Más que la cantidad y la calidad técnica, José Guadalupe Posada logró consagrarse como el gran grabador mexicano y símbolo nacional por su acercamiento con el retrato de lo nacional, representante de su época y vigente a nivel internacional, consideró Víctor González, director del instituto cultural de Aguascalientes (ICA).
“Posada no es sólo importante por su calidad técnica o la cantidad de su obra, que oscila alrededor de los 20 mil grabados; él fue como el retratista de su momento, tenía el ojo claro para dar cuenta de una realidad compleja que estaba en transformación”.
La imagen del pueblo mexicano que registró Posada fue la de un campesino agobiado por la corrupción y la crisis, entre la tradición indígena y la mestiza o la criolla, finalmente esas imágenes representan lo mexicano, ese nivel de expresión rebasa su calidad y cantidad.
Como muchas otra mentes brillantes, la obra de Guadalupe Posada no fue reconocida en la vida del artista, que incluso murió en el olvido total, en una fosa común; sin embargo, hubo quienes después de su muerte retomaron las expresiones populares y descubrieron el valor de este grabador.
“Aunque él estuvo en los periódicos más importante del siglo diecinueve, no tuvo una vida holgada y murió en medio del olvido, para luego convertirse en un símbolo nacional que trae la identidad de lo mexicano”.
Esta visión y reconocimiento se dio hasta después de su muerte, que fue en 1913. Anita Brenner y Jean Charlote fueron los primeros que empezaron a descubrir las formas populares que posteriormente alimentarían la vanguardia artística de la primera mitad del siglo veinte.
“Jean Charlote venía de Europa, de haber visto un movimiento primitivo y de las fórmulas populares que inspiraron a grandes artistas como Picasso con sus Señoritas de Avignon; a su llegada a México comenzó a expresarse a través del muralismo. Anita Brenner había hablado de los personajes representativos y de la época de la Revolución. Ambos fueron los descubridores de Posada”.
Después de ellos vino Rivera, quien también se apropió de las formas populares. Él le da un lugar central e inmortaliza la figura de Posada como el gran grabador mexicano y símbolo nacional, una de sus formas de plasmarlo fue en el mural del Paseo Dominical de la Alameda.
“En el año 53, cuando se cumplieron 100 años del natalicio de Posada, se hizo una declaración formal de este grabador como el símbolo nacional por excelencia y un reflejo de su imaginario colectivo que nos identifica”.
Los mexicanos se identifican con el personaje de Posada como una manera de vernos reflejados y de cómo nos ve la gente del exterior y es por el retrato que él hizo de la vida cotidiana. Tuvo la consistencia para retratar al mexicano.