Después de seis meses de nuevo gobierno, y a casi un año de que Morena arrasara en las urnas al llamado “viejo” régimen, que hoy pareciera en muchos aspectos más vivo que nunca (si acaso transmutado en cuarta dimensión); cualquiera diría a priori que no quedan otras alternativas para lidiar con un imperio tan arrogante, dada la obligada vecindad irrenunciable de 3,169 km. con la hiperpotencia en declive. Tal parece, sin embargo, que deberemos irnos familiarizando con las luces (muchas) y sombras (también muchas e incipientemente graves) del nuevo gobierno, sobre todo en materia de política exterior.
Porque revisando con detalle, la historia de México y del mundo está plagada de ejemplos útiles para asumir otras actitudes ante la arrogancia imperial (Juárez frente al invasor francés, Carranza frente a la intervención norteamericana o Cárdenas ante las amenazas europeas y norteamericanas antes y después de la expropiación petrolera, para no ir más lejos), que tienen relevancia en la coyuntura actual, sobre todo, después de la actitud asumida por el Gobierno de la República ante las amenazas arancelarias de… !nuestro principal socio comercial!
Lo peor es que las amenazas vinieron seguidas de una complaciente y vergonzosa actitud del equipo negociador mexicano, encabezado por el nuevo vicepresidente de facto, Marcelo Ebrard, a quien no pocos comienzan ya a identificar con el papel asumido por el inefable Videgaray en el gobierno anterior.
Luego, las lanzas fueron rotas al propio interior del grupo gobernante, y cómo no, por el incombustible diputado Porfirio Muñoz Ledo, quien lo resumía con maestría el otro día, en una estupenda entrevista que le hizo Carmen Aristegui para su programa mañanero (https://bit.ly/2FqtfHS).
Los ominosos resultados de la supuesta crisis están a la vista: con tal de evitar una imposición arancelaria que al decir de muchos, arrasaría la economía de exportación mexicana y derrumbaría estrepitosamente al peso, el gobierno mexicano aceptó de facto ser una especie -no definida- de tercer país “de espera”, (porque “seguro” es harto dudoso para los migrantes en tránsito), mientras los gringos deciden si los aceptan o no como asilados políticos, proceso que suele durar muchos meses, en el mejor de los casos, y que a veces termina con la negación del asilo y la deportación del solicitante. Pero resulta que sólo esta situación de facto ya es en sí misma violatoria de las normas internacionales en materia de asilo, además de las normas internas previstas en las leyes mexicanas y estadounidenses.
Y no sólo eso, sino que también la frontera sur de México se convierte virtualmente, de facto otra vez, en una frontera exterior del imperio, tal como ellos lo exigen. De allí la cadena de despropósitos que vimos en días pasados: desde la detención y encarcelamiento sin cargos, volviendo a las prácticas de siempre, de un par de conocidos defensores de migrantes, para encontrar cabezas de turco a modo que ofrecer mientras se negociaba en Washington, a la exclusión de la ministra y secretaria de gobernación de toda la negociación, hasta llegar al despido fulminante del ahora extitular del Inami, pasando por el súbito despliegue de una guardia nacional en ciernes (el ejército, en realidad) en el sureste y en algunos puntos de la frontera norte, como también las recientes declaraciones del gobierno, en boca del vicepresidente Ebrard, de que la migración en tránsito no se permitirá más. ¿En serio?, ¿pasamos en sólo seis meses de declarar a diestra y siniestra que los migrantes tienen Derechos Humanos que deben ser protegidos en México, al extremo de decir que no les vamos a permitir más el tránsito rumbo al norte?, ¿vamos entonces a violar todos los protocolos y convenciones firmados recientemente en materia de migración internacional (véase por ejemplo el contenido del Pacto Mundial de Migración suscrito también por el Estado mexicano, en: https://news.un.org/es/story/2018/12/1447231), las leyes vigentes en materia migratoria, los Derechos Fundamentales reconocidos en nuestra Constitución, en especial la libertad de tránsito amparada por el artículo 11 constitucional; tan solo para complacer a los gringos y evitar los supuestos aranceles? ¿Valen más las mercancías que las personas y la maltrecha soberanía de un país?
