La década de los 90 marcó las nuevas pautas del desarrollo en lo global. Y no era para menos, veníamos de un sacudimiento -telúrico y macroeconómico- que tocó fondo, y así lo supimos quienes sobrevivimos la crisis económica de 1984, bajo la presidencia de Miguel de la Madrid Hurtado. La voz de los expertos supo frasearlo con tino: “El supuesto más probable en un periodo de turbulencia es el evento singular que cambia la configuración de los sucesos -si bien los eventos singulares no pueden, por definición, ser ‘planeados’-“. Así lo expresó Peter Drucker, en su obra Managing in Turbulent Times (1980).
El desafío consistía en repensar las nuevas tendencias y avenidas por las que habría de transitar el desarrollo visto en el ámbito mundial. Y la inminencia de ese salto histórico se convino en frasearlo bajo 3-R’s (tres “erres”): Re-estructuring, Re-locating, Re-careering (Re-estructuración, Re-ubicación, Re-encarrerarse). De las cuales, la primera derivó -al menos en español- otra “R”, refiriéndose a una dependencia gubernamental o a una unidad productiva, “Recortar” (downsizing) sus respectivas plantillas de personal (¿recuerda usted aquel sobrenombre dado al que fuera secretario de programación y presupuesto, Salinas Re-cortari?). Signo de estos tiempos fue, por ejemplo, la iniciativa del The World Trade Institute que dependía de The Port Authority of New York and New Jersey, USA, para ofrecer un curso internacional denominado: Modern Personnel Management (Administración Moderna del Personal), el mes de diciembre de 1989, y alojado en las aulas de capacitación de las ahora tristemente célebres Torres Gemelas; curso de capacitación al que asistí bajo comisión laboral de la entonces SARH. Allí se presentó el autor Ronald L. Krannich, Ph.D., del libro: Careering and Re-careering for the 1990’s, The complete guide to planning your future. El que se inscribe y es vanguardia de esas nuevas tendencias.
Pasadas ya casi tres décadas, observo que hoy, nos estamos subiendo de nuevo a esa misma ola. Y su re-lectura es elocuente. La tentación actual de los estados de la república mexicana es la de manejar una relativa independencia del gobierno federal, especialmente habida cuenta de la rectoría política del partido político diverso que la auspicia, y ello en razón directamente proporcional a la impopularidad de los recortes presupuestales que les imponen las políticas económicas centrales de Hacienda. Este supuesto cambio de régimen y no sólo un diferente estilo de gobernar, plantea a los gobiernos desde lo local -principalmente los de diverso signo al de Morena- una disyuntiva. En lo político, practicar un ejercicio de oposición, así sea moderada y sin mucha estridencia, como ocurre en Aguascalientes con el gobierno emanado del PAN; en lo económico, un necesario y forzoso alineamiento a las políticas de desarrollo social, condicionadas por las políticas económicas restrictivas del gasto federal, al uso.
Esta nueva tendencia, asemeja una especie de esquizofrenia gerencial de las autoridades estatales y municipales, que hacen de la potencial participación ciudadana, un circo de varias pistas, en cuyo escenario no se atina bien a bien a identificar la voz mandante. Con más o con menos y mutatis mutandis/cambiando lo que ha de ser cambiado a nivel de país, nos estamos jugando una especie de perestroika a lo Gorvachov, y sí también ponemos en suerte nuestra glasnot/transparencia gubernamental, desde el nuevo aparato anticorrupción de la 4ª Transformación que, según se dice, va.
Para aquilatar este salto histórico, vale la pena que recordemos. Previo al derrumbe del bloque soviético, estuvieron presentes factores muy difíciles de controlar e incluso de predecir. El artífice central de ese cambio inédito en la férrea estructura de la URSS, Mijail Gorbachov, lo reconoce así después de haber desencadenado las poderosas fuerzas de la Glasnost (transparencia o apertura “de ventanas”) en el sistema político y de la Perestroika (reestructuración) de la estancada economía soviética.
El avance por esas tendencias, evidenció que los factores de la glasnost condujeron a desmontar el sistema dictatorial de todos los países del bloque soviético, pero -de manera sorpresiva- revitalizaron el nacionalismo de timbre más etnocéntrico predecible, de manera que su salida de la dictadura unionista a la liberación nacional pasó por un cruento proceso de aniquilación de aquellos grupos étnicos diferentes. Lo que modificó radicalmente el mapamundi geopolítico de los países otrora confederados. Por un lado.
Por otro lado. “La negativa de Gorbachov a intervenir para apuntalar las dictaduras fue clave para que se produjeran las revoluciones de 1989 que supusieron el derrumbe del comunismo en la región. Rompiendo con la Doctrina Brezhnev, Gorbachov no hizo nada para apuntalar la descomposición del régimen de la RDA, acelerado tras la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. – El derrumbe de las dictaduras comunistas llevó a la disolución del COMECON en junio de 1991 y del Pacto de Varsovia el 1 de julio de ese mismo año. Este acontecimiento se había visto compensado con la firma el 19 de noviembre de 1990 en París del Tratado para la reducción de fuerzas convencionales en Europa, que estableció la paridad militar entre las fuerzas de la OTAN y de los del Pacto de Varsovia. No obstante, donde más importancia tuvo la nueva actitud del Kremlin con Gorbachov fue en las democracias populares del centro y este de Europa. (Fuente: https://bit.ly/2NjReyQ )
Lo dicho. Esa década de los noventa instauró el nuevo orden de prioridades para el desarrollo a nivel mundializado, que dimos por llamar de la “economía global” o simplemente “globalización”. Hoy, en la cresta de lo ola de la asunción del poder en México de la 4ª Transformación y las continuas y persistentes tendencias nacionalistas, proteccionistas y anti-inmigrantes del presidente Donald Trump en su afán de grandeza y gloria para los Estados Unidos (America great again!), estamos regresando por necesidad a seguir capoteando la energía de las olas de esas 3-R’s.
