El panorama de la música de concierto mexicana es de verdad muy amplio, y de esto, por supuesto, debemos sentirnos orgullosos y contentos pero nunca satisfechos, siempre habrá muchas más cosas por hacer, pero me atrevo a afirmar, -correré el riesgo de emitir semejante afirmación-, que México es el país de todo el continente americano con la estructura más sólida en la aportación de compositores y consecuentemente de repertorio más generoso, no me refiero a la cantidad y calidad de las orquestas, por supuesto, en esto Estados Unidos nos tiene evidente ventaja, creo que ninguna orquesta mexicana alcanza el nivel de las famosas top five de Estados Unidos, las sinfónicas de Boston y Chicago, las orquestas de Filadelfia y Cleveland y la mítica Filarmónica de Nueva York sin contar con el alto nivel que han alcanzado otras orquestas como la Filarmónica de Los Angeles, la Sinfónica de Pittsburgh, la de San Francisco entre otras cuyo prestigio internacional no es cuestionable, sin embargo, con toda esa sólida infraestructura musical, con sus grandes e impresionantes salas de concierto, incluso con sus grandes compositores como Charles Ives, Aaron Copland, George Gershwin, Leonard Bernstein, el gran Philip Glass, todos los músicos europeos que han adquirido la nacionalidad estadunidense, entre ellos Igor Stravinsky, Arnold Schoenberg, Sergei Rachmaninov y, por supuesto, agregar a esta lista a Frank Zappa, que si bien es cierto que lo ubicamos más en el lenguaje del rock altamente subversivo, sería injusto ignorar sus excelentes trabajos en el contexto de la gran música de concierto, obras grandiosas como The yellow shark o Perfect Strangers. Pero a pesar de la gran cantidad de músicos en Estados Unidos, México sigue siendo el líder en cuanto a cantidad y calidad de compositores, y lo digo buscando la objetividad y sin caer en un falso nacionalismo y buscando evitar a toda costa el detestable patrioterismo.
Desde la época virreinal en México se hace música culta o académica, o como le quieras llamar, y seguramente es el primer país de América en donde se tenía una sólida cultura musical, todavía en la actualidad se siguen encontrando testimonios musicales históricos en las catedrales de Puebla, de Oaxaca, de Morelia o en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Pero el tema no es hablar de la riquísima tradición musical de México sino recordar al que para un servidor es el mejor compositor mexicano, me refiero a Silvestre Revueltas.
El pasado 31 de diciembre se cumplieron 120 años de su nacimiento, nació en Santiago Papasquiaro, Durango en 1899, murió muy joven, en octubre de 1940 víctima de bronconeumonía, la noche de su muerte se estrenaba en el Palacio de Bellas Artes su obra El renacuajo paseador.
Yo sé que es muy arriesgado proponer a un compositor como el mejor, siempre habrá polémica y será un tema altamente discutible, en todo caso podríamos decir quién es nuestro favorito, por eso me atrevo a afirmar que desde mi estrecho punto de vista, Revueltas es el mejor compositor mexicano y mira que hay muchos con sobrados méritos para ser reconocidos como tales, Carlos Chávez, José Pablo Moncayo, que más allá de su célebre Huapango, tiene argumentos musicales muy sólidos, Blas Galindo, Manuel M. Ponce por supuesto, el llamado príncipe del nacionalismo musical mexicano, Arnulfo Miramontes, en fin, son muchos sin contar a los actuales que siguen enriqueciendo inmensamente el amplio panorama de la gran música de concierto mexicana.
La obra de Silvestre Revueltas es muy abundante, su producción musical se centra en la música para cine, música escénica, una gran producción de música de cámara, sus cuartetos de cuerdas, en realidad Revueltas no compuso nada para orquesta aunque posteriormente muchas de sus partituras fueron orquestadas por José Ives Limantour, Hernández Moncada, Candelario Huziar y Blas Galindo como es el caso del ballet La coronela de la que por cierto, se extravió la primera versión orquestada y que fue realizada justamente por Candelario Huizar y Blas Galindo, posteriormente Moncada y Limantour hicieron una segunda versión que es la que se interpreta actualmente, recordemos que también José Ives Limantour hizo la orquestación de la Noche de los mayas y agregó esa impresionante cadenza para un ejército de 14 percusionistas en el movimiento final.
No sé hasta qué punto el trabajo de orquestación realizado en algunas partituras de Revueltas, concretamente lo hecho por José Ives Limantour, haya influido en reconocimiento y trascendencia de la obra del compositor de Durango, se ha discutido mucho sobre esto y sin duda tiene un impacto inmediato, pero sin la menor duda, la obra de Silvestre Revueltas por sí misma, es suficiente para alcanzar la trascendencia e importancia que actualmente tiene, lo menciono sin la intención de demeritar los toques y el aderezo hecho por Limantour y Hernández Moncada, evidentemente son de un valor incuestionable y por supuesto que contribuyen al enriquecimiento de la música de tan gran compositor, el caso, por ejemplo del ballet La Coronela, su único ballet, digamos, de gran formato y con coreografía inspirada en algunos grabados de José Guadalupe Posada, quedó inconcluso, solo tenía terminadas en piano tres de las cuatro partes, su muerte le impidió, como a Mozart, terminar con su obra.
Hace 120 años que nació esta inmensa gloria de la música mexicana el 31 de diciembre de 1899, después de un siglo y dos décadas el mundo del arte, no solamente en México, no termina de digerir y degustar su inagotable herencia. Después de 80 años de su muerte, su lenguaje musical sigue escuchándose vigente, vanguardista, contemporáneo, nada conformista, finalmente es Revueltas, quizás el más grande.