No hay que ser demasiado fino como analista político para saber que Trump es, en muchos sentidos, un bully. Su discurso bravucón y provocador, sin embargo, tiene un suelo fértil en los Estados Unidos de Norteamérica: un férreo grupo nacionalista que fue el que le permitió llegar a la presidencia. Si bien el voto popular fue perdido, su campaña de comunitarista radical ayudó mucho a construir la imagen de viabilidad que terminaría confirmándose por el colegio electoral. Una vez que perdió las elecciones intermedias toma medidas desesperadas para volverse a posicionar en el imaginario como el presidente que prometió ser para ese grupo que aspira una vez más a lo que ellos llamaron “grandeza americana”. No hay rastro aún del muro que había prometido. No físicamente. Pero en cierto sentido su intención es cumplir con el muro más grande jamás imaginado: el territorio nacional mexicano en sí mismo.
Tampoco se necesita ser experto en política para entender que la migración mexicana al país vecino no es perniciosa para ellos. Lo sabemos por la cantidad de trabajo que ocupan, porque México es un aliado comercial realmente importante, y porque incluso hay estudios que prueban cómo la migración aminora la violencia en ese país.
La migración tiene muchos factores: para nuestro propio país, en la mayoría de los casos es uno meramente económico. Las y los mexicanos que migran tienen en su mayoría la intención de volver a casa, lo que interesa es hacer dólares, iniciar un negocio, proveer a la familia desde allá. Si bien es cierto que hay comunidades con problemas de violencia terribles, no hay pruebas de que sea la primera causa de la migración mexicana, agregando a esto el gran tráfico que hay en las fronteras para ambos lados de ella. El mexicano viaja con la idea de juntar un capital, añora volver tan pronto como pueda. Acá deja esposa, hijas e hijos, familias. Querencia.
El sueño americano es un bálsamo económico que incluso podría solucionarse (y yo creo que tarde o temprano lo hará) con una política de fronteras abiertas, contrario a la intuición que la menos hacer discursivamente pública el presidente Trump. Pero el problema principal se encuentra en nuestra frontera sur: somos un país de paso, trampolín para conseguir ese sueño para la migración centroamericana.
Las políticas anti-migratorias tarde o temprano tendrán una repercusión tremenda para nuestro país. La verdadera batalla está en cómo lidiaremos con ello. Una solución evidente para disminuir la migración de nuestras y nuestros paisanos es mejorar las condiciones salariales. Para todos sería mejor que los salarios dejaran de ser pauperizados, la urgente alza del salario mínimo del que ya se ha hablado en varias ocasiones. No podemos sino aspirar a ello. Incluso si eso llegara a suceder (que debemos seguir luchando por que así sea y que la propia 4T lo ha prometido) el problema migratorio persistiría: las migraciones de los países al sur. Intuyo que la verdadera preocupación de Trump es esa: cómo frenar la migración que tiene como finalidad establecerse de manera permanente en su país.
Descreo de la idea de fronteras, creo que la migración que tiene como fin la integración es bondadosa para las fortalezas económicas, tecnológicas y culturales de los países. Sin embargo, creo que el problema al que debemos enfocarnos no están en los países destino sino en los países origen. Dado que USA se esfuerza en presentar a México como el tercer país seguro para generar presión en nuestras propias políticas migratorias, debemos comenzar a tomar decisiones sobre ellas.
No es secreto que la frontera sur es mucho más cruel que la norte: siempre apuntamos a los locos de Arizona, pero el estado de derecho de ambos países sí es en buena medida distinto. Habríamos de ver las estadísticas sobre violación para las inmigrantes en ambas fronteras. México es un país cruel con quien tiene que hacer el larguísimo trasiego. Esta crueldad no impide el riesgoso trance porque las condiciones políticas, económicas y de seguridad para los migrantes son tan difíciles en sus propios países que prefieren arriesgarlo todo. Nadie, se ha dicho y lo repite el presidente López Obrador en su carta, deja su país por gusto. La querencia es un fenómeno global. ¿Qué solución podría proponerse para no convertirnos en el muro más grande?, ¿para no hacer el trabajo sucio que Trump quiere evitar? Creo que yo que tarde o temprano deberá establecerse un fondo internacional robusto y agresivo, lejos de paliativos, tal vez regulado dentro del mismo Tratado de Libre Comercio para mejorar las condiciones de los países de Centroamérica. Esto por supuesto siempre tiene un riesgo de invasión, por lo que no hablo de desarrollo para seguridad a través de armas y milicia, sino desarrollo del comercio local, atención social, mejora en la derechohabiencia y ayuda estrictamente humanitaria. Ojalá se discuta sobre ello y nuestro presidente lidere esta acción que podría ser histórica, justa y necesaria.
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