Mira, en realidad nunca me he considerado una persona celosa, no es lo mío, es más, me da flojera sentir celos y lo considero una actitud estéril y una verdadera pérdida de tiempo, pero te confesaré algo, acá entre nos, la noche del viernes, en el segundo concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes sentí algo que seguramente son celos. Se trata de lo siguiente, llegué al teatro y encontré el estacionamiento lleno, me tuve que estacionar ya en los últimos islotes de estacionamiento y evidentemente cuando entré a la sala la encontré sumamente poblada, lamentablemente el vicio de la impuntualidad sigue vigente y casi después de cada pieza interpretada, en los aplausos seguía entrando más gente hasta que la sala del Teatro Aguascalientes quedó llena, solo algunos asientos de la primera fila quedaron desocupados, ahí donde solamente te enteras si los primeros violines traen lustrados sus zapatos porque es lo único que puedes ver.
Fue entonces que me sentí celoso, y pensé para mí, de hecho lo comenté con una persona al terminar el concierto, ojalá así estuviera cuando se interprete la sinfonía Romántica de Bruckner, la cuarta, o la Novena de Mahler. o el Concierto para Orquesta de Bela Bartok, o la Sinfonía No.5 de Shostakovich, en fin, todas esas obra cuya belleza y valor musical no se pone en tela de juicio pero que no tienen los reflectores y la atención mediática, pero no sé, quizás así es como debe ser, como dice Billy Preston That’s the way God planned it, Así es como lo planeó Dios. No, bueno, en realidad estoy exagerando, pero creo que de alguna manera esto es normal, hay que entender que la música de concierto, per se, no es una expresión musical masiva y creo que pasa en todos lados, al menos en México y quizás en toda América Latina, por supuesto que en Europa es otro asunto, la música de concierto, para ellos, es asunto cotidiano, y la verdad siento un poco de envidia, así que mira, después del concierto del pasado viernes me encontré un poco celoso de que las grandes audiencias no respondan igual ante la convocatoria de la gran música de concierto y un poco envidioso de que en mi país no suceda como en Europa, en donde nunca veremos un concierto de las Filarmónicas de Berlín o Viena, o de la Orquesta de la Royal Concertgebow de Ámsterdam o de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig vacíos, en fin, lo que tiene que suceder para conocernos mejor.
Este concierto en donde el repertorio se componía de música popular mexicana tenía una atractivo muy especial, el estreno de la obra Mariachitlán del joven compositor Juan Pablo Contreras, ya el maestro Areán me había comentado que era una obra maravillosa y el buen Misra Tololoche, integrante de la sección de contrabajos de la OSA me decía que era como una versión contemporánea de los Sones de Mariachi de Blas Galindo y mira que los comentarios de los dos tenían razón de ser, en efecto, una obra interesante, bien estructurada sin renunciar a su esencia contemporánea pero manteniendo íntegramente el sabor folclórico que le es, digamos, connatural, yo creo que esa dualidad de lenguajes en un mismo contexto musical fue lo que más me atrajo de esta novel partitura. El maestro Contreras estaba ahí en el teatro y el maestro Areán lo invitó a subir al escenario para recibir el aplauso del público, excelente obra, no dudo que muy pronto sea recurrente su programación en las temporadas de las grandes orquestas de México.
Respecto al resto del programa resulta inútil y ocioso emitir un juicio crítico, la ejecución impecable, un repertorio que en su origen natural no demanda un trabajo virtuoso ni mucho menos, pero sí ya en los arreglos orquestales presenta dificultades técnicas que todo buen atrilista deberá resolver sin dificultades.
Siempre será interesante apreciar la música popular desde la óptica de la Orquesta, recuerdo que mi papá (q.e.p.d.) solía decir que cualquier canción, llevada al contexto sinfónico sonaba muy bien o por lo menos decente, y sí, eso lo hemos comprobado más de una vez, no obstante hay aberraciones que deberían evitarse, pero bueno, eso ya es otro tema.
El concierto cerró como se debe cerrar, es decir, sin contar los encores, con el célebre Huapango de José pablo Moncayo, una obra que al margen de los gustos musicales de cada quién, su espíritu nacionalista jamás se podrá objetar, encierra en su bien lograda estructura de tres sones jarochos, el Siquisirí, el Balajú y el Gavilancillo todo ese espíritu de profunda e intensa mexicanidad que lo ha ubicado como una suerte de segundo himno nacional, quizás recientemente le compita con fuerza el Danzón No.2 de Arturo Márquez.
Para la próxima semana, en el tercer concierto de temporada tendremos Retratos de la Locura, estreno mundial de Kenichi Sekiguchi, el Concierto Romántico para piano de Manuel M. Ponce y Altar de Fuego de la compositora mexicana Gabriela Ortiz. La cita con su majestad la música es el viernes 20 de septiembre a las 20.00 horas en el Teatro Aguascalientes, por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario.