EME EQUIS / Mohsen Emadi
MOHSEN EMADI, poeta iraní exiliado en México, escribe para EMEEQUIS sobre las condiciones que hicieron posible la existencia de un régimen antimperialista y patriarcal. ¿Por qué el conflicto bélico con Donald Trump revivió las protestas libertarias?
Preludio: Religión sobre Estado
Cuando Jomeini inició su lucha política contra el Sha de Irán declaró su controversia en dos dimensiones: el derecho al voto de las mujeres y la dominancia política de los Estados Unidos durante el régimen del Sha. La primera controversia llega de una postura religiosa que no considera la voluntad propia para la mujer y, la segunda, de una posición pos-colonialista. La mayoría de izquierda iraní y los liberales religiosos se juntaron con Jomeini, teniendo en cuenta su posición antiimperialista, y al mismo tiempo ignorando su identidad patriarcal.
Jomeini, como un buen político, con un juego de mentiras y promesas, se puso en el centro de una lucha histórica: por un lado, de la sociedad religiosa contra las sociedades modernas, y, por el otro, contra el imperialismo.
Hay que mencionar que la resistencia contra el colonialismo en Irán tiene una historia de más de dos siglos y después del golpe de Estado de la CIA contra Mossadegh en 1953 se intensificó. Jomeini incluso escondió su opinión contra Mossadegh hasta que tomó el poder y después lo declaró como una persona fuera de la religión.
Los liberales religiosos no vieron ningún conflicto fundamental con él y la partida comunista iraní, junto a muchos movimientos izquierdistas, dieron la prioridad a la lucha contra el imperialismo y negaron el hecho que Jomeini fundamentalmente estaba contra los valores de las sociedades modernas, es decir, valores principales como los derechos humanos.
Dos años después de la Revolución, todos los partidos políticos, liberales y de izquierdas, fueron prohibidos. Los clérigos que no aceptaron la interferencia de la religión en el Estado fueron asesinados o silenciados; con el inicio de la guerra Irán-Iraq, Jomeini se tomó la libertad de matar o encarcelar a los demás activistas. Incluso una guerra que podría haberse acabado en 2 años duró 8 y de allí salió el gran monstruo.
Interludio: silenciar voces
Un año antes de morir, el Ayatolá Jomeini emitió dos importantes fatwas: la orden de matar a Salman Rushdie, y a los presos políticos que había en Irán. Una de las dos, la que no llegó a realizarse, es conocida por todos; la otra se ejecutó, pero durante años nadie dijo una palabra sobre ella. Jomeini creía que, para conseguir la independencia que necesitaban los mulás para administrar Irán, había que evitar la injerencia y la influencia de las potencias extranjeras en el país.
En su opinión, la mejor vía para ello era crear una crisis al otro lado de las fronteras para que nadie tuviera la oportunidad de mirar lo que pasaba dentro de sus dominios, y ése es el mismo método que continúa aplicando el sucesor de Jomeini, el Ayatolá Jamenei. La puesta en práctica de la fatwa acabó con la vida de 5 mil personas; presos políticos –la mayoría izquierdistas– que no estaban dispuestos, aún después de años en la cárcel, a renunciar a sus ideales. Los enterraron en fosas comunes. Con esa última matanza, Jomeini entregó el régimen al Ayatolá Jamenei junto con un regalo especial: la fuerza militar de Sepah, formado por la gente religiosa y educada en la guerra. Ellos querían su porción en el poder posguerra y Jamenei les dio el derecho de interferir en los asuntos económicos, políticos, culturales e internacionales. Porque el problema de la República Islámica de Irán con el capitalismo nunca fue fundamental.
Después de la guerra el régimen inició reformas neoliberales y el Sepah -Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica- tuvo manos libres para dirigir la privatización según las instrucciones del Banco Mundial. Además, la misma fuerza se encargó de realizar la utopía de un imperio chiita y callar las voces de oposición fuera de Irán. Cabe mencionar que en Irán las elecciones nunca fueron libres. Todos los candidatos deben tener la confirmación del líder supremo, el Ayatolá Jamenei, y sus mandatos. Es decir, las decisiones cruciales del país se toman por las convicciones del líder supremo junto a la fuerza militar de Sepah. La existencia de las elecciones en Irán es otra contradicción: sirve para fingir democracia, aunque el parlamento, el presidente y el poder judicial no tienen ninguna palabra en las decisiones importantes, como la estructura económica del país (privatización, neoliberalismo) o en negociación con los Estados Unidos.
Se puede decir que Irán, al igual que sus vecinos árabes en la región, es un país capitalista y su postura política antiimperialista tiene que ver con su diferencia religiosa, el chiismo contra sunismo y con la manera que Jomeini tomó el poder, utilizando la tendencia antiimperialista del pueblo iraní.
Esa misma postura, que ayudó a Jomeini en principio, ya se convirtió en un conflicto problemático para la República Islámica. Sepah quiere seguir con la política neoliberal y no encuentra una solución pragmática para deshacerse del antiimperialismo y a la vez desarrollar su imperio chiita. En la guerra de EU contra Afganistán e Iraq, la República Islámica mostró su voluntad para negociación, ayudando en varios asuntos a las fuerzas estadounidenses, pero no recibió la respuesta deseable.
El trato nuclear de Obama podría verse como un inicio de la transformación del régimen, pero con la llegada de Trump y los embargos el Estado islámico se vio muy atrapado. Los costos de expansión de un imperio chiita, los embargos y la política neoliberal llevaron a la mitad del pueblo a nivel de la pobreza. En tal condición las manifestaciones en Irán iniciaron relacionadas con la pobreza, pero reclaman muchas más cosas:
- La igualdad del género: Irán no firmó la declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Las mujeres no tienen derecho al divorcio, la custodia, incluso a viajar o trabajar sin permiso de su esposo o padre.
