Mientras escribo esta columna y al momento en que la lees, el fuego avanza en el Amazonas, el fuego avanza en uno de los ecosistemas más extraordinarios, avanza en ese mosaico excepcional de riqueza biológica de valor global imprescindible para el planeta, para miles de especies y puntualmente para la nuestra. El Amazonas como todo lugar fantástico debe su nombre al mito, en 1541 el español Francisco de Orellana navego un inmenso río que cruza América del Sur de lado a lado, el explorador vivió un viaje único admirando la inmensidad de la selva, con animales y criaturas fantásticas, aturdido ante la sorpresa al observar un jaguar al acecho, lo sigiloso del puma, a los monos jugueteando, el capibara corriendo por la tupida vegetación con la anaconda trepando los inmensos árboles, y entre la aguas de los bosques densos, humedales y ríos, la ferocidad de los cocodrilos, los caimanes, la sutileza del delfín rosado, la belleza de las tortugas y los destellos de los innumerables peces que brotaban en el agua, en el aire los sonidos eran maravillosos con aves de mil cantos, guacamayos atravesando el cielo, tucanes surcando con colores el denso verde de la selva, águilas posadas majestuosamente en arboles exóticos como el itahuba, el cedro, los tajibos o el mandrilo, mientras en sus raíces surgían plantas y flores de todo tipo, aquello habrá sido algo nunca visto para el explorador, irónicamente Orellana perdería un ojo durante la aventura en el río más largo y caudaloso del mundo, a su regreso a España contaría que en la travesía habían sido atacados por tribus con arco y flechas, con una característica especial; las tribus sólo eran integradas por mujeres. Orellana, impactado y fascinado por el hecho, por la valentía y el arrogo de estas mujeres -impensables en otras latitudes- nombró a aquel fantástico río “Amazonas”, ya que en la mitología clásica griega las amazonas eran un antiguo pueblo integrado y gobernado solamente por mujeres guerreras, así el nombre del gran río daría nombre a la región. Un ecosistema con siete millones de kilómetros cuadrados, único en el mundo abarcando nueves países de Sudamérica, en el coexisten bosques tropicales densos como selvas, bosques inundables, bosques abiertos e incluso extensiones de pastizales naturales, el agua, las altas temperaturas, la vegetación, la topografía, la combinación precisa y compleja de factores naturales hacen que el territorio mantenga un equilibrio climático entre CO2 -dióxido de carbono- y O2 -dioxígeno- que regula al planeta en su calidad ambiental. Orellana alcanzaría a explorar una minúscula parte de la inmensidad de la vida en aquel territorio con miles de animales, aves, especies de plantas, millones de insectos y organismos que aun cada tanto se siguen asomando a las cámaras y a los microscopios para ser descubiertos.
Aquel legendario explorador tampoco podría imaginar la diversidad de pueblos originarios que habitaban la region, hombres y mujeres de tribus milenarias que junto a la naturaleza como hogar ancestral integraban un equilibrio natural para subsistir y convivir en armonía, los exploradores habrán escuchado murmullos, voces y sonidos entre la neblina, entre los arboles, sonidos de diversos pueblos autóctonos -en la actualidad más de 400- cada uno de ellos con su propia lengua, cultura y territorio, habrá sido muy particular el pensamiento de Orellana al ver a lo largo de aquel interminable río los asentamientos y las comunidades de aquellos pueblos, aunque la mayoría tiende a vivir en lo profundo de la selva alejados de los ríos, plantando cultivos de vegetales y frutos, dependiendo principalmente de la caza y la recolección en territorios colectivos, en la cosmovisión de estos pueblos, la naturaleza, el respeto a ella, su cuidado, su preservación, el contacto con el mundo animal y las especies que lo habitan, el respeto a las mismas, forman parte indivisible en lo cultural y lo espiritual. Se sigue aún desconociendo mucho de estos pueblos en la actualidad que por cientos de años se han mantenido alejados de todo contacto con la “civilización”, algunos que han entrado en contacto muestran por medio de su vestimenta, sus emplumados, sus ritos, toda la riqueza de su tradición lingüística, musical, medicinal, culinaria y espiritual. Otra manera de ser, de estar, de entender el mundo y el lugar que habitamos.
El fuego avanza en la Amazonia, la cerrazón avanza, el neoliberalismo avanza, la hipocresía avanza, la destrucción avanza, el progreso económico basado en la devastación de los ecosistemas avanza, la ultraderecha avanza, la migración y marginalidad de los pueblos autóctonos avanza, la deforestación avanza, el monocultivo avanza, la minería avanza, las petroleras avanzan, la ganadería avanza, los agroquímicos avanzan, el militarismo avanza, la tala avanza, el consumo irracional avanza, los intereses del capital avanzan, pero al igual que un explorador habrá que descubrir con otros ojos, con otra mirada, que siempre hay caminos posibles para avanzar de otra forma, que a este fuego también se le puede poner un alto.