Adriana Romero Saavedra
Estudiante del Doctorado en Ciencias de los Ámbitos Antrópicos, UAA
Las estadísticas oficiales definen como ciudades a los asentamientos humanos donde la población es mayor a los 2,500 habitantes, la actividad económica principal es distinta a las actividades agropecuarias y existe el acceso a los servicios públicos básicos como transportes, alumbrado público, servicios de salud, entre otros. Actualmente, 55 % de la población mundial viven en zonas urbanas. Esto significa que 45% de la población mundial, cerca de 3.400 millones de personas, viven en zonas rurales. Esta inequidad en la distribución de la población puede parecer lógica si consideramos que en las ciudades se encuentran la mayor parte de bienes y servicios necesarios -y deseados- para vivir con las mejores condiciones por el ser humano.
La población rural es aquella que vive en asentamientos menores a los 2,500 habitantes, generalmente se localiza en zonas lejanas a las ciudades, en ocasiones en zonas abiertas cerca al campo, y dispone en lo general de menores tecnologías, y de servicios básicos; aunque existen comunidades rurales que viven con estilos de vida urbanos, pero con ciertas restricciones en el acceso a los bienes y los servicios que ofrece la ciudad. Dadas estas características, aún existen a nivel mundial, cerca de 3.400 millones de personas que viven en asentamientos rurales, por elección propia o porque no pueden, ni tienen la capacidad para vivir en las ciudades.
Supongamos que el porcentaje que vive en las zonas rurales es por convicción y gusto, y no les incomoda vivir lejos de los sitios de trabajo donde el salario es más elevado, ni de las grandes áreas de comercios y servicios, tampoco lejos de donde se está la mejor atención y más opciones de servicios de salud, y otros bienes. Seguramente prefieren respirar el olor a tierra y plantas, a respirar residuos contaminantes y tóxicos producto de las actividades diarias del ser humano, así como dejar de escuchar el ruido de camiones y autos en malas condiciones. Esta elección trae como consecuencia beneficios, y no sólo por el placer de tener la posibilidad de observar la naturaleza y la vida silvestre, sino para la salud.
Los beneficios de vivir cerca de la naturaleza que hemos aprendido y escuchado de nuestros antecesores, y los beneficios comprobados en la actualidad por diferentes disciplinas a través del método científico son enormes. Estas disciplinas se han encargado constantemente de realizar investigaciones para incrementar el conocimiento y tomar mejores decisiones con el propósito de mejorar la calidad de vida de la población y proteger lo más posible el medio ambiente; disciplinas como las ciencias médicas y de la salud, ciencias encargadas del medio ambiente y las ciencias sociales.
Uno de los bienes más importante que tenemos al vivir cerca de un ambiente más natural, es poder respirar aire de mejor calidad, por lo tanto, el oxígeno que entra a nuestro cuerpo es más limpio y beneficioso para cada una de las células de nuestro cuerpo, traduciendo beneficio en una mejor salud para el ser humano, con respecto al buen funcionamiento del cuerpo, y además tiene un efecto positivo para la salud mental, ya que el contacto con la naturaleza provoca reducción de niveles de estrés, y alivia otros problemas mentales, depresión, estrés laboral o ansiedad.
Algunas investigaciones también han comprobado los beneficios a nivel sociedad, ya que promueve la actividad física que se traduce en beneficios a salud, aumenta las interacciones sociales y disminuye problemas sociales como la delincuencia e inseguridad. Tal como comprobaron investigadores de la Universidad de Illinois, en un estudio realizado en la Ciudad de Chicago por [CITATION Fra01 \l 2058], donde trabajaron aleatoriamente con residentes en áreas con mayor y menor vegetación en el barrio donde viven. El estudio encontró que las personas que viven rodeados de árboles y vegetación tienen menos posibilidades de ser víctimas de la delincuencia que los que viven en edificios de iguales características, pero que están rodeados por sitios sin vegetación, cuanto más verdes eran los alrededores de un edificio, menos delitos fueron reportados a la policía de la ciudad.
Otra investigación que tiene como antecedente, que la exposición a la naturaleza puede ser particularmente beneficiosa para las regiones del cerebro que soportan la memoria de trabajo espacial, pudiendo estar fuertemente correlacionada con el rendimiento académico. Este estudio fue realizado por investigadores de University College London Institute of Education, [ CITATION Eir \l 2058 ], revela el efecto positivo de vivir cerca de un ambiente más natural en el funcionamiento cognitivo de los niños. El estudio fue realizado en diferentes áreas urbanas de Inglaterra, donde trabajaron con más de 4,700 niños de 11 años, y las mediciones se tomaron usando pruebas de memoria visual y espacial en computadoras. Se pidió a los niños que buscaran fichas escondidas en cuadros de colores que se mostraban en la pantalla, sin volver a un cuadro donde se había encontrado previamente una ficha. El ejercicio se hizo cada vez más difícil a medida que aumentaba el número de cajas y descubrieron que aquellos niños que viven en lugares con más espacios verdes superaron a sus pares que no lo hicieron. Los investigadores observaron la cantidad de errores cometidos y descubrieron que los niños de vecindarios con más espacios verdes no solo cometieron menos errores, sino que también tenían más probabilidades de tener antecedentes socioeconómicos más altos y también participar en deportes. El estudio concluye que es probable que los niños que crecen cerca de espacios verdes urbanos tengan un mejor rendimiento académico.
Las recientes investigaciones demuestran los beneficios y ventajas de vivir en contacto con la naturaleza, uno de los principales beneficios de vivir en zonas rurales. Actualmente, las zonas urbanas no tienen los suficientes elementos naturales para ofrecer una mejor calidad de vida a los ciudadanos. Las ciudades, por ahora, ofrecen una gran diversidad de estructuras de concreto y asfalto destinadas al uso del automóvil y el transporte público. Difícilmente se puede encontrar calles peatonales para disfrutar la caminata y desplazarse fácilmente y con seguridad, también en las ciudades puedes adquirir bienes y servicios para satisfacer ciertas necesidades no tan necesarias, y respirar una gran dosis de contaminantes. Circular por la ciudad contribuye a generar una buena dosis de cortisol, hormona secretada por el cuerpo ante situaciones de estrés, provocado por la inseguridad y violencia que se tienen en las ciudades.
La población urbana global continúa expandiéndose y alrededor de 220,000 habitantes cada día, es decir 80 millones de personas por año, son nuevos habitantes que migran a las ciudades. Hace más de una década, el mundo se convirtió oficialmente en un planeta urbano mayoritariamente, y según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2050 la proporción de habitantes en zonas urbanas llegará al 68%.
Ante las evidencias anteriores, la reflexión se dirige a conocer si la elección que hacemos los habitantes del planeta del lugar donde vivimos, día con día: ¿es una elección propia o por necesidad? ¿Existe la posibilidad de cambiar las características de las ciudades a un ambiente más natural y sano, en lugar de mudarnos al campo? ¿Podemos los habitantes del planeta revertir el deterioro ambiental y volvernos más sustentables, y no seguir agotando los recursos naturales? Posiblemente, en el futuro las áreas rurales tampoco serán los espacios naturales tan deseados, seguros y limpios.