Ya he afirmado que, en términos de la Constitución del Estado mexicano, viene sólo en cuarto término, el Régimen de Gobierno que corresponde al modo fáctico u operativo de cómo la Administración Pública, puede adquirir diversas modalidades: Estado Benefactor, de Pleno Empleo, de esquemas universales para el Desarrollo Social, de Seguridad Ciudadana con mandos centrales; o bien régimen centralista, federalista, de participación mixta, o concurrente de los estados y municipios, con subordinación al régimen tributario central y, por tanto, de cesión de Participaciones Federales; o bien, mediante predominio autoritario, de participación social, en sentido alternativo viene la gobernanza desde Lo Local, de “políticas verdes” o medio-ambiental, ordenamiento a Políticas de Género, prioridad a Grupos Vulnerables, etc.
Si atendemos a esta categorización básica, es obvio que el gobierno que define el presidente Andrés Manuel López Obrador, con todo y su pretensión de la Cuarta Transformación, no toca en absoluto la primer nota de Forma de Estado. México seguirá siendo un país nacional capitalista dependiente de la hegemonía global de los países Centrales, y de economía emergente con errático empuje. La reciente firma del tratado de libre comercio, T-MEC, y su ratificación en curso es el indicativo patente de esta alineación política global, incuestionable.
Aquello que explicablemente durante el periodo de transición política se dijo de la recomposición del Presupuesto de la Federación para 2019, a cargo del Dr. Gerardo Esquivel Hernández, con el objeto de garantizar financieramente los compromisos del Presidente, a lo largo de estos seis meses transcurridos de su Administración, se ha convertido en una atracción exclusiva para la Secretaría de Hacienda, en la persona del Secretario Carlos Manuel Urzúa Macías, y un ejercicio implacable no tan sólo de Re-corte (downsizing) presupuestal con incidencia en algunas dependencias, sino en un macro-ejercicio de Re-estructuración tanto de dependencias como de programas y proyectos estratégicos de gobierno, y tan es así que en lo que está incidiendo es en la propia economía política del Estado que, ante México y ante el mundo, aparece como una mega-reestructuración fiscal en acto, que está afectando directísimamente a los elementos y factores mismos de la producción, distribución y consumo de la economía mexicana… Por ello mismo, tan debatida y tan devaluada.
De ese gran centro nodal penden las llamadas Políticas de Desarrollo, que se conviene en llamar Micro-Políticas, para diferenciarlas del centro hegemónico que define todo lo que es Macro-Social, tanto a nivel de poder político propiamente dicho como económico. Y éstas quedaron conformadas por ambas cámaras del cuerpo legislativo. Que el presidente López Obrador sintetizó en 10 compromisos sometidos en la 2ª Consulta ciudadana preparatoria y que da cuerpo y carne a su política social. Ello sin demérito de lo que configuró como 100 compromisos/acciones históricos para el resto del sexenio. En ello va el Presupuesto de Egresos, ya vigente.
En suma, las micropolíticas han sido desplazadas un poco más hacia el sur y hacia el occidente del centro político de aquel nuestro imaginario mapa Gea-Política, (Nota mía. LJA. Gea política. Sábado 08/12, 2018), instalando en su núcleo las macro-políticas de recorte hacendario. Decisión política de estado que deja muy poco espacio de intersección –porque las aleja- de las políticas económicas propiamente dichas así como de las mediaciones sociales que las administraban. En este punto es donde intervienen los gobiernos estatales y municipales, y hasta donde hubieron antes llegado las famosas Asociaciones de la Sociedad Civil.
Esta decisión, perestroika a la mexicana, define ahora una mayor centralización de la operación programática, y lo ubica en el órgano superior de Hacienda; simultáneamente, reduce de manera intencionada el espacio de los actores locales e interlocutores de importante peso de la sociedad. Su justificación es so pretexto de “corrupción” de los actores de dichas mediaciones de la sociedad civil. Al final, quienes tienen que lidiar con esta disyuntiva del gobierno central, son los gobernadores y presidentes municipales, desde lo local. Por ello dije que, mutatis mutandis, los riesgos de una “balcanización” o dispersión de gobiernos locales, como ocurrió con los países del disuelto pacto pan-soviético, es una verdadera tentación para tomar distancia del poder central. Y, por otro lado, la perestroika organizacional del gobierno federal, puede poner en grave predicamento a los elementos e instrumentos mismos del poder central; y esta analogía ocurre idénticamente al interior de un estancamiento económico de futuros inciertos.