Ankara, Turquía. 9 de octubre de 2019. Bajo la mirada índigo y severa del fundador de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, Recep Tayyip Erdogan, ordena a las Fuerzas Armadas de su país lanzar la Operación Primavera de Paz. Es decir, la ofensiva para, supuestamente, crear un cordón sanitario de 30-35 kilómetros de profundidad dentro de Siria que permita a los refugiados sirios regresar a su país.
Cinco días después, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, arriba a Arabia Saudita para una visita oficial. Durante la audiencia con el rey Salmán bin Abdulaziz, el monarca saudí enfatiza el rol primordial de Rusia en la región y en el orbe. Por su parte, Putin, enterado de la pasión saudita por la cetrería, regala al soberano un halcón gerifalte. Sin embargo, el depredador, nervioso por la presencia de las cámaras, no contiene sus vísceras y defeca sobre el piso.
Las escenas arriba descritas sirven como prólogo al presente artículo el cual pretende explicar y analizar por qué el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, es un ajedrecista, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, un irrendentista.
Desde su aparición en el escenario político mundial, en el 2003, es un secreto a voces que Recep Tayyip Erdogan buscar recrear el Imperio otomano. Es decir, la entidad geopolítica que, durante 400 años, dominó el Medio Oriente, los Balcanes y Europa Central. Los turcos otomanos no empezaron de cero, pues construyeron su andamiaje imperial sobre las ruinas de Bizancio.
El armazón de dominación otomano sucumbió en 1918 cuando, al término de la Primera Guerra Mundial, la Sublime Puerta capituló ante las victoriosas tropas británicas y francesas. El Sultán era un muñeco de paja. La situación fue aprovechada por los griegos, enemigos acérrimos de los turcos, quienes invadieron Turquía. Entonces, en la hora más oscura surgió un campeón: Mustafá Kemal, un oficial del Ejército otomano, quien se había distinguido en la batalla de Gallipoli, pues venció a las fuerzas australianas, británicas, francesas y neozelandesas.
Kemal fue el catalizador del nacionalismo turco y logró expulsar a los griegos de la Anatolia y conservar los estratégicos estrechos del Bósforo y los Dardanelos. Con el apoyo de la oficialidad turca, Kemal creó un estado laico. En el aspecto internacional reconoció y signó una serie de tratados internacionales (Lausana y Montreaux) que definían las fronteras del moderno estado turco. Por último, Kemal falleció en 1938.
Los sucesores de Kemal evitaron las aventuras imperiales, excepto en dos ocasiones: en 1939, Turquía se anexó la provincia de Hatay, entonces perteneciente a la Siria francesa; y, en 1974, Turquía invadió, para asegurar su posición estratégica en el Mediterráneo Oriental y para proteger a la minoría turco-chipriota, la isla de Chipre en 1974.
Con base en esos antecedentes históricos, Erdogan se ha embarcado en una política de irredentismo, el cual es definido por el diccionario Larousse como “movimiento nacionalista de reivindicación territorial”. Los movimientos irrendentistas de Erdogan se han dejado ver en zonas de influencia del antiguo Imperio otomano: Afganistán, Irak, Qatar, Siria, Somalia y Sudán.
En el caso de Siria, el sueño húmedo de Erdogan era derribar -en conjunto con Arabia Saudita, Francia, Israel, los Estados Unidos, y el Reino Unido- al régimen de Bachar al-Assad. Sin embargo, el neo-otomano se encontró con la horma de su zapato, encarnada en la figura del presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Putin, tras ser convencido por los iraníes de que sólo una intervención militar rusa salvaría a Assad, envió, en septiembre de 2015, tropas de operaciones especiales y fuerzas aeronavales a Siria. De esta manera, el político ruso, como buen ajedrecista, logró dos objetivos: primero, proteger los yacimientos de gas natural en el Mediterráneo Oriental, lo que le permite “influenciar los mercados energéticos de la región”1; y, segundo, asegurar la base naval de Tarso, el puerto y base aérea de Latakia. Este último movimiento significó, en términos geoestratégicos, socavar “la suposición global en la Europa de la post Guerra Fría-de que Rusia estaba contenida”2.
Erdogan, azuzado por Barack Obama, derribó, en noviembre de 2015, un avión ruso. Este hecho provocó una crisis entre los dos países. Sin embargo, en julio de 2016, militares turcos, afines al clérigo residente en la Unión Americana, Fethullah Gülen, intentaron derribar a Erdogan, quien fue apoyado públicamente por Irán y Rusia.
A partir de entonces, Erdogan desarrolló una alianza estratégica con Rusia, la cual devino en el Proceso de Astaná. Es decir, buscar una salida política a la guerra civil en Siria. Al mismo tiempo, las relaciones con Washington se volvieron más tirantes. Ante la postura estadounidense, el ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, lanzó una advertencia: “Nada puede ser hecho en el Mediterráneo sin Turquía, no lo permitiremos”.
Entonces el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien en la víspera había signado un importante acuerdo bélico con Grecia, la némesis de Turquía, intervino en la ecuación: el domingo 7 de octubre de 2019, luego de una conversación telefónica con Erdogan, Trump anunció el retiro unilateral de los soldados estadounidenses destacados en el norte de Siria. Esta decisión tomó por sorpresa a tirios y troyanos, pues le entregó la iniciativa a Erdogan.
El escribano concluye: La retirada estadounidense del norte de Siria, la cual deja desprotegidos a sus aliados kurdos, equivale a la traición que hiciera el primer ministro británico, Neville Chamberlain, cuando entregó Checoslovaquia a Adolf Hitler; los kurdos, para evitar el exterminio, cayeron redondos en los brazos de Bachar al-Assad; Erdogan, a pesar de estar supeditado al guiño de Moscú y Washington, reafirma que Turquía constituye “una pieza clave del poder y la estabilidad en Oriente Próximo”3; y, finalmente, Rusia, merced a las jugadas diplomática y militares de Putin, ha emergido como el principal actor externo en el tablero de ajedrez de Oriente Próximo, debido a que tiene buenas relaciones con los actores regionales –Arabia Saudita, Irán, Israel, Siria y Turquía.
Aide-Mémoire.- Una decisión judicial draconiana ha vuelto a encender la pasión separatista en Cataluña.
- – Katusa, Marin. The Colder War: How the Global Energy Trade Slipped from America´s Grasp. Hoboken, Wiley 2015, p. 175.
- – Kaplan, Robert D. In Europe’s Shadow: Two Cold Wars and a Thirty-Year Journey Through Romania and Beyond. New York, Random House, 2016, p. 148.
3.- Kaplan, Robert D. Rumbo a Tartaria: Un viaje a los Balcanes, Oriente Próximo y el Cáucaso. Barcelona, Ediciones B, 2001, p. 125.