Estremecen con Tres figuras lúgubres como resultado de beca del Fonca - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Estaba callado, sólo se retorció en el escenario aferrado a un tubo largo que sostenía un envase de suero, pero su rostro y sus movimientos parecían decir, tengo miedo, no me quiero morir, tengo frío, por qué me pasa esto a mi; fue esta la esencia de Tres figuras lúgubres, número de danza montado por Antonio Torres y con música de Juan Pablo de la Rosa, que busca reflejar las sensaciones y emociones de un enfermo terminal ante la vida y ante la muerte.

La muerte no estuvo sola o al menos no fue sólo la que Antonio Torres representó  en escena estuvo acompañada por el desempeño de otros bailarines locales e invitados de San Luis Potosí que expresaron una serie de momento intensos de la vida, algunos de amor, otros de soledad, otros de movimiento que recordaban las posturas de las esculturas griegas ancestrales, todo a través de la danza.

Como resultado de una beca otorgada por el Fondo Nacional para la
Cultura y las Artes (FONCA), Antonio Torres ideó el montaje de un
espectáculo de danza donde no se incluyera solamente su homenaje a la
muerte y sobre todo a aquellos hombres o mujeres que sabiéndolo o sin
saberlo están al borde de uno de los momentos más íntimos, profundos,
dolorosos y en ocasiones incomprensibles.

Sin embargo no todo el movimiento puesto a disposición de los ojos
de los espectadores fue dolor o vacío, la noche comenzó con un par de
bailarines ataviados con colores llamativos en una ceremonia de
movimiento, donde lo lejano y lo cercano se vuelven formas de
comunicar, las miradas se entrecruzan y los cuerpos se confunden o se
vuelven uno sólo de frente parece sólo una la mano que se levanta y se
vuelve a su lugar o cuando las piernas de ella están enredadas en el
torso de él y parecen su cintura.

Luego vino un joven, de cuerpo totalmente atlético y faz hermosa,
con un traje sencillo y fue él que con una pieza musical corta, de dos
minutos y medio aproximadamente hizo varias posturas que recordaban las
enormes e imponentes esculturas de la época renacentista donde el
cuerpo humano era uno de los temas favoritos de los grandes talladores
de mármol.

En cada presentación parecía haber una plegaria que los bailarines
elevaban ya fuera al cielo, hacia sí mismos o simplemente al vacío, a
él le siguió  una pareja con un par de atuendos blancos, con música
viva aunque en momentos melancólica, la presencia de dos da casi
siempre la sensación de complemento, la idea de un cuerpo dividido cuyo
corazón late a un mismo ritmo y al final de que cada uno de los
bailarines hizo su número en escena, se encontraron.

El amor, la pasión y la muerte se parecen mucho, los tres absorben
la concentración del individuo, lo enloquecen, así que lo mismo puede
ser el rojo el color de los últimos momentos que el negro el del día en
que el amante reconoce que nunca podrá olvidar lo besos de aquella o
aquel en cuyos labios encontró la vida y porque no también la muerte.

La mujer del alcatraz llevaba el contraste no en los colores pues su
vestido y el escenario eran complemente negros, sino más bien en ese
proceso de separación que parecía representar al llevar casi en todo
momento la flor en sus manos y cuando se distanciaba de ella parecía
sufrir, como cuando se deja al niño que siempre se llevó dentro, cuando
alguien se despide del ser amado o cuando un moribundo sabe que llegó
el momento de desprenderse de su alma.



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