Convivencia, socialización y economía - LJA Aguascalientes
24/11/2024

En esta ocasión me interesa comentar algunas ideas sobre la influencia que pueden ejercer ciertas prácticas sociales, culturales y económicas en la convivencia de las comunidades humanas. Las ideas a las que me he referido provienen de diferentes fuentes, pero confío en poder articularlas en el curso del escrito. Además, por supuesto, tengo interés en compartirlas con mis eventuales lectores. Lo que me propongo, entonces, es ofrecer un resumen de esas ideas, así como exponer algunos comentarios nacidos de mi propia reflexión.

La primera de las ideas está expuesta en el libro Fuera de serie, de Malcolm Gladwell. Este escritor inglés, avecindado en los Estados Unidos, es autor de varias obras de gran éxito editorial. En el libro aludido, Gladwell cuenta una historia que ahora transcribiré resumida, recuperándola del recuerdo de mi lectura. 

El relato trata de una comunidad de nombre Roseto, en Italia, cuyos habitantes vivían en pobreza extrema. Un día, por los mil ochocientos y tanto, once de los ciudadanos, hombres adultos de esa localidad, más un adolescente, emigran a los Estados Unidos. Después de sufrir algunas penurias consiguen trabajo en unos yacimientos de pizarra en Pensilvania. Poco tiempo después, comienzan a llamar a sus familiares y refundan Roseto en su nueva residencia. Se inicia así un flujo migratorio más o menos constante y se forma en las cercanías de la ciudad de Bangor, en ese estado de Pensilvania, una comunidad italiana constituida por los antiguos habitantes del Roseto europeo. Hasta aquí todo esto parece un proceso migratorio común y en cierto sentido lo es. 

No obstante, en algún momento, por razones varias, se constata que los habitantes de esa localidad gozan de una gran longevidad; que sus padecimientos de salud son mínimos. No sufren de hipertensión, ni de colesterol ni de triglicéridos ni de depresión, no hay infartos en menores de 50 años ni padecen de ninguna de las enfermedades características de la civilización contemporánea. Los resultados de sus exámenes médicos de laboratorio están casi siempre muy por debajo de los promedios de su país de adopción, en especial de los resultados de sus vecinos cercanos.

Las primeras explicaciones sobre esta situación anómala se buscan en factores biológicos y naturales. Se investiga la dieta, el ejercicio y algunas características geográficas de su localidad como el agua, la temperatura, los cambios estacionales, la vegetación natural, el aire, entre otras. Pero los habitantes de Roseto no siguen un régimen alimenticio especial: comen pizzas, cocinan con manteca de cerdo, comen pastas, embutidos y beben vino todos los días en sus comidas y cenas; es frecuente que los adultos fumen. No se levantan en la madrugada a correr o a hacer otro tipo de ejercicios aeróbicos. Además, los elementos del paisaje natural son prácticamente iguales a los de sus vecinos. Se concluye, por tanto, que la única explicación viable de su excepcional salud comunitaria es de otra naturaleza.

Los rosetinos se conocen entre sí, las familias son amigas de muchos años, tienen relaciones antiguas y de respeto mutuo. Cuando se encuentran en las calles se detienen a conversar, se sientan en las puertas de sus casas en las tardes y saludan a todos los vecinos que pasan frente a ellos. Conocen a todos los residentes y se ayudan entre ellos. Disponen de ingresos medios, pero estables y evitan cualquier tipo de ostentación. En Roseto nadie se siente solo y desamparado; siempre hay ayuda disponible. En suma, de la situación anterior puede deducirse que ciertas prácticas sociales y culturales pueden influir en la convivencia de una comunidad e incluso incidir favorablemente en su armonía social y su salud biológica, como es el caso de los rosetinos de Pensilvania.

Lo que sigue no lo dice Gladwell, pero en tiempos más recientes han empezado a ocurrir cambios. A medida que los habitantes de esta pequeña localidad han iniciado su “americanización”, es decir, a instituir un individualismo egoísta y a olvidar las tradiciones culturales de sus mayores, su salud de hierro ha comenzado a decaer. Se dice que, a manera de señal del deterioro, ya hay infartos en personas menores de 50 años.

Ahora bien, qué enseñanza podemos desprender de este relato. Una muy sencilla: una convivencia civilizada y saludable depende de una vida comunitaria bien articulada, socializada y sin incertidumbres económicas graves. Sin embargo, esta situación se pierde cuando comienza a instaurarse un individualismo egoísta que sólo considera el interés propio y desatiende la articulación de los valores tradicionales de la vida comunitaria.

