I
El 7 de abril de 2001, en Las Vegas, el boxeador Naseem Hamed fue el protagonista, para los medios ingleses y algunos estadounidenses, de una inesperada derrota. Las apuestas estaban 3 a 1 a su favor; sin embargo, fue apabullado por un “desconocido” Marco Antonio Barrera, que resultó mucho más sofisticado, rudo, hábil y preciso de lo esperado. Los comentaristas de HBO, entre quienes se encontraba el excampeón mundial George Foreman, comenzaron narrando una pelea de Hamed: tenían expectativas acerca de cuándo explotaría y le daría muestras de su poder al mexicano, buscaban en sus movimientos algún indicio de que se haría cargo de la pelea; sin embargo, desde el primer round quedó claro que la historia sería otra y el sujeto de las oraciones comenzó a ser Barrera. Para la televisión británica fue más difícil modificar el discurso; habían pronosticado que aunque el mexicano podía ser peligroso, una vez que hubiera recibido un golpe de Naseem, éste tomaría las riendas del combate y marcaría el ritmo de las acciones. De manera que estaban preparados para contar cómo Barrera, al que resultaba relativamente golpear, lidiaba con la potencia de Hamed, cómo intentaba protegerse del pegador más duro libra por libra, cómo evitaba ser noqueado y cómo respondía al diálogo que, indudablemente, iniciaría en Hamed -quizá el mejor Hamed que hayamos visto, decía Jeff Powell del Daily Mail-.
Barrera acabó con Hamed y con el discurso preparado. “Inesperadamente” inició la conversación con un volado de izquierda que conectó en la barbilla de Hamed a los 56 segundos del primer asalto y lo hizo trastabillar. El británico jamás tomó el control, jamás conectó de manera preocupante al mexicano y perdió round tras round. El “Prince” se fue quedando mudo, mientras el “Baby-Faced Assasin” le arrebataba el protagonismo, mientras le prodigaba una tunda y hacía del diálogo monólogo. Los comentaristas británicos tardaron mucho tiempo en ceder el lugar de tópico a Barrera y aceptar que su rutilante estrella no estaba a la altura de la historia que ellos se habían contado a sí mismos.
Curiosamente la insistencia de algunos medios de ver la pelea desde el punto de vista de un victimario británico se basaban en evidencias bastante endebles. Si bien los dos peleadores tenían la misma edad, el mexicano tenía tres años y 21 peleas más de experiencia como profesional. Hamed estaba invicto y Barrera sólo había perdido en tres ocasiones -una de ellas cuestionable como la que más- con los boxeadores de élite Junior Jones y Érik Morales. Además, el catálogo de contrincantes del mexicano era muy superior al del inglés. No había en los números nada que hiciera favorito al príncipe. No obstante, en Inglaterra deseaban enormemente un gran campeón y querían mucho a su peleador, así que optaron por perder la objetividad, ensalzaron lo ensalzable -potencia, rapidez- y desestimaron los defectos -pésima defensa, mal parado, condición física cuestionable-, de manera que, cuando la pelea ocurrió, el Hamed de ficción había sustituido al peleador real. Esta fantasía se apoderó de los medios europeos -los azorados narradores españoles hablaban, en el octavo round, de la tragedia en que se había convertido el encuentro- y llegó a contagiar parcialmente a los estadounidenses -que no cayeron por completo en el engaño pues conocían mucho mejor a Barrera-.
II
El 1 de junio de 2019, Anthony Joshua, campeón mundial de peso completo, protagonizaría un capítulo más de su inmaculada novela. Pelearía con el “desconocido” mexicano Andy Ruiz Jr. -que había aparecido como sustituto después de la descalificación de Jarrel Miller- en Nueva York, ganaría e instauraría una nueva colonia inglesa en el boxeo estadounidense. Todo estaba preparado. El culebrón que llegaría al desenlace Joshua vs. Wilder estaba en marcha. No obstante, en el tercer round fue derribado dos veces, y otras dos veces cayó a la lona en el séptimo. Perdió por nocaut técnico. Tremenda sorpresa se llevaron los medios europeos, estadounidenses, asiáticos y hasta mexicanos. Lo imposible había ocurrido. El “Rocky” mexicano acabó con el Apollo inglés -al que los comentaristas insistían en tratar como un Adonis-. Un gordito sin historia destronó a un gigante poderoso que había ganado todas sus peleas por nocaut y tenía una medalla olímpica. ¿David contra Goliat?
Al parecer, estamos frente a una nueva edición de una historia vieja. Anthony Joshua era campeón del mundo, cierto. Y también era el personaje principal de una narración que mucha gente quería escuchar. Veintidós peleas, veintiún nocauts. “Levantador de pesas” -como lo llama Tyson Fury- esculpido, simpático, un atleta total con un golpe devastador. Sabe hablar, cae bien, hace reír, es un campeón bien diseñado. Y además es compatible con los otros dos gigantes del boxeo de gigantes actual, Deontay Wilder y Tyson Fury. Los tres forman un triángulo que le hacía mucha falta a los pesos completos. Tienen personalidades atractivas, noquean, son afables y analíticos, y han sabido construir sus rivalidades de la mano de las cadenas televisivas y los organismos pugilísticos.
Pero el boxeo es un deporte que suele desafiar las expectativas sustentadas en deseos. Joshua comenzó a boxear a los dieciocho años, Ruiz a los siete -ambos nacieron en 1974-. El inglés ganó cuarenta de cuarenta y tres peleas como amateur, el mexicano 105 de 110. Anthony debutó como profesional en 2013, Andy lo hizo cuatro años antes. Entre los dos hay una diferencia de once peleas. La única derrota de Ruiz ocurrió en su primer intento por hacerse de una corona mundial frente al neozelandés Joseph Parker -fue una decisión dividida y tal decisión fue muy cuestionada-. Parker ha sido el único que ha llevado a los doce rounds a Joshua.
Si bien la inercia del narrador que quiere contar la historia de Joshua se mantiene -de ahí que los titulares usaran el verbo “perder” y no el verbo “ganar”-, es claro que el capítulo más reciente pertenece menos a la novela inglesa que a la crónica mexicana. Seguramente los escritores cuyo héroe fue relegado a personaje secundario harán todo lo posible por enmendar la plana en la revancha y devolverle sus privilegios. Ya veremos. Por lo pronto es claro que ganó el mejor y que el protagonista actual del boxeo es Andy Ruiz Jr., primer campeón mundial de peso completo mexicano, y es que aunque nació en EE.UU., recordemos que los mexicanos nacemos donde…