Me reclaman que solamente procuro, con mis entregas a “La Jornada Aguascalientes”, destacar los aspectos “negativos” de los trabajos de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, y no todo lo bueno que aportan al entorno social. Pues bien y ante ello, afirmo que somos en demasía afortunados los habitantes de esta ciudad impía, el de contar con una agrupación musical de tales características: de ello no pueden presumir algunas “grandes ciudades”, y eso ya es mucho decir. La forma de integrar el contenido de los programas (que revelé no contaban con el equilibrio suficiente), si los comparamos, por ejemplo, con el realizado para la temporada Verano de la Orquesta Sinfónica de Minería de la Ciudad de México (dirigida por Carlos Miguel Prieto) pues se tornan en atractivos, ya que la segunda de las mencionadas prácticamente integra sus Nueve Conciertos “solo” con obras de Haydn y Mendelssohn, y baste revisar en tal sentido, la programación que al efecto propone el Centro Cultural Universitario para la Sala Nezahualcóyotl. Y que el público que asiste a los eventos de la OSA aumente en número, resulta también una buena señal de la trascendencia de tal trabajo. Sí, pero…
Tales hechos de importancia NO son suficientes para exigir el “aplauso fácil”, y que lo ofrezcamos sin chistar, ya que el producto final tiene que ser de calidad, y la calidad es la excelencia en la interpretación (lograda, como ya se ha comentado, solo en específicas e identificables obras, pero no en la totalidad de las programadas). Y muestra de tal “irregularidad” fue palpable (entiéndase lamentable) en el último concierto de la Temporada Primavera. Y se veía venir…
En realidad pocas cosas se podían decir en relación con el Octavo Concierto de la Temporada (el del viernes 10 de Julio), integrado por la “Pieza para Orquesta” de Francisco Javier González Muñoz –integrado a la sección de violines primeros-; el “Concierto para Cuarteto de Cuerdas” de Arnold Schoenberg, y la “Sinfonía No. 2 (Romántica)” de Howard Hanson, y tal falta de comentarios se centraría en el mínimo interés de mi parte para “abordar” tales obras. Ni Shoenberg (a pesar de la muy evidente disposición del Cuarteto de Cuerdas José White), ni Hanson son de mi agrado, a pesar que disfruto al máximo la producción discográfica titulada “Klavierstücke”, de Thomas Larcher, con obras del citado Schoenberg y de Franz Schubert (ECM 1667, Julio 1998). ¿Será ello por la adecuada combinación que el productor Manfred Eicher realiza con las “Piezas para Piano” Op. 11 del primero, y las propias, D 946 del segundo? Y sobre tal línea de desagrado ubico a su vez la “Pieza para Orquesta” que se nos ofreció. Así que si fue buena o mala la interpretación de tales obras, eso se lo dejo a los “expertos” (que por lo que sé, ya son varios en el medio local). Y con tal “sabor de boca” (creo que así se dice), llegamos al último concierto de la temporada Primavera, en pleno Verano.
Se inicia tal concierto con la “Sinfonía No. 87 en La Mayor” de Franz Joseph Haydn, que a fin de cuentas, resultó ser la menos atractiva de las programadas en la temporada, y presentada por la orquesta sobre los límites propuestos por la propia sinfonía. Luego el desastre total: el “ataque” y la “destrucción” del “Concertino para Guitarra y Orquesta en La Menor”, Op. 72 de Salvador Bacarisse, aunque en los programas de mano se hizo referencia a que se trataba de “concierto” (las diferencias entre ambos conceptos son sutiles, pero existen). No sé de donde hayan “sacado” a Enrique Flores, pero su trabajo resultó ser deplorable en todos los sentidos, empezando por la utilización de una guitarra de diez cuerdas, no propia para la obra en cuestión, por mucho que haya sido la de Narciso Yepes. Seguro no hubo ensayo serio con la Orquesta, o de plano no ensayaron, y esto se afirma, puesto que en ninguna parte de la “destrozada” obra, se pudo apreciar el resultado de un trabajo profesional serio. La primera parte del segundo movimiento, correspondiente a la Romanza, y que puede ser de lo más rescatable, queda sepultada ante el “ridículo” ocasionado con el “maltrato” que se le infringió al tercer movimiento, de principio a fin, y a la obra en su totalidad. Y el descaro de los “encores” sólo fue para evidenciar aún más el mal momento: nos hubiéramos pasado el resto de la noche esperando que algún tema “saliera” bien. Pero poco importó lo sucedido para la mayor parte del público reunido, que emitió su aplauso como si nada de lo expresado hubiese sucedido. Tal es nuestro nivel de capacidad auditiva…
Y al final, una de las obras que normalmente genera buenos resultados para intérpretes y auditorio: la Sinfonía No. 2, “Pequeña Rusia”, Op. 17, de Piotr Ilich Tchaikovsky, y que además es de aquellas (insisto) amoldables a las características de la OSA, y con la cual, la totalidad de sus secciones funcionaron a la perfección. Tal es el real nivel, que debe ser explotado con los temas adecuados, y una mejor selección de solistas (recuerden también que algunos no funcionaron plenamente como tales en conciertos anteriores). Ya son varios años que venimos padeciendo tales “irregularidades”, y es justo ahora que deban tomarse las decisiones que sean necesarias para el fortalecimiento de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Todos lo agradeceríamos, ya que es necesario elevar el nivel de audiencia, no solo en lo que tiene que ver con la cantidad de asistentes, sino también con la calidad auditiva de los mismos.
Por último, agradezco a “La Jornada Aguascalientes” la oportunidad que me ofreció para que estos comentarios fueran conocidos, y a quienes se han ocupado de atenderlos. Y por lo mismo confío que este espacio se me siga abriendo: todavía hay muchas cosas que decir, y no solo de temas musicales. Hasta Pronto.
