Gabriela Miroslava de La Cruz Salazar
13 de noviembre de 2019
“En ese torvo 11 de septiembre empezaron a derrumbarse los sueños de cambio del país desigual en el que me tocó nacer, porque en honor a la verdad, gente joven como yo éramos en aquel entonces miles, o quizá millones, de independientes y militares, que imaginábamos la posibilidad de un mundo mejor y socialmente más equilibrado”. Gladys Lizama escribió esto como parte de su testimonio del golpe militar de 1973 en Chile. Así como ella muchos chilenos creían en el cambio de la injusta realidad social en la que vivían. Han pasado 46 años del inicio de la dictadura y en pleno 2019 hay indignación ciudadana por la situación de los estratos medios y bajos. ¿Realmente cambió la realidad social chilena? ¿Qué fue lo que detonó la ola de protestas en Chile en este año?
A simple vista, Chile posdictadura es un país moderno. Sin embargo, la ola de protestas no es gratuita. Para que un pueblo se movilice a tal magnitud como lo hizo en los últimos días fue necesario un descontento generalizado. Una de las causas que atribuyó al movimiento social actual es la desigualdad. Ésta se presenta de diferentes formas; como es la desigualdad educativa, económica y política. Ésta no fue visibilizada porque se priorizó el crecimiento económico del país.
Las políticas impuestas durante la dictadura militar de Augusto Pinochet tienen resonancia en el presente. Para el acceso financiero internacional se ejecutaron algunos ajustes en la economía, un modelo pro-mercado y pro-empresarial. Esta apertura condujo un Estado mínimo y el fin de las políticas públicas sociales universales y el equilibrio fiscal. En consecuencia, la clase empresarial fue el grupo más favorecido, que aprovechó del nuevo rol de un Estado subsidiario del sector privado y de las condiciones ventajosas de la privatización. Al final, deterioraron la distribución de ingresos, pues provocaron caídas en salarios, empleos y pensiones. En este sentido, lo que se buscó fue apostar por el crecimiento económico a costa de los más pobres1.
Ante tales condiciones desfavorables y la crisis de 1982, la dictadura comenzó a desmoronarse ante las críticas y la amplia movilización social. Los demócratas criticaron la estrategia económica y la institucionalidad social. Como resultado, el plebiscito de 1988 rechazó la permanencia de Pinochet en el poder Así comenzó el restablecimiento de la democracia en Chile.
La Concertación de Partidos por la Democracia llegó a la presidencia por la vía democrática y consignó el crecimiento con equidad. Hizo énfasis en políticas sociales y la reducción de la pobreza y la desigualdad. Tras varios mandatos, los resultados no fueron los esperados. Aun quedaron pendientes de reducir la desigualdad, la concentración de la riqueza, el aumento de la participación social en la política, el término de la impunidad de los responsables de las violaciones a los derechos humanos, etc.
Se puede ver desde el marco legal. El principal legado de la dictadura es la Constitución de 1980. Dicha es considerada neoliberal y utilitarista; donde la educación, el sistema de pensiones y el sistema de salud fueron convertidos en un mercado. Además, de que no garantiza los derechos y libertades de todos los ciudadanos.
Por ejemplo, se apostó por una política de educación privada financiada aumentó la segmentación y la inequidad de la educación. Con base a datos de la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, el decil 1(el más de vulnerable) sólo el 18.2% de los ocupados cuentan con educación superior; mientras que el decil 10 tiene 85.2%. En cuanto a la distribución de ingresos, el decil 10 concentra más ingresos que la suma de los primeros cinco deciles en 2015. En el caso de la pensiones, la tasa de reemplazo es alrededor del 40%, por debajo del
70% prometido al instaurarlo2.
El Estado sigue minimizado y ha demostrado la debilidad de las instituciones para proteger el medioambiente, defender a los consumidores y trabajadores y apoyar a los microempresarios. Esto se traduce en un desaprovechamiento sostenible de los recursos humanos y naturales de la sociedad, lo que impide potenciar la forma plena de la economía. Lo cual es incongruente con los objetivos explícitos del gobierno3.
Las cosas no cambiaron con la restauración de la democracia. Quienes criticaron a Pinochet y luego estuvieron en el poder no le dieron el cambio esperado al pueblo. Las políticas neoliberales siguieron plagando la agenda pública y la desigualdad se perpetuó en muchos ámbitos sociales. El modelo chileno fue ejemplo de muchas de las políticas implementadas en Latinoamérica. ¿Qué le puede esperar a los demás países latinoamericanos que adoptaron sus políticas y que también están atestados de desigualdad?
El gobierno de Sebastián Piñera y de sus antecesores reprodujo las ideas de la dictadura en una fachada democrática que por lo visto se ha desmoronado por la movilización civil. Lo que ahora debemos preguntarnos es que si la sociedad y el gobierno están dispuestos a establecer una estructura menos desigual, donde los más vulnerables sean parte del proyecto de nación, que la propia constitución garantice los derechos y libertades de cada uno de sus ciudadanos.
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