Pasemos a una segunda idea que debo a Kaushik Basu, renombrado economista indio que se ha desempeñado como economista en jefe del Banco Mundial; también debo decir que es autor del libro Una república fundada en creencias. En ese libro Basu nos hace notar, entre un gran cúmulo de ideas sugestivas, que hemos leído con descuido la obra de Adam Smith a quien suele considerarse el padre de la economía. Al menos, de la versión que constituye lo que se ha dado en llamar la corriente principal de esa disciplina en las democracias occidentales. Según nuestro autor, la idea de la mano invisible propuesta por Smith, en el sentido de que si cada persona busca hacer máximo su beneficio individual se obtiene el máximo beneficio social es la que se ha retenido más ampliamente en la memoria colectiva. Esta idea, fuera de contexto, justifica conductas individualistas y egoístas ya que proceder así es benéfico para la sociedad. No da lugar a sentimientos de culpa por no interesarse en los demás, ya que el esfuerzo individual egoísta, por intermedio de una mano invisible, contribuye al bien de todos.


Pero Basu nos informa que Smith escribió también sobre la necesidad de ciertos valores para el funcionamiento correcto de aspectos significativos de los procesos económicos. En el ámbito de la economía fundada en contratos o en aquellos aspectos en que se requiere la cooperación o la asociación son indispensables valores culturales. La honestidad, la veracidad, la responsabilidad desempeñan un papel de primer orden en esos ámbitos de la economía.

Finalmente, no hay que pasar por alto la estructura jurídica en que se soporta el desempeño social. Preceptos y normas que no conduzcan a solución de conflictos entre los agentes sociales de un modo equitativo e incluyente entorpecerán el desempeño de la sociedad en su conjunto. Se convertirán en una suerte de fricciones en el desempeño de los procesos sociales en general y en particular de aquellos de naturaleza económica.

Interés individual, valores culturales y regulación jurídica son tres aspectos necesarios en la vida social, pero deben articularse coherentemente. No hacerlo impediría el funcionamiento saludable de una sociedad humana. Si se privilegia sólo el primer concepto se pierden los efectos benéficos de los otros dos componentes y es más arduo acceder a una sociedad bien articulada en los tres componentes necesarios señalados por Smith, según nos dice Basu. Pero tampoco se debe olvidar, según creo, que el interés individual es un motor de gran importancia para la economía. Lo que debe quedar claro es que si no se articula con los otros componentes considerados da lugar a sociedades desiguales, no incluyentes e injustas.

Desde mi punto de vista, el primer relato describe una comunidad arquetípica. Puede ser extraordinariamente difícil y acaso imposible alcanzar un estatus similar, sobre todo en las grandes ciudades, aunque quizá no sea inalcanzable en barrios o localidades pequeñas. No podemos negar que existe o ha existido esa condición de vida social armoniosa y saludable y que se sabe cuáles han sido los elementos que le dieron su excepcional calidad de convivencia comunitaria. 

Por otra parte, las ideas que nos hace notar el eminente economista indio que hemos comentado parecen subrayar los mismos conceptos. Acaso el más significativo es aquel que se refiere al interés individual. Señala que reducir toda nuestra actividad vital al interés egoísta de satisfacer nuestras necesidades materiales no es suficiente: se necesita algo más para una vida comunitaria grata y saludable.

Por supuesto que no me propongo recomendar comer grandes cantidades de pizzas, cocinar con manteca, beber vino en exceso, no hacer ejercicio y fumar. Lo que me interesa mostrar, lo que nos enseña Roseto es que lo verdaderamente relevante está en las condiciones de nuestra socialización de la vida comunitaria, la armonía y la consistencia de la vida en términos de una axiología generosa, de un conjunto de valores que favorezca a todos o a una buena mayoría en el seno de un sustrato económico estable. Una concepción de la vida como esa nos defendería de factores que en otros contextos podrían ser perjudiciales en extremo.

Una muy breve acotación personal para terminar. Gracias a las redes sociales se han constituido algunos “chats” entre los vecinos del fraccionamiento en que vivo con Amalia. Y ahora, después de 20 años de ignorarnos, los vecinos comenzamos a conocernos a saludarnos, a conversar un momento en la puerta de nuestras casas y a ayudarnos en tareas propias de nuestra vida en común. Confío en que sea una alentadora señal… 

 


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