Pero aún hay más, porque de este episodio, en el que se auto declara triunfador, el rubio mangante que preside en el norte sacará buen rédito electoral de cara a su campaña por la reelección, dado que dice que nos va a “evaluar” cada 45 días, y que se reserva el derecho de imponer, en cualquier momento, las sanciones arancelarias anunciadas si el gobierno mexicano no cumple con lo acordado, y que hay “pactos secretos” que México se obligó ya a cumplir.
Y por si no hubiera suficiente, luego llega el siguiente episodio, que demuestra una servilidad gubernamental que parece no tener límites: el Senado mexicano acaba de aprobar, aun a pesar de lo ocurrido y con muy pocos votos en contra, un nuevo acuerdo de libre comercio con los mismos gringos que amenazan con romper todos los pactos y acuerdos vigentes, acuerdo decidido, otra vez unilateralmente, por ellos, dado que el vigente ya no le gustaba al gobierno de ese país. ¿Qué se negoció y cómo?, ¿qué se aprobó en el Senado sin apenas debate y discusión? ¿Parlamento Abierto?, ¿para qué? Solícito y dócil Senado mexicano, al servicio del gran capital multinacional y de exportación, otra vez, actuando como parte de un gobierno colonizado y haciéndole la campaña al rubio pájaro loco y su desmesura neoyorquina, porque este nuevo acuerdo impuesto y aprobado, es, recuérdese bien, una de sus promesas de campaña. Promesa cumplida, otra vez, a costa del interés mexicano.
¿Había (y hay) otras alternativas ante las embestidas imperiales? Siempre las hay. El mundo es mucho más ancho que la supuesta “excepcionalidad” norteamericana y su actual régimen canalla. Por lo demás, ya lo decía el hoy presidente de la República en su campaña del año pasado: “la mejor política exterior es la política interior”. Pero para ello nuestro gobierno necesita valor y congruencia entre el decir y el hacer, porque no se puede ser candil de la calle y oscuridad en la casa. Debe saber el gobierno que en esa misión de transformar en serio a México, contará con muchos mexicanos y mexicanas de buena fe, que vemos con buenos ojos la construcción de un Estado social y de derecho que haga frente al atropello cotidiano de la dignidad de las personas, sin importar si tienen papeles o no. Porque tal vez el vicepresidente Marcelo no sepa aún que no se va parar la migración obstaculizándola y criminalizándola, cosa que está demostrada en la experiencia internacional. Si acaso logrará encarecer las rutas migratorias y poner en mayores riesgos las vidas de las y los migrantes. Y poco más. Tampoco una república que se precie puede vivir “buleada” por un déspota desilustrado, ni ser rehén permanente de sus caprichos y maniobras electorales. Las amenazas de guerra comercial no deben ser asumidas con pánico, porque hay contramedidas disponibles, y porque el Estado mexicano, para seguir a Juárez en realidad, debería ser fiel a sus compromisos constitucionales e internacionales en materia de Derechos humanos. Esa y no otra, sería la mejor política exterior.
¿Qué mensaje manda dentro y fuera el gobierno federal sustituyendo en el INAMI a un perfil académico por un perfil policial?, ¿con que cara o mínima congruencia va a pedir México protección para sus propios migrantes cuando se muestra tan dispuesto a hacerle el trabajo sucio con los migrantes a los gringos?
Necesitamos ir de las palabras y declaraciones bien intencionadas a los hechos. Hay una urgente necesidad de construcción de alternativas pacíficas, que no pasan por la criminalización migratoria ni por una mayor estigmatización social. El vicepresidente Marcelo al menos debería renunciar, al igual que la jubilada ministra secretaria, dada la evidente incapacidad de ambos para entender lo que ocurre en el ámbito de sus responsabilidades. Y eso, sólo para empezar a hablar en serio de la política internacional que México necesita en el mundo.
Post Scriuptum. El pasado 13 de junio se cumplieron 80 años de la llegada al puerto de Veracruz del barco Sinaía, con el primer contingente de 1,600 refugiados españoles que huían del fascismo, la persecución y la muerte. Luego llegaron muchos más (algunas fuentes hablan de hasta 50 mil en diferentes etapas) y no es exagerado decir que muchos de ellos eran parte de la mejor España, que nutrió y enriqueció sin duda a nuestro país de modo evidente y de muchas maneras. México deberá recordar en las actuales “crisis migratorias” cuál ha sido su lugar y su papel en el mundo en materia de asilo y refugio. Otra vez, el ejemplo del presidente Lázaro Cárdenas ilumina el camino en la coyuntura actual.
@efpasillas