Hoy se cumple un año calendario de la histórica toma de protesta del licenciado Andrés Manuel López Obrador, como presidente de México ante el diputado Porfirio Muñoz Ledo, entonces presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, dominada ya por el grupo parlamentario mayoritario encabezado por Morena, avalado sí, por los famosos 30 millones de votos, que representaban con toda claridad el sentir de un país deseoso y urgido de cambios radicales, drásticos, en la forma de gobernar y administrar la cosa pública, que trabajara para mejorar, efectivamente, la calidad de vida de los mexicanos, y no sólo de la clase política que hasta entonces, entronizada, se enriquecía descaradamente ante la precariedad de la mayoría de la sociedad.
López Obrador llegó poderoso, con un enorme respaldo popular, con 259 representantes en la Cámara de Diputados y 59 senadores, nada más; sin contar con la adición de los legisladores de los partidos políticos aliados, y 16 congresos estatales dominados por la misma fuerza política, lo que realmente hace una fuerza política avasalladora para impulsar su proyecto político de nación prácticamente sin obstáculos ni escollos que le pudieran atorar en su camino.
Durante estos primeros doce meses de su gestión, el presidente López Obrador ha sido contundente con la reestructuración de la Administración Pública Federal, reduciendo la existencia e integración de numerosos organismos públicos descentralizados, que, a sus ojos, sólo representan gastos innecesarios y focos de corrupción, por donde se filtraban millones y millones de pesos que tenían al país postrado ante ese flagelo. Además, sus funciones en sentido estricto, eran prescindibles a través de la acción del gobierno central. Así, empezó un camino de desmantelamiento orgánico y presupuestal de instituciones que vigilaban y regulaban el accionar del Ejecutivo. En este sentido, y cumpliendo sus compromisos de campaña, sobre todo con sus aliados, por ejemplo, con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, CNTE para los legos, desapareció el Instituto de Evaluación Educativa y entregó esa importante función a las organizaciones gremiales del magisterio, con los riesgos que ello implicaba.
En aquellos casos que no fue posible desaparecer las instituciones, impulsó, con el respaldo de sus mayorías legislativas, la designación de comisionados incondicionales no a su proyecto de nación, sino a él en lo personal, bajo la fórmula, de 90% honestos y 10% de experiencia, y en este sentido se decantan decenas de casos. Esto sumado a aquella máxima del lopezobradorismo, de que ningún servidor público puede ganar más de los famosos 108 mil pesos mensuales, de los cuales, ya nadie se acuerda por su inoperancia.
Sobra decir que el gobierno de López Obrador desde sus inicios, e incluso antes, empezó con una lucha personal contra el sistema económico que él identificó como el demonio de todo lo hecho hasta entonces: el neoliberalismo, y lo confrontó con su propia propuesta que hasta hace poco nos la compartió, su economía moral, lo que sea que eso signifique. Pienso que con base en es visión, fue que decidió cancelar el NAICM de Texcoco, con sus sabidas millonarias pérdidas y el desposicionamiento de México en la materia. Asimismo, y con una irreflexiva regresión de 80 años, retomó el rescate de Pemex, desde la fuerza del Estado, poniendo a la cabeza de esa empresa paraestatal, a un amigo de toda la vida, ingeniero agrónomo, con nula experiencia en el tema energético. Los resultados están a la vista. Pemex arrastra al país al desastre financiero, con todo y el halo de la economía moral.
La inseguridad pública en este último año ha alcanzado cifras de muerte históricas, al menos, oficialmente, se reconocen más de 31 mil muertes violentas. La estrategia de “abrazos no balazos” fracasó. La creación de la Guardia Nacional, ni siquiera fue un paliativo contra el combate contra la inseguridad, sobre todo porque se le utilizó como una forma de migra en la frontera sur a exigencia del gobierno de Estados Unidos. De esta suerte, hay un fuerte sentimiento de enojo entre las fuerzas militares nacionales, que hasta el propio presidente llegó a mencionar la posibilidad de un golpe de estado. Ya ni mencionemos la masacre contra la familia LeBarón, que llegó a enviar al presidente norteamericano la petición de considerar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas, lo que permitiría al poderoso vecino del norte, con base en sus propias leyes, promover una intervención en el país. Lo que aún ahora tiene muy nervioso al gobierno de la 4T.
La economía prácticamente desde el inicio de la presente administración y particularmente en este 2019, se ha detenido, no se mueve, no crece, y si atendemos las cifras del Inegi, hasta hemos retrocedido, aunque el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, se defienda y señale que aún no hay recesión económica. El empleo no sólo no ha generado nuevos espacios, sino que al contrario los ha perdido; la inversión extranjera directa, IED, se ha retraído desconfiada, inclusive con el Plan Nacional de Infraestructura, recientemente presentado, hay dudas.
Por si no fuera poco el desorden y el vaivén de la cuarta transformación, después de los desaguisados en las elecciones de Bolivia, el solidario gobierno lopezobradorista recibió como refugiado político al renunciado presidente Evo Morales, lo que más que mejorar el prestigio nacional, lo metió en un brete del que le urge salir.
Sin embargo, lo más destacable de este primer año de López Obrador, presidente, ha sido su éxito al dividir a la sociedad mexicana de manera escandalosa, por un lado los cuatrotransformistas y frente a ellos los mexicanos fifís, canallas, conservadores, neoliberales, prianistas. Esta división se hace patente todos los días, en la economía, en la cultura, en la lucha por el medio ambiente, y por supuesto en la política. Usando como palestra el micrófono de las “mañaneras”, el presidente justifica, explica, ataca, separa, a un país urgido de unidad, de trabajo, de paz, de tranquilidad, de convivencia.
Un año en que López Obrador hizo poco y deshizo mucho.