- La ley no protege a los obreros y está escrita a favor del empleador. Los sindicatos obreros fueron suspendidos o están bajo el control del mismo patrón.
- La industrialización sin límite por parte de la milicia destruyó el medio ambiente. No hay agua potable en varios estados. La agricultura está por morirse. Varios estados están expuestos a los desastres naturales, como inundaciones, por acabar con los bosques. Lagos y ríos se secaron. Además, los activistas medioambientales siguen en la cárcel.
- Porque la milicia y sus empresas se encargaron de la construcción urbana, las casas no cuentan con un estándar adecuado de seguridad y por eso muere mucha gente en cada terremoto.
- La mitad del pueblo vive bajo de la pobreza.
- No hay libertad de expresión. Partidos políticos no-islámicos no pueden existir. Las revistas y los libros se publican sólo con el visto bueno de la Secretaría de Cultura (es decir, censura). Los activistas siguen en la cárcel: feministas, estudiantes, maestros, intelectuales, obreros.
- Los hospitales y escuelas públicas, las carreteras y el transporte público no tienen una propuesta económica suficiente para su desarrollo. El dinero se gasta en las actividades militares o en la publicidad religiosa.
- Las minorías étnicas o religiosas siguen con una discriminación absoluta. Por ejemplo, los Baha’is no tienen derecho a entrar en las universidades y con cualquier excusa los encarcelan o matan.
Es una lista breve de varios ejes de reclamos del pueblo iraní que aparecen constantemente en las manifestaciones recientes. En tal condición el régimen no quiere transformarse en favor del pueblo, ni quiere resolver sus contradicciones fundamentales e internas.
Fin: grito por la libertad
La mayoría de la población iraní es joven y educada. La religión, después de cuatro décadas de tiranía, perdió su valor, y con la llegada de Internet, el horizonte de bienestar y libertad cambió.
Pero enfrente del cambio cultural del pueblo, el régimen sigue con los mismos criterios teocráticos de los siglos pasados. Las manifestaciones en febrero de 2018 cambiaron todo el escenario. En el movimiento estudiantil de Irán en 1999 y en el movimiento verde de 2009 la mayoría de manifestantes fue de clase media y reclamaba más libertad.
Además, fueron limitadas en las ciudades grandes. Después de 2018, el grito por la libertad se integró con el de la pobreza y por eso expandieron primero a 90 ciudades y en las manifestaciones del pasado noviembre a 107 ciudades.
La respuesta del régimen fue brutal. En tres días mataron a mil 500 personas, cortaron el acceso del Internet del país y arrestaron más de 7 mil personas; muchas aparecieron ya muertas por la tortura.
La amenaza de guerra, otra vez, le sirvió al régimen para cambiar la mirada, desde la represión, hacia el nacionalismo. En consecuencia, utilizó el asesinato de Soleimani para recuperar su cara. Con toda la publicidad, el miedo de la guerra y la propaganda de nacionalismo, no logró reunir más gente que los manifestantes de Movimiento Verde, en realidad fueron mucho menos personas.
Después de la caída del vuelo 752 en Teherán, con la manera que el régimen manejó la noticia, mintiendo al pueblo y escondiendo la realidad, la crisis de la legitimidad del régimen tomó otras profundidades. El Sepah, para evitar una guerra, notificó sobre el ataque a los Estados Unidos y así evitó casualidades estadounidenses, pero al mismo tiempo utilizó los vuelos de pasajeros como un escudo humano contra cualquier ataque probable y en el curso mató a 176 personas inocentes.
El pueblo sabe que, sin la presión internacional sobre los hechos, el régimen nunca confesaría sobre su papel en esta tragedia. Tampoco ahora acepta que la gente libremente realice un luto nacional. Ciudades siguen en una ley marcial no declarada. En este horizonte, la oposición se encuentra con una diversidad de las voces. La izquierda iraní está partida en dos: una parte que, como al inicio del régimen islámico, prefiere una retórica antiimperialista, a los demás reclamos del pueblo iraní y otra parte que ni acepta el neoliberalismo, tampoco la opresión y piensa que la retórica antiimperialista del régimen es una falsedad.
Las dos fracturas de izquierda están contra interferencias externas y los embargos. En la derecha, una parte busca una transformación interna del régimen para negociar con los Estados Unidos y otra parte prefiere la interferencia estadounidense aún más fuerte y más embargos.
Con la pérdida de la legitimidad y sin ningún horizonte de cambios en la política interior y exterior del régimen islámico, Irán llegó ya a una condición revolucionaria. No sabemos ciertamente que habrá en el horizonte, pero el pueblo no puede aguantar más. Ahmad Shamlú, el gran poeta persa del siglo pasado, escribe:
Con todos los vocablos del mundo en nuestra mano
no dijimos justo aquel que se necesitaba,
y es que una palabra, tan sólo una palabra
faltaba: ¡Libertad!
Nosotros no la dijimos. ¡Dale forma!
Darle forma, precisamente es lo que hoy se desarrolla en las calles de Irán. Un esfuerzo ímprobo y extenuante por dar forma a esa palabra prohibida, esa palabra ausente: “libertad”. Junto a la libertad, el pueblo también grita para el “pan” y “trabajo”. Las cosas esenciales para vivir, porque ya tiene mucha muerte y no encuentra su vida.
@PoetryinAction
MOHSEN EMADI, poeta iraní exiliado en México, es también traductor y cineasta. Estudió computación en Irán, cultura digital en Finlandia y literatura comparada en la UNAM, México. Ha publicado varios libros, entre los que se encuentran “La flor en los renglones” (España, 2003) y “Standing on earth” (EU, 2016). Su poesía ha sido traducida a varios idiomas.