2020: ¿qué ciudad queremos? / Agenda urbana - LJA Aguascalientes
02/01/2025

Cada inicio de año representa una nueva oportunidad para consolidar o modificar el rumbo de una ciudad para avanzar hacia un futuro más sostenible, competitivo e incluyente; especialmente, a medida en que nos acercamos a una nueva década, el año 2020 debería servir para reflexionar colectivamente acerca del futuro que queremos para Aguascalientes. En ese sentido, deberíamos promover una discusión más activa, amplia e integral sobre cómo ha evolucionado la ciudad; quiénes han ganado o perdido con las transformaciones que se han suscitado en los últimos años; cuáles han sido los resultados del modelo de crecimiento urbano en términos sociales, económicos y ambientales; y cuáles son los principales desafíos que enfrenta la ciudad hacia el futuro. Más aún, en este inicio de año, deberíamos preguntarnos qué ciudad queremos y qué podemos hacer para lograrla.

La idea de una ciudad deseable ha evolucionado considerablemente en el tiempo a medida en que ha aumentado el conocimiento, la evidencia y la información acerca de las implicaciones que resultan de la interacción entre elementos que componen una ciudad, incluyendo, desde luego, a las personas, el medio ambiente, la economía, y elementos físicos como el suelo, el transporte, el espacio público, entre otros. En otras palabras, a lo largo de la historia la idea de una ciudad sostenible, competitiva e incluyente ha cambiado constantemente, lo que ha obligado a quienes viven y gobiernan las ciudades a adaptarse a nuevos paradigmas, modelos, normas, etcétera; algo que también sucede en la actualidad.

Por ejemplo, en 1903, el arquitecto inglés, Ebenezer Howard, planteó un modelo de ciudad denominado Ciudad Jardín, el cual, como alternativa a las ciudades industriales altamente contaminadas, habría contado con núcleos habitacionales de aproximadamente 30 mil habitantes, rodeados de amplias superficies de áreas verdes y agrícolas, y conectados por una estructura radial de infraestructura vehicular y ferroviaria, lo que tenía la intención de ofrecer a sus habitantes espacios “equilibrados” entre el medio urbano y el campo. Casi tres décadas después, en 1932, el arquitecto estadounidense, Frank Lloyd Wright, propuso una nueva idea de ciudad conocida como Broadacre City, que consistía en un modelo de ocupación territorial extensiva y de muy baja densidad, en el que cada familia habitaría viviendas unifamiliares en terrenos de un acre (4,046 metros cuadrados), organizados en una retícula que daría espacio a infraestructura destinada principalmente al vehículo particular, el modo de transporte que desde entonces se buscaba impulsar.

Similarmente, en 1933, el arquitecto modernista francés, Le Corbusier, planteó el modelo de ciudad conocido como Ciudad Radiante, que buscaba “ordenar” el crecimiento de las ciudades mediante edificios multifamiliares de alta densidad, físicamente separados por grandes espacios abiertos y conectados a través de amplias vialidades diseñadas principalmente para el automóvil. Ese modelo también buscaba la separación de los usos del suelo en las ciudades, de manera que las áreas habitacionales estuvieran físicamente segregadas de las actividades comerciales, industriales, entre otras. Más recientemente, desde principios de la década de los noventas, arquitectos como Andrés Duany han impulsado un movimiento conocido como Nuevo Urbanismo, que busca revertir el crecimiento urbano orientado al automóvil para promover ciudades caminables, con una mayor oferta de espacios públicos y áreas habitacionales de usos mixtos que permitan a las personas acceder a sus destinos con mayor facilidad.

En la actualidad, los paradigmas y las ideas de una ciudad deseable continúan evolucionando de manera acelerada, y la información y la evidencia permiten comprender mejor cómo el crecimiento de una ciudad puede elevar la calidad de vida de la población, promover la productividad y la competitividad, mitigar impactos negativos en el medio ambiente, etcétera. Por ejemplo, en contraste con algunos de los modelos de ciudad descritos anteriormente, ahora se sabe que la expansión urbana de baja densidad puede afectar la vida de las personas al incrementar los tiempos y las distancias de traslado, aumentar los costos de provisión de infraestructura, y ocupar mayores superficies de suelo natural. Igualmente, ahora se conoce que la separación de las áreas habitacionales de otros usos o actividades, como el comercio o las escuelas, suele reducir la accesibilidad de las personas a las oportunidades de una ciudad, y, especialmente, tiende a desincentivar la movilidad a pie y en bicicleta, y, con ello, a aumentar la dependencia del automóvil.

En ese contexto, hoy en día numerosos gobiernos, organizaciones, empresas y ciudadanos en el mundo han emprendido esfuerzos importantes para hacer de sus ciudades lugares más humanos, competitivos e incluyentes, en los que las personas puedan prosperar de mejor manera y se garantice una relación más sostenible entre las actividades humanas y el medio ambiente. En esas ciudades, por ejemplo, se han logrado comprender los verdaderos costos sociales, económicos y ambientales de continuar con un crecimiento orientado al automóvil, por lo cual se promueve decididamente el uso del transporte público y la movilidad no motorizada. Igualmente, en esas ciudades se han entendido las implicaciones negativas de la expansión territorial no planificada, por lo cual ahora se busca incentivar el desarrollo de vivienda para distintos niveles socioeconómicos al interior de la ciudad, al mismo tiempo en que verdaderamente se valora el espacio público como mecanismo de cohesión e integración social; entre muchos otros ejemplos.

En Aguascalientes, las acciones demuestran que aún se promueve la idea de una ciudad distante, dispersa, desconectada, e incluso deshumanizadora, en la que el espacio para el automóvil consume rápidamente el espacio para las personas, y en la que la sana convivencia entre personas y los beneficios de la urbanización son constantemente desafiados por situaciones atendibles como el tráfico, la contaminación, los accidentes, el ruido, la inseguridad, la segregación, y un largo etcétera. Aún así, en este espacio se está convencido de que Aguascalientes, sin duda, puede ser ejemplo nacional de una ciudad próspera y de oportunidades, en un marco de sostenibilidad, inclusión e innovación; para ello, a medida en que nos adentramos hacia una nueva década, primero deberíamos preguntarnos: ¿qué ciudad queremos?  

 

[email protected] | @fgranadosfranco



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