Siempre se agradece la oportunidad de comenzar ciclos en nuestra vida; es la ocasión que tenemos de enmendar los errores y de asumir nuevos compromisos, metas, deseos, anhelos, propósitos, en fin. Mi deseo es que comencemos este 2020 con nuevos retos que superar y con las herramientas necesarias para hacerlo, en cualquiera de nuestros ámbitos: familiar, laboral, social.
Por lo que respecta a las cuestiones electorales, entre otras cosas, iniciamos el año con un nuevo modelo de la credencial para votar con fotografía. No es una situación menor, si consideramos que buena parte del sustento del sistema político electoral recae en esa credencial de plástico.
Hasta antes de 1991, existió en México una tendencia para credencializar a la ciudadanía, condición común en los estados nacionales quienes le proporcionan a su población algún documento que les acredite como habitantes o ciudadanos. Este ejercicio regularmente es encabezado por el ministerio del interior o de gobernación, y permite ejercer un control sobre la población en cuanto a su nombre, algún número de registro único y distintivo, imagen, domicilio y entidad de nacimiento. Actualmente incluso, se poseen otros tipos de datos, como biométricos.
Dado que el Secretario de Gobernación, en ese entonces, era quien encabezaba las labores electorales, sucedió un fenómeno de credencializar a la ciudadanía electora, emitiendo por primera vez una credencial que sustituyó a una especie de boleto de papel hecho a mano, que era la manera en que se identificaba el votante ante la casilla. Esta primigenia credencial color café poseía solamente los datos esenciales del ciudadano.
En el proceso de evolución de la credencial, aparecieron unas de color naranja en donde ya se preveía un espacio para la fotografía del titular y para una huella dactilar. No obstante, es a partir de 1992, con la primera emisión de las credenciales color gris y tras una campaña concienzuda de invitar a la población a integrar el padrón electoral, cuando se añade la foto a la credencial, misma que era tomada de manera instantánea al acudir al módulo de credencialización.
Al día de hoy, además de la seguridad que brindan los controles y verificaciones del padrón electoral, garantizando con ello el evitar la duplicidad de registros y la depuración constante del mismo, la credencial se ha asumido como el medio de identificación oficial por excelencia del ciudadano mexicano. Aunado a sus elementos de seguridad y otras características relevantes, sobre todo a que el gobierno mexicano no ha diseñado un medio eficiente de identificación poblacional, ante la necesidad de un elemento fidedigno de identificación, el INE, responsable del Registro Federal de Electores, continuamente va actualizando el modelo, añadiendo tramas de seguridad novedosas e incorporando nuevos elementos de identificación del ciudadano, haciendo cada vez más útil, segura y confiable nuestra credencial.
El nuevo modelo presentado por el INE a finales del año pasado, muestra 24 medidas de seguridad y dos códigos QR que permiten su verificación inmediata y su cada vez más improbable falsificación. Y aunque su costo ha disminuido pasando de 1.2 dólares entre 2008 y 2013 a 11.58 pesos en esta nueva versión anunciada para 2020, su valor aumenta como medio de identificación aceptado prácticamente en todo el territorio nacional.
Sin embargo, los nuevos retos que se asoman a este elemento de la democracia mexicana, en un constante mejoramiento, son trascendentales:
¿Deben compartirse los biométricos de los electores al estado mexicano? Surgieron versiones periodísticas de que el Gobierno Federal requería información biométrica de los habitantes, por lo que una opción sería migrar los datos que ya posee el INE, quienes requerirían de afinar un sustento legal para realizarlo.
¿En la credencial debería aparecer si el ciudadano desea o no ser donador de órganos? Como muestra fehaciente de la voluntad del potencial donante, aunque la manifestación volitiva se hiciera ante una autoridad distinta a la de salud o al gobierno nacional.
¿Es válido que aparezca en la credencial la autoadscripción a un pueblo indígena de un ciudadano? Habiendo superado los temas de género, un caso llevado ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, puso a debatir a los magistrados sobre la pertinencia de que uno de los datos de la credencial fuera la pertenencia a un grupo étnico originario, y que de esta manera se oficializara, por decirlo de algún modo, esa autoadscripción.
Como se puede ver tan solo en este tema, lo apasionante de la materia electoral es que además de su actualización constante, la actualidad de los temas y los novedosos horizontes que se vislumbran, tras las soluciones que se van construyendo a los retos que se asumen, permiten prever que siempre estaremos, en un constante estudio y en presencia de nuevos rumbos.
/LanderosIEE | @LanderosIEE