Monserrat Ramírez Ramírez
Movimiento Ambiental de Aguascalientes
Normalmente cuando se nos habla de economía, lo primero que se nos viene a la mente es dinero o ingresos, sin embargo, este término va más allá de la cuestión monetaria. La economía es la ciencia social que se encarga del estudio de las diferentes elecciones que realizan los individuos, las empresas y el gobierno sobre el uso de los bienes escasos, ya que estos están condicionados a la disponibilidad que se tenga sobre los recursos naturales.
Por ello, resulta ser de gran importancia la conservación del medio ambiente y la participación activa de los agentes económicos (individuos, empresas y gobierno) en la búsqueda de medidas que contribuyan a un desarrollo económico sustentable y sostenible.
Lo anterior no implica que los recursos naturales sean intocables, sino que se debe procurar que su ritmo de explotación no ponga en riesgo su abastecimiento para las generaciones futuras. De igual forma, no se puede hablar de una verdadera mejora en la calidad de vida de las personas si no se complementa con la mejora en la calidad ambiental, después de todo, quién no sería capaz de disfrutar o relajarse en un área verde con aire limpio.
Precisamente la economía ambiental, una de las ramas que tiene esta gran ciencia, permite la realización de análisis al medio ambiente en términos económicos y cuantitativos, es decir, que sea expresado en precios, costos o beneficios monetarios.
La asignación de un valor de mercado a bienes y servicios ambientales permitirá que sean tratados de la misma forma que otros aspectos económicos en la toma de decisiones, además de que facilitaría el diálogo o debate con grandes empresas sobre los costos en que se incurre por la contaminación y de igual forma con el Estado, para subir o priorizar problemas ambientales en la agenda gubernamental.
En general, la Economía Ambiental se basa en los siguientes puntos:
*Las problemáticas generadas por fallos en el mercado (externalidades y los bienes públicos); *La valoración económica de los bienes y servicios ambientales, así como de los impactos negativos en el entorno;
*Y, por último, la asignación de los recursos naturales entre las distintas generaciones.
En las últimas décadas, se han tenido avances como la inclusión del desarrollo sustentable en la educación y en la formulación e instrumentación de programas de reuso y reciclado, asimismo se ha resaltado la importancia de factores clave como los bosques, la biodiversidad, la agricultura sustentable, la planeación del uso del suelo y del manejo de residuos sólidos.
No obstante, la economía ambiental ha estado sumamente centrada en el análisis costo/beneficio de las distintas opciones de política ambiental y casi no se ha avanzado en la aplicación de instrumentos económicos como los impuestos correctivos.
De acuerdo con Enrique Provencio, en su artículo Oportunidades de integración de instrumentos y políticas en la planeación ambiental, los países todavía muestran grandes rezagos en la incorporación de programas de cuentas ambientales, es decir, el contabilizar todos los bienes ambientales que posee y no sólo enfocarse en la contabilización de la producción (PIB). Además de la casi nula existencia de programas sobre el manejo de residuos peligrosos, los cambios en los patrones de consumo y producción, la desertificación y sequía y el desarrollo sustentable de regiones de montaña.
En nuestro país, la política ambiental es relativamente reciente y la mayor parte de su proceso ha estado basado en modelos estadounidenses, adaptados a las condiciones económicas del país. Al final, esto se ve reflejado en las normas oficiales mexicanas (NOM), en el desarrollo de la evaluación de impacto ambiental y en los sistemas de permisos, autorizaciones y licencias de operación de la industria.
Enrique Provencio asegura que la estrategia que se está optando para lograr un desarrollo sustentable en México, se concentra principalmente en tres aspectos: la contención de las tendencias de deterioro del ambiental, el fomento hacia un mejor aprovechamiento de los recursos naturales y en acciones de conservación que contribuyan al desarrollo social. Dichos cambios han ocurrido como resultado de reformas institucionales, la adopción de nuevas estrategias de regulación ambiental, el llevar una gestión ambiental descentralizada y en la creación de nuevas condiciones para la participación social.
Sin duda alguna creo que es fundamental hacer uso de la economía para la valorización de los bienes ambientales y que el tema de su preservación escale en la agenda pública. De igual forma, es fundamental la participación continua de la comunidad, de los empresarios y del gobierno para incrementar la sustentabilidad de programas y proyectos de desarrollo económico, lo que exige grandes esfuerzos de capacitación y de generación de información.
Por supuesto, cada uno de nosotros busca tener un buen empleo y generar ingresos que permitan accesibilidad a vivienda, alimentos, vestimenta, servicios de salud y de seguridad social, pero no olvidemos que antes de eso necesitamos un aire respirable, agua potable y áreas verdes, por lo que su cuidado y protección no debe quedar al margen del desarrollo económico y social, por el contrario, gobierno, empresas y ciudadanía deben velar por su sanidad. Si no se cuenta con estos elementos fundamentales, no podemos hablar de que exista calidad de vida, independientemente del dinero que se tenga como país, estado, municipio e incluso per cápita.