Un concierto maravilloso, fácil de escuchar y con una ejecución extraordinaria la que nos propuso el maestro Luis Manuel Sánchez Rivas, director huésped para este quinto concierto de la segunda temporada del año de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
El concierto inició con la Danza de las furias de la ópera Orfeo y Eurídice de Christoph W. R. Gluck, después continuamos con la Sinfonía No.7 en do mayor, El mediodía de Franz Jospeh Haydn, el llamado padre de la sinfonía y claro, con todo merecimiento. Después del intermedio disfrutamos de la Sinfonía No.2 de Franz Schubert. Un programa que podemos dividir en dos partes perfectamente definidas, la primera de ellas con obras del más estricto y delicioso clasicismo vienés y la segunda parte ya inmersa en el lenguaje romántico del que Schubert fue uno de sus más dignos representantes.
Estaba a punto de decir que la sinfonía de Schubert es una de sus obras de juventud pero temo que al hacer esta afirmación estaría cayendo en una redundancia, imposible hablar de obras de madurez cuando este ilustre compositor vienés murió a los 31 años, todo lo que compuso son inevitablemente obra de juventud, la madurez podríamos entenderla en este caso como la definición de un proceso creativo y la consolidación de su lenguaje musical, que sin embargo, ya se percibe con claridad en esta obra que compuso en 1815, un año muy productivo y que define ya con trazos sólidos el discurso musical que nos ha dejado como legado este inmenso compositor romántico.
De acuerdo a las características del programa no se requería la orquesta completa, sabemos que en el clasicismo las orquestas no eran muy grandes, quizás poco más de treinta músicos, así, toda la música orquestal de Mozart o Haydn está dispuesta de esta manera, en el caso de toda la primera parte del concierto, considerando que estaba formado por obras de este delicioso período musical la dotación instrumental no era ni la mitad de la orquesta completa, este tipo de ensambles se les conoce con el nombre de orquestas mozartianas o de formación clásica y así fue lo que encontramos en el escenario del Teatro Aguascalientes, para la segunda parte la orquesta estaba un poco más nutrida aunque tampoco Schubert exige una orquesta grande, ni siquiera se pide la cuerda completa, esto lo menciono porque por ahí escuché el comentario de alguien decir con cierto gesto de inconformidad: “pero ni siquiera están todos”, bueno, están los que tienen que estar, los que exige la partitura.
Como ya lo comenté, un concierto delicioso, la sinfonía de Haydn, la del Mediodía con evidentes ambiciones descriptivas podría ser un anuncio, quizás un tanto tímido, del poema sinfónico creado por Liszt algunos años después, aunque la música descriptiva siempre, creo yo, ha estado presente en la música, Beethoven haría lo propio un poco más tarde con la Pastoral o Vivaldi que en el barroco ya había hecho una descripción puntual de las cuatro estaciones del año.
Por otro lado, la sinfonía El mediodía de Haydn se podría considerar, al menos así me lo parece, como una sinfonía concertante, con esa encomienda que el compositor pone en manos del concertino, esa especie de mini cadencia ejecutada soberbiamente por el maestro Román Pavón con el violoncello de Orlando Espinosa en segundo plano es una verdadera delicia.
La sinfonía de Schubert, la No.2 en si menor, aunque ya está en pleno romanticismo no deja de voltear hacia atrás viendo fijamente el modelo clásico de la sinfonía de acuerdo a las formas propuestas por Haydn, esto es evidente, por ejemplo, con el infaltable menuetto en el tercer movimiento, elemento eliminado por Beethoven a partir de su tercera sinfonía conocida como Heroica, aunque desde la primera ya el genio de Bonn utiliza un falso menuetto que es en realidad un scherzo mal disfrazado.
En fin, el punto es que independientemente de los lenguajes y las tendencias musicales, Schubert nos ofrece una sinfonía de finos acabados que termina por ser una verdadera caricia al oído, pero para que esto tengo resultado, se necesita evidentemente de un buen tratamiento de la partitura. El maestro Luis Manuel Rivas se encargó de eso, y lo hizo de manera maravillosa, su tratamiento de la música fue el que las partituras merecen, hizo sonar muy bien a la orquesta y no temo al error al afirmar que la comunión entre músicos y director se dio casi de manera natural. La facilidad con la que nosotros, despreocupados de toda exigencia técnica, disfrutamos de la música, sin duda contrasta con las dificultades de los maestros de orquesta y el director para trabajar estas obras muy exigentes y que resulten verdaderos caramelitos para quienes solo tenemos que sentarnos en nuestra butaca y disfrutar de los encantos de su majestad la música.
Para la próxima semana disfrutaremos de un programa compuesto por obras de Wolfgang Amadeus Mozart, iniciando con la obertura de la ópera Cosi fan tutte, después el Concierto para violín No.5 en la mayor, K219 con la participación del maestro Domenico Nordio en el instrumento solista y para finalizar el concierto, escucharemos la célebre sinfonía Haffner, la No. 35 en re mayor K.385. El director para el sexo concierto será nuestro titular, el maestro José Areán.