Terminó el Festival de Calaveras Edición 2019, un festival por demás esperado y con algunas sorpresas que vale la pena resaltar.
Comencemos por la iluminación de la Isla San Marcos, pero antes tenemos que reconocer que hacía un buen rato que no le daban mantenimiento general al lugar, en nuestra última visita por ahí del mes de agosto se veía muy tristona, los jardines sucios y mal cuidados, la isla con poca agua, se podía ver las mallas y plásticos que hacen de manto, mal olor del agua y los muros visiblemente despintados, no por las lluvias sino por el desgaste de los años.
Desde sus primeros años la luz era insuficiente de la entrada a la velaria y viceversa, había poca iluminación, algunas fundidas y era un poco desagradable, pues en el área de stands siempre hay mucha luz.
Este año con las luces leds en las palmeras y el puente se sintió un espacio más alegre y captó la atención de los visitantes quienes gozosos aprovechaban la iluminación para tomarse fotografías.
La luz le dio vida a la Isla y provocó que un espacio poco agraciado y concurrido (metafóricamente, claro está, pues es la entrada y la salida) se haya convertido en un área solicitada y simplemente espectacular.
Si hablamos del puente, tenemos que reconocer que la luz neón y los motivos lo hicieron tener un ambiente más festivo y transitorio, pues evoca esa salida del mundo de los muertos a los vivos, si se inspiraron para la decoración en la película de Coco podemos decir que solo les faltó el colocar pétalos de flor de cempasúchil.
Que la entrada principal a la Isla y la de la velaria tuvieran calaveras de luz neón fue genial. Al llegar ya por la tarde-noche nos envolvió de ese ambiente festivo desde que el rehilete daba vuelta.
A unos pocos pasos de la entrada se colocó un mural conmemorativo donde las personas buscaban fotografiarse, los primeros días tenía la luz de dos palmeras, después sólo una, sin embargo, era insuficiente para lograr una buena fotografía, indiscutiblemente le hizo falta una luz cenital para que luciera el mural y las personas se vieran guapísimas en la foto.
Después del desfile algunos carros alegóricos fueron colocados en el área de juegos y como cada año les faltó iluminación, bueno, ya vamos ganando en ese terreno pues la entrada y la salida ya no están obscuras, sin embargo, no se parecían bien las piezas del desfile pues no hay lámparas que den vida a ese lugar por lo que hay que buscar el cómo apreciarlos a medias.
La nueva iluminación estuvo genial, el problema es que para el segundo fin de semana algunas luces ya no encendían, el puente estaba iluminado a medias y de algunas palmeras los leds ya no encendían, fue una a semana con poco mantenimiento.
Las caballerizas se convirtieron en la sede de los altares de muertos, muchos podrán estar de acuerdo conmigo en que el de Don Gabilondo Soler fue el mejor, además los últimos días Cri Cri estaba muy prendido y le daba muchísima alegría al espacio. Otro que me encantó fue el de la diversidad, esa colocación de los pisos a la inversa, el mensaje “todos somos calaveras, aunque no tengamos los mismos derechos”, y la bidimensionalidad lo hicieron único y muy honesto. Reconozcamos que algunos estaban muy caseros y pues para la ocasión se necesitaba algo más profesional pues finalmente, es un festival internacional.
El área comercial estaba dividida en dos partes, lo hecho en Aguascalientes y todo lo demás. La verdad, me gustó, caminamos entre los pasillos, conocimos nuevas marcas. Es impresionante el número de microempresas y la diversidad de productos que existen actualmente, espacios como el Festival de Calaveras nos permiten probar y apoyar a estos emprendedores consumiendo sus productos y haciéndonos fieles seguidores de la marca.
La Canirac se lució con el espacio de creación de calaveritas de dulce, pues es una tradición que comienza a perderse, me pareció genial, lo mismo que UVM con su tradicional taller de pan de muerto, donde los alumnos de gastronomía ayudan a los niños a hacer su propio pan, mientras que, del otro lado del pabellón, junto con el Chef Noriega, otros chicos hacen un espectáculo al tiempo que producen pan para comer mientras recorren los visitantes la velaria.
En particular este año el festival, en la parte de espectáculos, no fue populachero, tuvo representantes internacionales entre culturales y conocidos sin que fuera pura banda y cumbia.
Sara Baras cautivó con su presencia flamenca en el escenario. Pocos los presentes, pero enamorados del flamenco, fueron un público excepcional, y qué decir de los amantes de la voz del chileno Beto Cuevas, hicieron fila durante horas para poder escucharlo al tiempo que se deleitaron por las interpretaciones de las Tunas del Concurso Internacional de Tunas, y el final espectacular y nunca imaginado de la banda Led Zepagain, quienes en su tributo a Led Zeppelin hicieron vibrar a los presentes con sus guitarras rockeras y su energía poderosa donde abuelos y nietos levantaron sus brazos, cantaron, y bailaron al ritmo del rock, se sintió como un concierto con los verdaderos, pues su magia en el escenario es total.
Este festival fue uno de los mejores, sin duda alguna invirtieron más tiempo en la organización y el resultado fue bastante bueno.
Esperaremos la versión 2020 del Festival de Calaveras, con altas expectativas para disfrutarlo más como ocurrió este año, ahora a esperar el puente del 19 de noviembre.
Laus Deo
@paulanajber