula que del total de la recaudación, el destino presupuestal termina en 71.2% federal, 23.7% estatal y 5.1% el municipal, en caso de regresar la salud y educación, estas cifras cambiarán drásticamente. Es decir que, prácticamente el poder económico será de la federación, de una persona que, por los defectos del presidencialismo (no del individuo, sino del sistema) abusará del poder. Sí, en el fondo se trata de dinero, pues debilitar a los estados en beneficio de la federación, tendrá evidentes consecuencias funestas, siempre es bueno que existan los equilibrios y los contrapesos, y esos, solo los da una descentralización de recursos contraria a la que se plantea con el nuevo régimen de salud. 

 

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